Opinión
Todavía nos queda otro Sergio
Luis de la Fuente, sin Busquets, tiene entre sus elegibles a otro campeón mundial, apellidado Ramos, que podría heredar el brazalete de su tocayo
Sergio Busquets Burgos, el hijo mayor de un olvidable portero llamado Carlos, ha puesto fin a su carrera internacional unos meses antes de marcharse del Fútbol Club Barcelona, del que se ha convertido en emblema pese a no haber consentido jamás la catalanización de su nombre de pila. Esa «o» cimarrona que manda serigrafiar en el dorso de su camiseta desde hace catorce temporadas lo convierte en un héroe españolísimo, un cruce entre el Quijote empecinado y el torero desafiante: un «cipotudo», como han acertado en denominar algunos autores neo-castizos. Sólo por eso, aunque ignorásemos su gloriosa reinvención del puesto de pivote defensivo, merecería todos los elogios.
Busquen, busquen si quieren una sola declaración equívoca del crack sobre la españolidad de Cataluña. Le darán dos vueltas a Google sin encontrarla y ya me dirán si eso es sencillo cuando se milita en el «ejército desarmado» de la región (Vázquez Montalbán dixit), ¿verdad Andrés Iniesta? ¿No es cierto Luis Enrique? Porque de Piqué o Xavi no merece la pena ni acordarse. «Fue un honor representar a mi país», titulaban ayer los digitales. Sobran los comentarios.
El ciclo glorioso de la selección nacional –2008-2012– nació sin Sergio Busquets, aunque ahora nos parezca mentira, más que nada porque aún no había debutado en Primera cuando el hispano-brasileño Marcos Senna ganó en Viena la Eurocopa, sin que todavía sepamos discernir si lo que hizo allí fue interpretar su papel o guardarle el sitio. Su irrupción en el Barça en el otoño siguiente fue la primera gran apuesta de Pep Guardiola como entrenador de élite y su consagración en el Mundial, con Vicente del Bosque en el banquillo, le valió una preciosa declaración de amor del técnico salmantino quien confesó que, con toda admiración hacia Xavi e Iniesta, a él le «habría gustado ser como Busquets» en su época de futbolista. Puede pensarse que con su retirada desaparece de la selección el último representante de la España campeona del mundo, toda vez que a Jordi Alba –que pueda que siga sus pasos– lo empezó a convocar Del Bosque después de la epopeya sudafricana. Sin embargo, Luis de la Fuente tiene entre sus elegibles a otro Sergio, apellidado Ramos, que podría heredar el brazalete de su tocayo para los próximos partidos internacionales, incluida esa fase final de la Liga de Naciones de junio que difícilmente engrosará el palmarés español con centrales como los que han estado en Qatar. Una pierna del camero, que cumplirá los 37 en primavera, vale por tres «ericgarcías» y por media docena de «guillamones». Y si le ponen al lado a Raúl Albiol, de la quinta de 1985, mejor aún.
A pesar de estos casos de resistencia numantina, el paso del tiempo es inexorable y la cortedad del ciclo vital de los deportistas nos lo recuerda con la mayor rotundidad. Uno ya castigaba a los lectores con estas tórpidas crónicas cuando Sergio Busquets jugaba en el filial, cuando Michael Phelps debutó en los Juegos Olímpicos y cuando Roger Federer ganó su primer Wimbledon. Y aquí seguimos con la misma matraca hasta que, si no lo impiden la transformación digital definitiva de la prensa o una refinanciación milagrosa de la Seguridad Social, Gavi no pueda con las calzonas.