Opinión
Los minutos de oro de Griezmann
Pocos equipos tienen un arsenal en el banquillo como el Atlético
El Atlético fue bastante superior al Celta en un partido que no pasará a la historia, pero que deja varias reflexiones por lo visto en el terreno de juego del Metropolitano. La primera y más evidente es que cuando el equipo tiene intención de generar fútbol y quiere sacar el balón jugado desde atrás, sabe hacerlo. ¿Alguien lo dudaba? Es sorprendente lo poco que se practica para lo bien que se hace, pero la defensa de cuatro que permite ese tipo de fútbol no termina de convencer al Cholo Simeone. Tampoco lo hace Witsel en su posición natural, que seguro aportaría en el eje más que cualquier otro jugador de la plantilla rojiblanca y llevaría a Koke a la posición de interior, que es mucho más propicia para el canterano. Otro factor importante que ayuda a ganar partidos es el arsenal del que dispone el entrenador en el banquillo, con unos cambios al alcance de muy pocos equipos y con una gran capacidad para marcar diferencias. Muy pocos equipos tienen un fondo de armario como del que puede tirar el Cholo.
Uno de esos cambios es el de Antoine Griezmann. El francés se encuentra en el centro de una polémica en la que 40 millones, en función de los minutos jugados, tienen la culpa.
El Atlético, ni puede ni quiere pagarlos, mientras el Barcelona, club propietario del jugador, se esta comportando como un niño malcriado en plena pataleta. Más allá del recochineo de Simeone de contar con el futbolista siempre a partir del mismo minuto, la realidad es que Joan Laporta no es quien para hacer las alineaciones del club del Metropolitano. Es el Atlético quien paga el salario de Grizzy, que entrena con sus compañeros, entra en las convocatorias y juega sus minutos. ¿Acaso va a decidir el presidente blaugrana si merece jugar más que Cunha o Correa?
Ya puede el Barca hacer otra palanca para pagar unos buenos abogados porque los rojiblancos van a seguir midiendo sus intervenciones con precisión de cirujano, velando por los intereses de la institución y respetando, como no podía ser de otra manera, los derechos laborales del jugador. Y al que le pique, que se rasque.
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