Amarcord
Supervivientes y forjadores de la leyenda del United
El entrenador y el capitán del primer título europeo del Manchester United estuvieron a punto de morir en un accidente aeronáutico hace 65 años
Nunca la imagen de la mitológica Ave Fénix, resurgiendo de sus cenizas, estuvo tan ajustada a la literalidad como con el Manchester United, monumento del fútbol inglés que se consagró por primera vez en la Copa de Europa gracias a dos figuras escapadas milagrosamente de una muerte trágica. Cuando su capitán, el 29 de mayo de 1968, levantó al cielo de Londres la primera Copa de Europa ganada por un equipo inglés, después de ser la estrella del título mundialista del 66 conquistado en ese mismo templo de Wembley, la memoria de los aficionados se retrotrajo a la tragedia acaecida diez años antes en el aeropuerto muniqués de Riem.
El Manchester United había ganado la liga 1956/57 gracias al sistema implantado por Matt Busby, un visionario escocés que accedió al cargo al terminar la II Guerra Mundial y se mantuvo en él durante veinticuatro temporadas. Este ex delantero del Manchester City revolucionó el fútbol profesional con medidas como obligar a los jugadores a realizar tareas administrativas en el club o la alineación a mansalva de juveniles para fomentar la competencia con los séniores. En la campaña de su tercer título (ya había sido campeón en 1956 y 1957), la media de edad de su once era de 22 años.
Los jóvenes Diablos Rojos eran firmes candidatos al título europeo en la campaña 57/58, acumulada la experiencia de la segunda edición, en la que el Real Madrid los eliminó en semifinales. El Dukla Praga no fue rival para ellos en la primera eliminatoria y al poderoso Estrella Roja, en cuartos, lo superó haciendo bueno el 2-1 de la ida con un espectacular 3-3 en el Estadio de la Armada Yugoslava. Fue el último partido que jugaron muchos miembros del equipo.
Al día siguiente, el Airspeed Ambassador que operaba el vuelo chárter 609 de la British Airways salía de Belgrado hacia Manchester con escala de repostaje en Múnich. El comandante, James Thain, abortó los dos primeros intentos de despegue desde el aeropuerto de Riem por lo que pensó que era un fallo del motor. A la tercera, el avión tomó unos metros de altura, por fin, pero fue a estrellarse después de varios segundos de bandazos contra una casa deshabitada. Murieron 23 pasajeros, entre ellos ocho futbolistas, y sobrevivieron 21 personas, entre las que se contaba el piloto, a quien las autoridades alemanas se apresuraron a señalar como culpable.
Durante el juicio contra Thain, las pruebas periciales y los testigos demostraron su inocencia, por lo que fue absuelto, y establecieron la responsabilidad de los servicios de mantenimiento del aeródromo, que no advirtieron que la aguanieve acumulada sobre la pista haría perder velocidad al aparato e impediría, en consecuencia, que ganase altura. El calvario judicial se prolongó hasta mediados los sesenta, sin embargo, un periodo infausto para el piloto, que fue despedido fulminantemente por la compañía aérea y vivió hasta el fin de sus días retirado en una granja. Mientras la justicia alemana deliberaba, Matt Busby reconstruía al Manchester United alrededor de la figura imperial de Bobby Charlton, el primer deportista británico que fue nombrado Caballero del Imperio con el título de «Sir».
El entrenador escocés siguió en su línea de apostar por los jóvenes, aunque siempre respetando la figura de su capitán, cada vez más venerable a medida que ganaba prestigio y perdía pelo. En la temporada 62/63, volvió a tocar plata con la FA Cup y en la 64/65, la de la fulgurante aparición de un adolescente George Best, el mayor genio futbolístico que han dado las Islas Británicas, conquistó la liga como preludio al Mundial ganado por Charlton y Nobby Stiles, uno de esos centrales con alma de sicario que no hacía prisioneros. Ya estaba armado el equipo que goleó al Benfica de Eusebio (4-1) en la final de la Copa de Europa.
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