El día D
Liverpool-Real Madrid, pura historia
El club blanco, con sus 13 Copas de Europa y la revivida esencia de las remontadas de los 80, se mide al Liverpool, un clásico con 6 trofeos y entregado al vértigo que imprime Klopp
París es una fiesta, pero de aficionados del Real Madrid y del Liverpool que se cruzan por la ciudad de la luz entusiasmados y con toda la esperanza del mundo antes de que empiece la final y cuando aún todo es posible para ambos. Es un partido lleno de historia entre el Real Madrid, el club que más Champions ha ganado con 13; y el Liverpool, que con 6 busca cazar las siete de Milan y, que como el equipo español, destila historia a cada paso, desde su camiseta hasta la afición, que esta noche cantará el You´ll never walk alone frente a los madridistas que entonarán, con más sentido que nunca, los versos de Manuel Jabois: «Historia que tu hiciste...».
Porque esta Champions del conjunto blanco es más histórica que nunca, una competición inolvidable en la que ha ido dejando rivales en la cuneta ante la incredulidad de los contrarios y una fe inexplicable, como todas, e imposibles de narrar desde cualquier espíritu lógico. Un año que ha alimentado la leyenda de las remontadas de los años 80, con las que el Real Madrid ha construido la parte más emocional de la historia, la que más le une a los suyos.
El Real Madrid fue peor que el PSG durante 160 minutos; fue superado por el Chelsea en el encuentro de vuelta y fue muy inferior al City en la ida y los minutos inmediatos al gol en la vuelta. Y a todos los derrotó. Por eso, aunque por intensidad, parece inferior también a los jugadores de Jurgen Klopp, nadie en el mundo se atreve a marcar al equipo español como segundo en las apuestas. Nadie sabe qué puede pasar si le da por el desorden y vuelve a entrar en ese estado de trance, contra el que los rivales pierden el sentido de la orientación y sólo sienten el miedo. El problema es que el partido se juega en campo neutral y la verdad es que a Ancelotti le gustaría resolver el encuentro antes de poner el corazón en un puño a los hinchas madridistas. La heroica no puede ser más emotiva, pero también refleja carencias del equipo durante los minutos anteriores a ese momento de excitación.
El entrenador italiano no va a sorprender a nadie con la alineación inicial. No es un hombre de cambios y menos cuando las cosas le funcionan. Al principio de temporada, después de una derrota, tomó la decisión de apostar por un once definido y basado en el centro del campo de siempre, pero los partidos contra el PSG y la derrota contra el Barcelona en Liga le hicieron cambiar de opinión. El equipo no respondía con la misma intensidad que los rivales y necesitaba sumar un hombre más en el centro del campo para hacerlo más fuerte.
Valverde fue su hombre clave. Eso y la vuelta a las rotaciones, en cada partido, pero también dentro de los partidos. El mensaje que más ha repetido el entrenador italiano estos días antes de la final es que no importan tanto los que empiezan como los que acaban. Si Rodrygo le ha sido un revulsivo fenomenal en los minutos finales, está claro que tiene que aprovechar su papel.
Si está cantado el once del Real Madrid, a no ser que Carlo Ancelotti vea que a Alaba le faltan minutos, tras no jugar desde el encuentro en Mánchester, casi también se pueden recitar dos de los cambios que va a hacer en el segundo tiempo: Rodrygo y Camavinga. Es la fórmula que le ha funcionado.
Una de las dudas de la que se viene hablando desde hace semanas es si es mejor llegar a la final de la Champions con descanso, como ha hecho el Real Madrid al ganar la Liga o si conviene llegar rodado, como lo hace el Liverpool, que ha estado disputando torneos al máximo nivel hasta el pasado fin de semana. Antes de empezar el partido, la respuesta es clara: Thiago no se entrenó el miércoles con el Liverpool en el entrenamiento abierto a los medios y muy difícilmente va a llegar al partido de esta noche. El centrocampista español estaba en un momento dulce, luciendo su calidad técnica, esa que a veces le hace jugar como si fuera sobrado, por encima de la gran mayoría de futbolistas.
Sin Thiago y sin que esté claro si Fabinho va a estar al ciento por ciento en el centro del campo, el Liverpool de Klopp no va a cambiar el plan, al menos hasta que le permita el físico. En los últimos choques se le ha visto más justo que otras veces, como si el peso de la temporada empezase a ser un hándicap. La idea del conjunto inglés es el rock and roll: atacar y atacar, en oleadas, tomar un respiro y volver a atacar. Es un equipo de vértigo, que en sus mejores minutos no da un segundo a su rival. Y tiene una potencia atacante muy difícil de detener, con Luis Díaz, el colombiano de moda, y los clásicos: Mané y Salah, quizá el futbolista más motivado de todos los que llegan al partido. Lleva hablando de este choque antes de que se disputara la vuelta entre el Real Madrid y el City, porque en un rasgo que no dice mucho de él, aún no ha olvidado o al menos asimilado lo que le sucedió en la última final de Kiev, cuando Ramos le hizo una falta que le lesionó y le obligó a retirarse del partido.
Frente a Salah y el resto, el Madrid tiene a Benzema, a quien difícilmente ya le van a robar el Balón de Oro y en la portería, a Courtois. Han sido los mejores en la Liga que ha ganado el Madrid de calle y también los jugadores esenciales para ir derrotando a rivales con ventaja. En Kiev, el Liverpool aprendió a golpes lo que supone presentarse en un encuentro así con un portero menor, como era Karius.
Ahora tiene a Alisson y se siente más seguro, al menos mientras en el partido reine la normalidad, al menos si no llega el Madrid con posibilidades al último segundo.
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