Fútbol
Isco, del “personal trainer” al “estás fuerte, estás fuerte” de Monchi
La insistencia del entrenador del Sevilla logra que Monchi fiche al malagueño a contra estilo de su exitoso modelo de negocio
Isco Alarcón ya tiene equipo con escaparate de Champions, justo lo que él quería para reivindicarse como futbolista aún útil para la élite después de tres campañas con escasísimo protagonismo en el Real Madrid. El futbolista malagueño, 30 años cumplidos en abril, jugara en el Sevilla las dos próximas temporadas a las órdenes del último entrenador con el que brilló, ese Julen Lopetegui que lo hizo faro de España en la espléndida fase previa del Mundial 2018.
La insistencia del técnico vasco ha tenido mucho que ver en que Monchi quiebre su tradicional política de recursos humanos, consistente en detectar a futbolistas con una potencial de revalorización y venderlos al cabo de unos años, jugosa plusvalía mediante. Este verano, sin ir más lejos, ha recaudado cerca de cien millones con los traspasos de Diego Carlos y Koundé, dos centrales que eran perfectos desconocidos cuando fue a pescarlos hace tres veranos a Francia.
Pero el del fútbol es un mundillo de equilibrios frágiles y ni siquiera el mago que tiene el Sevilla por director deportivo puede sustraerse a la presión de un entrenador que gana partidos, tal es el caso de Lopetegui. Igual que en los casos de Suso y de Tecatito Corona, el técnico guipuzcoano estaba empeñado en reencontrarse con Isco y ya está Isco en la capital andaluza. Monchi ha renunciado a hacer otra de sus apuestas por la juventud y el futbolista ha renunciado a esos dineros desorbitantes que podían haberle ofrecido en alguna liga menor o en un club mediano de la Premier. Cobrará alrededor de seis millones de euros netos, prima de fichaje incluida, por las dos temporadas en las que llevará la camiseta del Sevilla.
La confianza de Isco en el nivel que todavía puede ofrecer queda patente en un dato: su sueldo puede llegar a triplicarse en función de unas generosas variables que ha incluido en su contrato por objetivos colectivos e individuales. Pese a que Lopetegui pondría la mano en el fuego por él, literalmente, los dirigentes sevillistas no se terminan de fiar de un jugador que lleva tres años poco menos que prejubilado. Y, claro, tampoco van a picar con unos videos colgados por el jugador en sus redes sociales sobre cómo de duro entrena junto a su pareja, la actriz Sara Sálamo, a las órdenes de un «personal trainer». Avisado y socarrón, Monchi lo recibió ayer en el hotel de concentración del Sevilla con un «estás fuerte» mientras lo abrazaba... e Isco enfatizaba «me he cuidado, me he cuidado». Puro teatro en este mundo infantiloide y virtual.
Para el sevillismo, que blasona de «malaje» tanto como sus vecinos verdiblancos presumen de simpatía, el fichaje de Isco ha sido recibido con división de opiniones: un 50% de escépticos y otra mitad que no se molesta en disimular el mohín de desagrado. Malagueño (ojú) y con pasado madridista (puaj), sólo un hat-trick en sus cinco primeros minutos en el Sánchez Pizjuán lo salvarán del murmullo que preludia la bronca. Luego, la acritud se aplaca enseguida y el hincha no es tan fiero como gustar pintarse a sí mismo. Al fin y al cabo, 353 partidos en el club más laureado del planeta, mal que les pese, y casi una cuarentena de internacionalidades merecen algo de crédito. Porque su fortuna, claro, será la del Sevilla.
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