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Champions League

Real Madrid

Ronaldo es Juanito

Tres goles del portugués dan el pase al Madrid a semifinales por sexto año consecutivo.

Cristiano Ronaldo celebra su primer gol ante el Wolfsburgo alemán en el Bernabéu. larazon

Tres goles del portugués dan el pase al Madrid a semifinales por sexto año consecutivo. En un partido muy emocional los tantos de CR7 echaron a un digno y ordenado Wolfsburgo.

Nadie se movía del estadio cinco minutos después de acabado el partido. El público de pie, los jugadores felices saludando y Cristiano guardando el balón. Está siendo una temporada extraña, llena de altibajos, pero ayer, más que un triunfo, más que una clasificación, por sexto año consecutiva para las semifinales de la Champions, el Madrid se reencontró consigo mismo, con la versión que lleva pegado al escudo, con la que mejor se reconoce en el espejo. Un equipo que derrocha corazón y que remonta, un equipo que frente a la adversidad pone carácter. No fue una goleada, pero fue suficiente, no fue una locura, pero sí fue emotivo. Durante todo el partido estuvo presente el miedo y la esperanza, vivir en el alambre tiene su aquel y su riesgo. Temblaba el Bernabéu, al principio con los saltos de los aficionados en un ambiente en el que se mezclaba la tensión y la esperanza, la ilusión y el pánico. Se había hablado de otros tiempos, más épicos, en los que los desastres se salvaban con el corazón en la boca y la locura, otros tiempos... en los que no existía Cristiano Ronaldo.

Fue él quien resolvió la eliminatoria y clasificó al Madrid para las semifinales una vez más, con los mejores de Europa, su lugar en el mundo. En una noche eléctrica, de estrés, Cristiano Ronaldo tuvo la emoción justa y la sabiduría del delantero que es. El Real Madrid no remató mucho, pero cuando lo hizo el portugués fue inapelable. Con el pie, con la cabeza y de falta, apareció la noche que más lo necesitaba el equipo, como ocurrió en el Camp Nou. En los días decisivos, pese a que algunos se atrevían a dudar de él. Cuando se mueve cerca del área, cuando tiene el colmillo afilado y la sangre ardiente, es un futbolista letal, de sobra para echar a un Wolfsburgo más que digno, por encima del nivel del que hablaban mucho.

Apenas se descompuso y las veces que llegó, sobre todo en la primera mitad, lo hizo con el peligro. Después, al final del partido, cuando ya necesitaba un gol, no supo atacar y fue cuando más inofensivo se mostró. Antes no le pesó el Bernabéu y se mantuvo vivo pese a llegar al descanso con la eliminatoria igualada. Pero en la segunda parte, más cansado y con menos esperanzas, sólo esperó atrás, sin conceder mucho, aunque fiándolo demasiado a la suerte.

El Madrid aguantó sin problemas los minutos finales, pese al miedo de que un gol le dejaba fuera. Se vivió con más tensión en la grada que sobre el césped, después de un choque más emocional que estético, con el corazón en un puño casi todos los minutos. No fue una locura de choque ni un ataque a la desesperada. Tampoco una lección de fútbol. Pero sí de coraje y de saber aprovechar las pocas oportunidades que concedieron los alemanes. Muy ordenados atrás, atando en corto a Bale, que tan mal se lo hizo pasar en la ida, el Wolfsburgo supo que su misión era aguantar y buscar un momento a la contra.

Para desordenar a un equipo así, nada como un lateral incisivo. Marcelo estuvo pendiente de su espalda para que Henrique no le pillara. En el otro lado, con Draxler en su versión sombra y lesionado después, Carvajal fue el volcán que necesitaba el Madrid para rasgar al rival. Tiene sangre madridista, se ha formado el carácter en Valdebebas y ha crecido con la memoria de las remontadas acompañándole. De su lado, por su capacidad para elegir el momento adecuado, empezó a ganar el Madrid, empezó a pasar de la ilusión a los hechos la grada. En el primer tanto sorprendió y de un centro, nació el saque de esquina con el que Ronaldo marcó el segundo. Fue un instante, un relámpago, minuto y medio en el que el Madrid se sintió a gusto con lo que era, con lo que ha sido. Un equipo feroz cuando va a la carga, una apisonadora. Sólo había pasado un cuarto de hora. Después el equipo se relajó. Se fió de Casemiro, un futbolista que se ha convertido en imprescindible y que apenas se equivocó ayer. Atento al corte y a cubrir a los laterales, fue fundamental. Kroos le apoyo en el trabajo y pese a que el Wolfsburgo llegó un par de veces, el Madrid aguantó hasta el descanso, donde necesitaba tomar aire.

La segunda parte fue toda blanca, con el dominio, con más cansancio por todos lados. El Madrid bombardeó a córners al rival. Pero fue una falta. Tenía que ser Cristiano.