Piragüismo
Craviotto: «Es injusto que haya policías jugándose el pellejo en la calle por 1.400 euros»
Tiene cuatro medallas olímpicas en piragüismo, dos de ellas de oro, y ha escrito un libro para ayudar a la gente a cumplir sus sueños. Es policía, nacido en Lérida y siente «pena» por lo sucedido en Cataluña
Tiene cuatro medallas olímpicas en piragüismo, dos de ellas de oro, y ha escrito un libro para ayudar a la gente a cumplir sus sueños. Es policía, nacido en Lérida y siente «pena» por lo sucedido en Cataluña.
Saúl Craviotto (3/11/1984, Lérida) tiene cuatro medallas olímpicas en piragüismo (dos oros, una plata y un bronce) y si gana una más, que buscará en Tokio 2020, igualará a David Cal como el español más laureado de los Juegos, con cinco. Pero ésa no es su motivación. «Yo pienso en mi récord, en mi sueño», dice. Sobre sueños, en el deporte y en la vida, y cómo intentar cumplirlos habla en su libro «4 años para 32 segundos» (Alienta). Vive en Asturias, pero nació y creció en Lérida. Es policía. El conflicto catalán le toca por muchos lados.
–¿De dónde viene la idea de escribir un libro?
–Es un proyecto de hace meses, casi un año. No es un libro ni de piragüismo ni autobiográfico, es más un libro para despertar la ilusión y la motivación de la gente. Es muy importante que todos tengamos metas. Da igual la edad, las condiciones o las capacidades que tengamos, siempre tenemos que tener algo en mente. Por lo menos a mí es lo que me ha servido. El sueño tiene que ser exigente, pero alcanzable, y hay que ir creciendo paso a paso.
–Pero empezó en el fútbol...
–Siempre me han dado a elegir, a pesar de que mi padre era piragüista. Y elegí ser futbolista porque al final estaban los chavales de mi clase, había más niños... Lo pasaba mejor, sinceramente. Pero era malísimo.
–¿De qué jugaba?
–Era delantero, pero que va. Chupaba más banquillo... No metía ni un gol. Era muy rápido, eso sí; corría la banda como un galgo. Aunque a mitad de temporada ya no me gustaba, mis padres me dijeron que había que acabar lo que empecé, y eso me enseñó mucho. Al año siguiente decidí volver a la piragua, que me gustaba también y se me daba bastante mejor. Y menos mal...
–¿Ha pensado cuántos kilómetros ha recorrido o cuántas paladas ha dado en su vida?
–Uff. No sé, millones de paladas salen casi en una temporada. Y kilómetros, para dar la vuelta al planeta varias veces seguro.
–¿Ir a la Blume de joven fue de lo más complicado?
–El primer momento fue duro, a los tres días ya se me había pasado. Estabas en Madrid con 15 o 16 años, con un grupo de chavales con la misma edad... Lo pasé genial. Pero es verdad que estar lejos de la familia es el mayor sacrificio que he tenido que hacer.
–En el libro habla del físico, de la mente y de las relaciones sociales, algo en lo que no se suele incidir tanto...
–Casi todos los deportistas le dan mucha importancia al tema físico y al mental, que quizá es lo que marque la diferencia en el deporte de élite. Del pilar social no se habla tanto y para mí es muy importante, un apoyo. Si no tengo un pilar social que me quite la obsesión por entrenar, si no tomo una caña o voy a cenar o me rodeo de mi gente... Esto me ayuda a tener otra mentalidad y ésta me ayuda a entrenar mejor. Va todo ligado. En 2015 dejé un poco de lado el pilar social para preparar el Mundial y me obsesioné tanto que fallé. Incluso pensé en retirarme.
–¿De verdad?
–Hablé hasta con un miembro del CSD para comentarle que estaba desmotivado, que igual anunciaba... Estuve a punto de dar el paso, pero se me pasó el calentón, me fueron animando mi mujer, mi familia, mi entrenador, y me volvió la ilusión.
–¿Ha tenido que renunciar a mucho de su hija por preparar los Juegos de Río?
–Me he pasado muchas horas fuera de casa, pero es como cualquier trabajo... Es duro, yo además viajo mucho, tengo compromisos, concentraciones en Sevilla, estás un mes fuera, y eso con una niña de dos años, cuando vuelvo, ha cambiado; parece que ha crecido un palmo. Ahora con el Facetime y eso estás todo el día en contacto, pero no es lo mismo.
–Pero, ¿ser padre le hizo madurar o fue una motivación extra?
–Claro, te cambia la mentalidad, maduras de golpe, de un día para otro. Tienes otro tipo de preocupaciones, todo gira alrededor de tu hija. Yo ya no voy a estar tranquilo en mi vida. De por vida van a ser preocupaciones... O sea, hay muchas alegrías, pero sí es una responsabilidad y te genera unos miedos. Es otra forma de ver la vida, pero es la mejor etapa que estoy teniendo porque es la que me da más felicidad.
–Y el segundo está en camino...
–Sí, en diciembre.
–En su faceta de policía, ¿le han dicho alguna vez algo desagradable por ser conocido?
–No, desagradable no, al revés, les llama la atención. Nunca me ha pasado nada raro y ahora me han cambiado, ya no estoy en la calle, estoy en participación ciudadana, que es otro grupo, ir a dar charlas a colegios, con adolescentes, para el tema de las drogas, de las redes sociales, contra el bulling... Es una forma de aportar algo a la sociedad y que sea seguro para mí. Los niños te miran como alucinados, preguntan por cuántas horas entreno, alimentación, anécdotas. Y ahora por MasterChef, je, je.
–¿Es más famoso por MasterChef que por sus medallas?
–MasterChef lo ven tres millones de personas y está llegando a un público diferente al que estoy acostumbrado, pero a lo mejor gracias a MasterChef descubren mi deporte. Una cosa me ha venido bien para la otra, no me arrepiento, no me importa que me reconozcan por esto.
–Catalán, policía... ¿Cómo vive la situación de Cataluña?
–Como catalán, con tristeza. Soy catalán y me siento orgulloso; soy español y me siento orgulloso y siempre he defendido a España donde he ido; llevo 17 años viviendo en Asturias, mi mujer y mis hijas son asturianas, soy policía... La verdad es que me siento orgulloso de todo. Me da pena esta situación, espero que todo se relaje un poco y que vuelva a su cauce, porque es malo para todo: la economía, la situación en la calle...
–Esto ha servido para hacer público el debate sobre la equiparación salarial de Policía Nacional y Guardia Civil con el resto...
–Es una lucha de muchos años y estoy completamente a favor de ella. Me parece súper injusto que haya policías que por 1.400 o 1.500 euros estén jugándose el pellejo en la calle. A ver si de una vez por todas eso se soluciona, porque no es ni medio normal.
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