Leyenda

El Federer más allá del genio de la raqueta: divertido, amable, impactante, bromista...

Talento puro dentro de las pistas y una persona cercana y agradecida fuera, con la familia como pilar. Así es la leyenda suiza, que acaba de dejar el tenis, contada por quienes convivieron con él

Roger Federer, en su despedida en la Laver Cup hace dos años
Roger Federer, en su despedida en la Laver Cup hace dos añosANDY RAINAgencia EFE

En el adiós, Roger Federer tuvo que susurrarle a una de sus hijas: «No te preocupes, son lágrimas de alegría». El suizo vivió una despedida del tenis a la altura de su leyenda, con sus padres, su mujer y pilar Mirka y sus hijos; con el público extasiado y con los rivales arropándolo, especialmente Rafa Nadal, cuyo llanto al lado de su gran oponente y también amigo ha dado la vuelta al mundo.

Nadal y Federer, llorando juntos en la despedida del tenis del suizo
Nadal y Federer, llorando juntos en la despedida del tenis del suizoANDY RAINAgencia EFE

Rivales, familia... El mundo real de Roger Federer, el hombre que hay detrás del tenista. De este último, ¿qué no se ha dicho?: su elegancia, su manera de interpretar el juego, la belleza, en definitiva, acompañada de títulos (103, 20 de Grand Slam). Para acercarse a la persona que hay detrás del deportista, estos son varios testimonios de quienes estuvieron cerca. Por ejemplo, Paul Dorochenko, quien fuera su preparador físico en los primeros años, cuando el suizo todavía era demasiado joven, con 17, e inmaduro y rompía raquetas y gritaba de forma incontrolable en pista. Con ese carácter chocó el entrenador francés, pero al mismo tiempo descubrió a una chico sensible. «Es muy buena persona. Una vez que estábamos jugando al fútbol en el Comité Olímpico de Suiza, me hice un esguince y el tío vino enseguida, me tomó el pie y estaba casi llorando porque estaba dolido de verme tan mal», recuerda Dorochenko, que ayudó en parte a ir redirigiendo ese carácter indomable del helvético.

«Era muy de la broma, te hacía gracietas, muy abierto, todo el día se estaba riendo, le veías con su equipo haciéndose jugarretas divertidas», explica Álex Corretja, que se enfrentó a él en esos primeros años. «De repente le noté más serio y centrado. Pasó como de esa adolescencia a una persona más madura... Nos ha pasado a todos, en algún momento éramos más juguetones y al final te das cuenta de que la energía había que reservarla», prosigue el ganador del Torneo de Maestros de 1998, que también cuenta que al acabar uno de sus primeros duelos, en Roland Garros, en el que ganó el español... «Mi padre me dijo: “Es bueno, pero falla bastante”. Y yo le respondí que sí, pero porque tomaba riesgos, le dije que era agresivo y jugaba al ataque, y sobre todo entonces, que no tenía tanta paciencia», añade Álex. «Es alguien muy cercano, pero a la vez impresiona. Ese aura que tiene de tanto carisma y tanta sensación de personalidad potente impacta, pese a ser alguien con el que he jugado, al que he entrevistado y que de alguna forma lo conocía», concluye.

Por esa época también se enfrentó a él Pato Clavet: sólo una vez y triunfó el madrileño. Fue en Cincinnati en 2000 y unos años después, cuando Clavet entrenaba al colombiano Giraldo, habían quedado con él para entrenar. «Las gradas estaban llenas, llegó con todo su séquito y me saludó muy amable y me dijo: “Aquí me ganaste, ¿recuerdas?”», rememora Clavet, que años después lo vio en la sala de jugadores del Mutua Madrid Open, en la Caja Mágica: «Yo estaba con mi madre, él con otros jugadores suizos. En esos años, la ATP había sacado cromos de los tenistas. Federer se acercó y tenía el mío, me pidió que se lo firmara para un compañero. Imagina ahí con mi madre, que Federer me pidiera un autógrafo...», relata.

La madurez fuera de la pista acompañó a la de dentro. En febrero de 2004 se coronó por primera vez como número uno del mundo. Fue después de derrotar a Juan Carlos Ferrero, uno de los grandes rivales en ese momento, en las semifinales del Open de Australia. «Hace muchos años que no voy, pero recuerdo que en el vestuario había muchos espejos y lavabos», comenta Antonio Martínez Cascales, que era el entrenador de Ferrero. «Tras el partido yo estaba allí, él se acercó y le saludé y le di la enhorabuena por el triunfo y por el número uno. Me dio las gracias muy amable y dijo que no estaba pensando en el ránking, pero claro que lo sabía. Fui la primera persona que le felicitó esa primera vez que llegó a lo más alto», afirma Cascales. Desde el 2 de febrero de ese 2004 hasta el 18 de agosto de 2008 no se bajaría de ahí arriba. 237 semanas seguidas hasta que Rafa Nadal le superó tras años detrás de él. La rivalidad entre el español y el helvético estaba en su mejor momento y tiempo después, cuando Federer estuvo en la inauguración de la Academia de Rafa en 2016, dijo: «Si Rafa no hubiera estado en mi carrera, quizá no podría haber sido tan dominante porque no hubiera tenido la motivación». Antes, bromeando, aseguró: «Aunque tendría algún Roland Garros más».

Roger Federer siempre ha sido un tenista diferente que, por ejemplo, tenía un encordador particular. Xavi Segura, quien se encarga de cuidar las raquetas del equipo español de Copa Davis y que ha mimado las de todos los tenistas del mundo, también tuvo su experiencia con el suizo: «Fue en Madrid cuando se jugaba indoor en la Casa de Campo. Vino Peter Lundgren, que era el entrenador, a dejarnos raquetas de Roger y nos trajo un esquema de cómo se tenían que encordar. Era un sistema curioso. Las cuerdas verticales, si empiezas del centro y vas a los laterales cada vez son más cortas, pues él pedía una tensión inicial para esas cuerdas que eran más largas y a medida que pasábamos a las más cortas teníamos que ir bajando de tensión medio kilo. Y en las horizontales, lo mismo. Esto en un torneo te ralentiza, porque tenemos mucho trabajo. Se las hice tal y como me lo marcó, claro. Y al final del torneo, cosa que pocos jugadores y entrenadores hacen, cuando vino a retirar sus rollos de cordaje nos dio las gracias por el trabajo que habíamos hecho. Peter era una persona amable, podíamos hacer bromas, y le dije que sus raquetas no las habíamos encordado como nos había dicho, sino a 25-24 y ya está. Los dos se empezaron a reír y nos contestaron que es lo que teníamos que haber hecho», recuerda.

El Federer tenista y campeón no dejó de serlo cuando se convirtió en padre. Tommy Robredo se enfrentó a los dos y, después de perder diez veces seguidas, consecutivaslo derrotó por fin en el US Open 2013 y dejó una frase simpática: «A mí nadie me gana once veces seguidas». En uno de sus encuentros en el vestuario, el catalán le preguntó que cómo lo hacía con su familia. «Él viaja en avión privado con todo su séquito, y en el grupo estaban dos profesores de las niñas y también dos para los niños, que además tienen que ser distintos porque tienen edades diferentes y van a distintos ritmos. Además, son los que las cuidaban y las profesoras del colegio, más el de seguridad y todo lo que hiciera falta. Me dijo que lo hacía porque si él tenía que viajar tanto tiempo y a tantos lugares, si no podía estar con su familia, pues no lo haría. Me pareció una manera muy buena de mantener la educación de tus hijos y mantener tu trabajo. Poca gente lo puede hacer por razones económicas, pero él podía y lo hacía», desvela el tenista que se ha retirado este año entre otras cosas para estar más con su hija.

«Yo coincidí con él en el tramo final de su carrera», explica Pepe Vendrell, entrenador de Roberto Bautista durante 11 años. «Siempre me ha llamado la atención el aura de tranquilidad que le rodeaba fuera de la pista, de confianza, de seguridad en todo lo que transmitía. Estás acostumbrado a ver a los jugadores llenos de estrés, de preocupaciones, de dolores de cabeza, y él siempre daba una sensación de calma permanente y sobre todo de disfrutar mucho lo que era el circuito, cómo se le veía disfrutar con su equipo, reírse, cómo ha sabido convivir con su familia. Es verdad que tiene más facilidades que otros jugadores, pero eso hay que hacerlo. Me imagino que habrá sido una evolución, pero es admirable la manera que tenía de vivir la profesión y de disfrutarla. Me quedo con esa tranquilidad y esa confianza: nunca dudaba de sí mismo», finaliza.