Cuarta grande
Roglic se proclama en Roma emperador del Giro
Cavendish se lleva la última etapa y el esloveno consigue su cuarta grande
El esloveno Primoz Roglic (Jumbo Visma) entró en Roma como emperador final de la 106 edición del Giro de Italia una vez finalizada la vigésima primera y última etapa, con salida y meta en la capital italiana, de 126 km de recorrido, en la que se impuso el británico Mark Cavendish (Astana).
Fue la victoria número 162 del "Expreso de Man", quien contó con la labor de lanzador del mismo Geraint Thomas, el líder del Ineos y segundo en la general. El británico, con 16 etapas en el Giro y 34 en el Tour, se llevó un recuerdo monumental de Roma.
La maglia rosa quedó en poder de Roglic (Trbovlje, 33 años), quien suma su cuarta grande, ya que en su palmarés figuran tres Vueltas a España. Le acompañan en el podio el británico Geraint Thomas (Ineos) y el portugués Joao Almeida (UAE Emirates). Un triunfo el de Roglic que enriquece aún más su palmarés, en el que figuran otros títulos como la medalla olímpica contrarreloj en Tokio 2020, una Lieja Bastoña Lieja, dos Itzulias, dos Tirreno Adriático, dos Vueltas a Romandía, el Dauphiné y la Volta a Cataluña, hasta sumar un total de 73 triunfos.
En su hoja de servicios falta el Tour de Francia, una espina que lleva clavada en el alma este exsaltador de esquí que llegó tarde al ciclismo, pero en el que escaló a las cotas más altas a base de esfuerzo y desafíos constantes. Aquella crono en La Planche des Belles Filles le negó el Tour a Roglic en favor de su compatriota Tadej Pogacar, pero la contrarreloj del Monte Lussari en este Giro le compensó aquel inmenso dolor.
No obstante, Roglic no se rinde ante el Tour y lo intentará de nuevo, como no se rindió en este Giro que se acaba de apuntar. Ni las caídas ni el frío ni la amenaza del covid han podido derribar al esloveno. Desde la retirada de Evenepoel por el virus quedó como favorito en la sombra.
Tomó el protagonismo Thomas, otro ilustre veterano que disfrutó de la maglia rosa, pero Roglic se agazapó, pasó inadvertido y apareció el día D a la hora H: la crono del Monte Lussari, donde rodeado de banderas eslovenas se enfundó la túnica de emperador del Giro.
Un Giro marcado por el mal tiempo, las caídas, los recortes polémicos, las etapas anodinas sin combatividad entre los hombres de la general, sin demasiado pulso para levantar a los aficionados de sus asientos, pero bien gestionado por Roglic, quien supo administrar sus fuerzas para el momento clave. Sabía mejor que nadie que el Giro estaba en las terribles cuestas del Monte Lussari. Y allí pasó a la historia.
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