Opinión
Lo de Pedri y Gavi es otra historia
Uno es un futbolista entre un millón, pero es que el otro atesora el instinto asesino que diferencia a los deportistas muy buenos de los que son únicos
Descomunal partido el que jugó el Barcelona en la final de la Supercopa en Riad. El equipo entero, en todas sus líneas, desde Ter Stegen hasta Lewandowski, estuvo sobresaliente, pero si hay que resaltar un jugador entre los de Xavi Hernández fue obviamente el MVP, Gavi, que a sus 18 años se ratifica como el mejor futbolista español del momento. Endosó a Courtois un golazo y regaló dos asistencias decisivas. El número dos hay que otorgárselo a un Pedri que dio una memorable asistencia de gol y metió otro. El cuasiperfecto encuentro de ambos ratifica el desastre que fue en el Mundial Luis Enrique. Teniendo a estos dos peloteros, superlativos los mires como los mires, resulta inaudito que te eche a las segundas de cambio una selección (Marruecos) que por mucho que terminara cuarta no deja de ser peor que La Roja.
Pedri es sencillamente muy bueno, un futbolista entre un millón, y va a hacer cosas muy grandes. Que no le quepa ninguna duda a nadie. Pero lo de Gavi es harina de otro costal. Además de un talento infinito, atesora en cantidades industriales ese instinto asesino que es el que diferencia a los deportistas muy buenos de los únicos. No da una pelota por perdida, se pega con el que haga falta por mucho que sea más grande que él –lo cual no es muy difícil– y goza de una puntería y una velocidad que para sí quisieran muchos delanteros de postín. Razón por la que, antes o después, acabará desempeñándose en la punta del conjunto blaugrana.
Se me olvidaba destacar a otro discípulo de Xavi que también se salió del mapa: Balde. La primera gran conclusión que hay que extraer es que se antoja incomprensible que Jordi Alba sea más titular que el lateral de raíces dominicanas. El desborde que ejecutó frente a Carvajal en la ocasión marrada por ese quiero y no puedo que es Dembélé fue para guardarla en el disco duro y verla cien veces si es preciso. Xavi ganó la Supercopa aplicando la misma táctica que en ese 0-4 de marzo de 2022 en el Santiago Bernabéu, en el que una de las claves fue el desplazamiento al lateral de Araújo para secar a Vinicius. A nadie se le escapa que sin el brasileño el Madrid es hoy por hoy poca cosa. Benzema tiene pinta de estar en el comienzo de su declive y a Modric no solo le pesa el Mundial sino también los 37 años que acumulan sus piernas.
Sea como fuere, a los blancos no les gusta enero. Este mes se ha tomado siempre como una etapa valle, de bajada de ritmo, para coger fuerzas y pegar el apretón en febrero que es cuando vuelve esa Champions que está incrustada en el ADN madridista y que relega a las demás competiciones a la categoría de secundarias. En este mismo mes, pero de 2021, los merengues cayeron en semifinales de la Supercopa frente al Athletic Club y protagonizaron un «Alcoyanazo» que fue el principio del fin de esa segunda parte de Zinedine Zidane que, sobra recordarlo, fue indiscutiblemente peor que la primera. Enero de 2018 tampoco fue mucho mejor con un Leganés que eliminó a los blancos en Copa del Rey. Tres cuartos de lo mismo sucedió por estas fechas en 2015, con el primer Ancelotti, donde la derrota frente al Atlético dejó a los de Chamartín en la cuneta en la lucha por la Liga.
Una cosa está clara: al plantel de Carletto le falta pólvora, entre otras cosas, porque nadie previó que Benzema está en el ocaso de su carrera por obvias razones biológicas que nadie puede discutir. Y en el centro del campo se nota la ausencia de Casemiro, el hombre que ha vertebrado magistralmente al equipo durante nueve años y que ahora sostiene al Manchester United, tanto o más que la de un Tchouaméni que pronto volverá y que aún tiene mucho que demostrar. Moraleja: o el Real Madrid aprovecha los quince días que quedan de enero para fichar algún mirlo blanco o lo pasará mal.
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