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Champions

Real Madrid-PSG (3-1): Mbappé, así gana el Real Madrid

El delantero adelantó a los franceses, pero en una segunda parte loca, emocional e inolvidable el conjunto de Ancelotti le da la vuelta y se mete en cuartos de final

No se podía caminar por Concha Espina, una de las calles que rodea el Bernabéu, de la gente que había. No hacía ni frío ni calor en Madrid y en los alrededores del estadio: hacía electricidad. La que luego hubo dentro del estadio, sobre todo en una segunda parte inolvidable, para contagiar a Modric en una carrera de furia que pasará a la historia porque terminó con un pase sutil y brillante a Benzema. La electricidad que tuvo el goleador del Madrid para robar el balón al portero rival poco antes en el primer tanto, el del empate,el que hizo click y despertó los recuerdos del pasado, las noches de leyenda, el Madrid que cree pese a que tiene a un central cojo y enfrente una bestia llamada Mbappé que había segado el campo por donde pasaba. No le sirvió para nada, porque no está en el Real Madrid, es equipo que con Rodrygo, Camavinga y Lucas Vázquez se hizo fuerte y terrible y que hizo el tercero rápidamente después del segundo, en ese estado febril de la grada y el equipo, que era sólo uno, con Benzema ya en plan maestro rematando con el exterior en carrera, y Messi fuera de sitio, envejecido de repente, a otro ritmo y Neymar desfondado, porque su esfuerzo y su buen partido no había valido para nada y Mbappé esperando a sacar en el centro del campo, esperando, de verdad, a que llegue el verano y pueda vivir de local esa bendita locura.

La gente no se quería ir de un Bernabéu lleno como hacía tiempo no se podía. Querían bajar y abrazar a Benzema, el goleador del equipo, el jugador que apareció cuando tenía que aparecer y dar otro a Modric, pero también a Militao y Alaba, al desgaste de Valverde y al alborto de Vinicius. En la segunda parte, el Madrid fue descomunal, loco, mientras el PSG de las estrellas y el proyecto de dinero se consumía sin oponer resistencia, descompensado y sin que las figuras se rebelasen contra lo que estaba pasando. Es mentira, pero por un partido pareció que el dinero no da la felicidad.

Y eso que se llegó al descanso con al ánimo por los suelos, como si se hubiesen apagado los focos antes de tiempo, como si Mbappé fuese demasiado para el Madrid. Ancelotti salió con Kroos, como se preveía, porque no es hombre de tocar el equipo y menos en partidos tan trascendentales. Fue un Madrid muy distinto al de París, que dio la cara, pero que por puntos, en esa primera mitad fue inferior al PSG. El dominio fue alterno, aunque quien pegó de verdad fue el equipo francés, con Mbappé esperando el momento, un león a la caza de la presa. El PSG cambiaba de circulaciones largas, al mando de Verratti a contrataques fulminantes, lanzados por Neymar a Mbappé. El francés hizo un gol, que le anularon por fuera de juego. La segunda vez, en un balón perdido por Carvajal en zona de ataque, fue mortal. No perdona un error y el lateral derecho madridista comete uno por partido, por lo menos.

El Bernabéu quiso creer, pero costaba. El PSG parecía dominar la situación y en ataque faltaba claridad. Asensio estaba en uno de los días malos, Benzema no encontraba el espacio y Vinicius se perdía en batallitas con los rivales que no iban a ningún lado. Era un Madrid con más corazón que ideas, pero taponado, sin soluciones en ataque cuando el rival se ordenaba: un defecto que se le ha visto varias veces esta temporada. La ilusión del estadio también decaía. Las cosas no salían como estaba pensado. Sólo quedaban cuarenta y cinco minutos y había que remontar. El miedo escénico se estaba quedando sin tiempo.

No hizo cambios Ancelotti, porque mantiene la calma hasta en los días en los que todo el mundo la pierde alrededor. Pero dejarse llevar por la desesperanza es para los no creyentes, para los que no conocen lo largo que son los minutos en el Bernabéu: Messi lo sabe, lo conocía Neymar y ya es muy consciente Mbappé. Benzema hizo algo parecido a lo que hizo en la final de Kiev contra el Liverpoor. No es que sea el mejor, es que también es el más listo. Su robo de balón concluyó en el primer gol y ahí nació otro partido. Emocionalmente ya no había color, fue como si dejar ko a todo el PSG, como si el Berrnabéu fuese una marabunta ruidosa, pero armónica y el PSG no supiese por dónde venían. Con el cansancio, era un asunto de corazón. Y en el alma del Madrid está la Copa de Europa.