Grupo C
Mundial de Qatar 2022: Messi recupera el alma de Argentina
La albiceleste derrota a México (2-0) y vuelve a depender de sí misma para alcanzar los octavos de final
Marcó Messi y salió corriendo como Tardelli en la final del Mundial 82. Era un sentimiento parecido el de Leo al de aquel italiano en el Santiago Bernabéu hace 40 años. Cargaba con la responsabilidad de que Argentina no se fuera a casa en el segundo partido y su grito era un grito de liberación. «Es mi última oportunidad», dijo antes del estrepitoso debut contra Arabia Saudí. Y eso peso carga sobre su espalda y sobre la de sus compañeros, que se desataron de repente con ese latigazo desde fuera del área al que no pudo llegar Memo Ochoa.
Es la última oportunidad de Leo y de muchos de sus compañeros, que ven en el «10» su único argumento para ganar el Mundial. A su lado apenas se mostraba Di María y algo de Lautaro. Incomprensible sería el partido de De Paul para cualquiera que no esté acostumbrado a verlo en el Atleti. Cada pelota que tocaba se la entregaba al rival o al árbitro. Pero Scaloni le tiene fe por los derechos adquiridos en la Copa América.
Se respiraba el miedo en la albiceleste. En los gestos, en el juego, en la cara de su entrenador desde la conferencia de prensa previa. La última oportunidad de la que hablaba Leo estaba delante de ellos. Scaloni llegó como interino y le dio a Argentina la Copa América que llevaba 28 años esperando. Pero el técnico argentino estaba acostumbrado a manejar la abundancia, llegó al Mundial con una racha de 36 partidos sin perder, y ahora le tocaba enfrentarse al abismo.
Lo rescató Messi cuando estaba al borde en un partido que tuvo más espectáculo en las gradas que en el césped. Le tenía ganas a Argentina la afición mexicana, cansada de caer en los Mundiales cuando les toca enfrentarse a los argentinos.
Hirving Lozano, el Chucky, mantenía en tensión a la defensa albiceleste, pero México no llegó a exigir al Dibu Martínez, el portero argentino, más allá de un lanzamiento de falta de Alexis Vega que atrapó de una manera espectacular. México, además, perdió a Guardado antes del descanso por lesión. Se quedó sin referencia.
El partido estaba conduciéndose hacia el empate. Una manera de prolongar la agonía y de que los dos equipos se jugaran la vida en la última jornada. Se la seguirán jugando, pero Argentina, al menos, ya respira. Ya se siente, de nuevo, dueña de sí misma.
Es normal que Leo corriera más en esa celebración que en todo el partido. Regresaba caminando a su campo cada cada vez que Argentina perdía el balón y llegaba justo a tiempo para armar el ataque. Una imagen que se ha visto muchas veces en los últimos años.
Pero Argentina confía en su «10», en su capitán. En fogonazos como ese del gol que mantiene viva a Argentina en un Mundial que nació torcido. No hubo mucho más, hasta que entregó una pelota en el borde del área a Enzo Fernández y el jugador del Benfica la puso en un ángulo inalcanzable para Ochoa.
Lo primero que hizo fue irse a abrazar a Leo y después llegaron todos detrás. Hasta los suplentes salieron del banquillo para ir a festejarlo al fondo donde estaba la mayoría de seguidores argentinos. El fondo en el que Argentina encontró la salvación.
Porque sí, en ese momento los jugadores de la albiceleste volvieron a sentirse vivos. Hasta entonces habían jugado con una vida prestada, una vida que no les pertenecía. Ahora vuelven a ser dueños de su alma, propietarios de su destino y de su futuro en el Mundial.
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