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Fútbol

Sevilla, 1-Betis, 1: el empate cantado en el derbi sevillano

La inepcia de Diego Alonso y el pánico de Pellegrini a los derbis cantaron las tablas entre Sevilla y Betis

Isco tuvo esta ocasión clarísima de cabeza nada más empezar Julio MuñozEFE

Cotizaba poco en las casas de apuestas el empate que depararon Sevilla y Betis en el primer gran duelo hispalense de la temporada. A pesar de la superioridad de los verdiblancos frente a un anfitrión sin alma ni plan, los goles de Ayoze y Rakitic en la segunda mitad lo dejaron todo como estaba antes del comienzo. Que, clasificatoriamente, es mal para uno y regular para otro, dicho sea de paso.

Isco tuvo el recibimiento esperado por doble motivo: por su pasado en el Sevilla, de donde salió literalmente a piñas con Monchi, y porque es la estrella del rival. Muchos silbidos y algún grito censurable en el calentamiento que pudo acallar a los cuarenta segundos, cuando le cayó un balón llovido en el área a su superficie de contacto menos hábil, la cabeza. Lo que cualquier delantero habría convertido en gol lo mandó el malagueño a las manos de Dmitrovic, que desvió dos minutos después con la manopla un disparo cercano de Guido Rodríguez. El comienzo fue aterrador para los locales, que parecían tetanizados.

Toda la primera mitad, en realidad, fue un monólogo del Betis. Extrañó que no se marchase con ventaja al descanso y extrañó también que crease tan pocas ocasiones ante el sistema defensivo translúcido de Diego Alonso, cuyo equipo contiene mal y ataca pésimamente. La presencia de Óliver Torres como extremo izquierdo obligaba a que todo su fútbol se volcase por la banda de Navas y Ocampos, que metieron algún balón con intención en el área. Nada con lo que inquietar al novel Fran Vieites. Dmitrovic, en la otra portería, sí tenía que salvar una doble ocasión ante Miranda y recogió el balón de la red una vez, tras tiro de Bellerín que desvió defensa, pero un fuera de juego en el inicio de la jugada invalidó el gol.

Ayoze fue el hombre del segundo tiempo, que el Sevilla intentó con algo de flujo sanguíneo, aunque con fútbol insuficiente como para inquietar al Betis. Se tapó un poco Pellegrini, temeroso de un gol accidental que lo mandase todo al traste pero también consciente de que los suyos generarían dos ocasiones por cada media del rival. Fue cosa, en efecto, del mencionado Ayoze, muy vivo en el área por tres veces en pocos minutos. En la primera relevó una conducción de Isco y chutó al palo tras recortar a Gudelj; en la segunda, se topó con la mano dura de Dmitrovic en un disparo sin ángulo; y a la tercera, tras un despeje corto del balcánico en una falta lateral, cantó bingo. Era una ventaja más que merecida, de ésas pregonadas por el refrán del cántaro y la fuente. Era ese gol, en cualquier circunstancia, habría rematado al Sevilla. Menos en un derbi.

Pellegrini, que lleva una victoria en ocho partidos contra el eterno rival, hizo lo que nunca hace: replegarse a conservar la renta. Obligados por el tanteo e invitados por su rival, los sevillistas se le echaron encima. A ver qué remedio les quedaba. Corría el runrún de que había que chutarle a Fran Vieites, siquiera para ver si tenía los nervios templados el chaval, y probó Rakitic desde treinta metros. Marcó un… ¿golazo? Dejémoslo en que sí, por no parecer tiquismiquis con un (casi) debutante. Bravo o Rui Silva, quizás, también habrían encajado ese disparo. Pero, de haberlo hecho, la crítica no se lo hubiese dejado pasar así como así. Con el empate, claro, estalló el Sánchez-Pizjuán y empujó a los suyos en busca de un triunfo. No fue un plan porque, con espacios, el Betis rozó la puntilla en un par de ocasiones al contragolpe. Lo mereció, no supo ganárselo.