Liga de Campeones
Atlético de Madrid - Inter de Milán (2-1), Otra noche mágica en el Calderón
Metropolitano recuperó el espíritu del viejo estadio rojiblanco para que el Atlético superara al Inter en la tanda de penaltis
Hay partidos que se juegan con el alma. Con la cabeza y con las piernas, pero también con las gargantas de los aficionados que llenan estadios como el Metropolitano, capaces de empujar el gol de Memphis que dio media hora más de vida al Atlético para resolver el enredo que se le había quedado a medias.
Hay jugadores como el neerlandés que se sienten cómodos en esos momentos en que los nervios inundan la grada y el césped. Futbolistas con la inconsciencia necesaria para que los partidos no les pesen cuando se ponen complicados. Entró en el césped cuando faltaban poco más de diez minutos para que acabara el partido, pero le dio tiempo a amenazar con un disparo al poste y a marcar el gol que llevaba el partido a la prórroga. Siempre dijo Simeone que era injusto que las eliminatorias se decidieran por los goles marcados fuera de casa en caso de empate. Una norma derogada que hubiera dejado al Atlético fuera de Europa sin posibilidad de disputar la prórroga.
Pero el partido llegó a los penaltis. Y ahí volvió a marcar el Metropolitano. O a parar. Porque eso es lo que hizo con los jugadores del Inter. Marcó Çalhanoglu el primero, el especialista, y respondió Memphis con un latigazo imparable para Sommer. A partir de ahí el Inter se dejó atrapar por las gargantas de los seguidores rojiblancos. Inzaghi guardó para el final a Lautaro, su capitán y uno de los mejores lanzadores a pesar de que la lógica dice que los mejores deben lanzar el primero y el tercero. El que marca el camino de la tanda y el primero que puede decidir. Por eso Maradona lanzaba siempre el tercero y por eso el ego de Cristiano, que se guardaba siempre para el quinto, se quedó muchas veces sin lanzar. Esta vez el error de Saúl, aunque en el Inter fallaron Alexis y Klaassen, permitió que se lanzara el quinto. Lautaro lo tiró a la grada y el Atlético está en los cuartos de final gracias a los aciertos de Correa y de Riquelme.
Aunque fueron tan locos los últimos minutos de los 90 que el partido podía no haber llegado ahí. Una locura de esas que sólo se pueden vivir en las eliminatorias, en esos partidos que tienen el aroma de la vieja Copa de Europa. Cuando fútbol era fútbol. Riquelme mandó a la grada un balón que lo buscó en el área sin que nadie le incomodara y que pedía gol.
Pocos equipos hay en el continente con la solvencia y con la personalidad del Inter. Siempre se sabe lo que puede ofrecer el actual subcampeón de Europa. Pero el Atlético, que a veces es una ruleta rusa, no se dejó impresionar por la presentación del equipo italiano. Un muro en defensa por donde el Atlético no era capaz de entrar, un equipo que saca la pelota desde el fondo con seguridad y que sale al contraataque sólo para hacer daño. Y así llegó el gol de Dimarco que parecía mandar al Atlético a la lona. Una jugada espectacular en la que acabaron combinando en un triángulo Lautaro, Bastoni y Barella antes de que la pelota llegara a Dimarco para poner por delante a su equipo.
Pero el Atlético, que tiene personalidad múltiple, sacó su mejor cara para dominar a un equipo que no había perdido en lo que llevaba de año. Pero el equipo de Simeone es imprevisible, igual que Memphis. Aunque el gol que permitió al Atlético mantener la ilusión encendida fue de Griezmann. Reaccionó dos minutos después de que marcara Dimarco y fue como si no hubiera pasado nada.
Como si todo volviera a empezar 125 minutos después de que naciera la eliminatoria en Milán. Y con más tranquilidad, el Atlético se fue acercando al área de Sommer y a la victoria, Seguía inquietando el Inter en los contraataques que desperdiciaba con la misma facilidad con que los montaba. Daba la sensación de que siempre elegían mal sus futbolistas. Incluso en superioridad.
Daba la sensación de que les sobraba todo, convencidos de que iban a pasar la eliminatoria de cualquier manera. No transmite Inzaghi a sus futbolistas el temor que les traslada Simeone. Le sucede siempre, le puede la prudencia después de que las decisiones audaces le lleven a situaciones como la de forzar la prórroga contra un equipo que se imaginaba superior aunque no siempre lo fuera en el partido. Esa prudencia le llevó a mandar al campo a Saúl y a Azpilicueta en lugar de Griezmann y de Llorente. Pero esta vez no hubo castigo.
No echó de menos el Atlético a Griezmann en la tanda. Faltaba el 7, pero tenía miles de gargantas dispuestas a hacer lo que hiciera falta para superar la eliminatoria. Dispuestas a seguir el camino que había marcado Memphis con sus goles. Y a rugir como si fuera el Calderón. El espíritu del viejo estadio lleva al Atlético a cuartos.