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Atletismo

Josh Kerr, otro escocés contra la tiranía de Ingebrigtsen

Como hace un año en Eugene, el gran favorito se quedó sin el oro en unos 1.500 en los que Mario García Romo quedó sexto

El británico Kerr pudo con Ingebrigtsen en la final de 1.500 CHRISTIAN BRUNAEFE

Con sólo 22 años, Jakob Ingebrigtsen posee un palmarés largo como una manga pastelera. El noruego lo ha ganado todo en varias distancias: Juegos Olímpicos, Mundiales, Europeos en pista cubierta o al aire libre... pero no ha sido campeón del mundo de 1.500, ni en invierno ni en verano. La distancia reina del mediofondo se le resiste –en fin, ganó el de Tokio 2020...– y se le seguirá resistiendo porque ayer, al término de una final que fue un calco de la del año pasado en Eugene, se tuvo que conformar con la plata tras claudicar en la recta frente a un escocés. Jake Wightman en Oregón; en Budapest, fue Josh Kerr, el bronce olímpico en Japón.

Gran Bretaña, que ganó esta prueba en la edición inaugural de Helsinki 1983 con Steve Cram –el coetáneo de los grandes rivales Sebastian Coe y Steve Ovett–, no esperaba que su espléndida escuela de milleros resurgiese en plena hégira Ingebrigtsen, un prodigio llamado a tiranizar la distancia durante mucho tiempo. Consciente de que la densidad de la prueba podía degenerar en sorpresa desagradable, el vikingo se pusó en cabeza a los quinientos metros, poco satisfecho con el ritmo que imprimieron de salida los kenianos Abel Kipsang y Reynold Cheruiyot. La táctica era simple: llevar la carrera hasta un tiempo inferior al 3:30 que pocos pueden seguir y en el que casi nadie es capaz de esprintar.

Hasta la curva del 200, el plan funcionaba a la perfección. Ingebrigtsen mandaba y los otros once se peleaban en el seno de un pelotón compacto para no perder comba de cara al embalaje por la plata. Mario García Romo, siempre cauto, era último al toque de campaña y confiaba en su «rush» final. Aceleró demasiado tarde, tal vez. Al desembocar en la recta de meta, a Jakob se le reprodujo la pesadilla del año pasado. Codo con codo con él, había un hombre con el uniforme morado del Team GB –sinónimo de competidor feroz– que no aflojaba. Ni pensaba hacerlo. Al contrario, a treinta metros de la línea era el noruego quien se crispaba y contemplaba a Josh Kerr (3.29:38) alzar los brazos como vencedor.

La desesperación de Ingebrigtsen casi le cuesta la plata, pues entraba segundo (3.29:65) con sólo tres centésimas de ventaja sobre su compatriota Narve Nordas, que se colgaba un bronce abierto, como todas las medallas en esta prueba desde hace algunas temporadas. El segundo noruego fue el sucesor en el tercer escalón del podio de Mo Katir, a quien las dos derrotas de Ingebrigtsen deben alimentar su sueño de gloria olímpica. Hoy volverán a verse las caras en las series de los 5.000 metros.

La sexta plaza de Mario García Romo, que baja dos respecto al pasado Mundial, no debe dejar sinsabor alguno. El salmantino firmó un más que honorable 3.30:26 y confirmó su regularidad en la élite. ¿Un mínimo reproche? Ninguno de los dos últimos campeones del mundo son superiores a él, simplemente se atrevieron a desafiar a Ingebrigtsen en campo abierto en lugar de estar 1.300 metros agazapado para tratar de rascar un bronce al sprint. Pero, como suele decirse, a toro pasado... todos somos Manolete.

Pocos minutos más tarde, Noruega se resarció de la decepción con el título de su otra gran figura, Karsten Warholm, en los 400 vallas, en una carrera en la que Kyron McMaster ganó la plata para las Islas Vírgenes Británivas y Rai Benjamin logró su enésima medalla, esta vez de bronce. En los 400 femeninos, se impuso la dominicana Marieleydi Paulino y en salto con pértiga, la estadounidense Katie Moon y la australiana Nina Kennedy doblaron el título con otro lamentable «biscotto» como el del salto de altura de Tokio.