Si usas esta palabra está claro que eres de Salamanca
La forma de hablar y los términos que utilizamos pueden delatar el origen sin que uno se dé cuenta
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Uno de los mayores logros del idioma español es su grandísima riqueza en los términos. Según la RAE (Real Academia Española), se estima que actualmente nuestra lengua contenga más de 93.000 palabras distintas. En todo el mundo, el español sería la segunda lengua materna más utilizada, con más de 474 millones de hablantes nativos.
El hecho de hablarse en lugares tan lejanos del globo terrestre como Filipinas, México o Guinea Ecuatorial, hace que el español tenga cientos de acentos o incluso términos distintos dependiendo del lugar donde se encuentre uno. Lo que para un español es un autobús, para un argentino puede ser un colectivo. Además, la riqueza del idioma ha provocado incluso que se desarrollen palabras propias a nivel local o regional. En el caso del transporte público, siguiendo el ejemplo anterior, un español canario se referiría a ello como guagua.
Se conoce como 'localismo' a los vocablos o locuciones que solo tienen uso en un área restringida. Hoy en día, con las nuevas tecnologías y las redes sociales hemos asistido a una capacidad de comunicación sin precedentes en la historia. Al multiplicarse las interacciones con habitantes de otras ciudades o regiones, muchas personas se han dado cuenta de que algunas palabras que utilizaban en su día a día son desconocidas fuera de su ámbito local.
Sin embargo, al compartirse, muchas de ellas llaman la atención y pasan a ser utilizadas fuera de la región, por lo que pierden en parte de localismo en área limitada y se usan en otras partes. Aun así, existen todavía cientos si no miles de palabras de las que nos sorprendemos al descubrir que compatriotas de pocos kilómetros más allá de nuestras ciudades o provincias no conocen su significado.
Aunque se intente ocultar la procedencia por algún motivo, lo cierto es que se transmite tanta información en la forma de pronunciar las palabras como en los propios términos en sí que se escogen. Entonces, la elección por un verbo o un sustantivo al hablar puede delatarnos como 'autóctonos' de una ciudad o región concreta.
Salamanca es una provincia con más de 325.000 habitantes, según las últimas cifras compartidas por el INE (Instituto Nacional de Estadística) este 2024. Su capital es a veces llamada "la capital del español" porque, según se dice, es uno de los lugares donde de habla un castellano más pulcro de toda España. Aunque en realidad este sobrenombre le venga realmente por contar con una de las universidades más antiguas de Europa, y muy orientada a lo relativo a los idiomas y las letras.
Pero la aparición de 'localismos' no solo es inevitable, sino que tampoco hace el uso del lenguaje menos puro. Prácticamente todas las regiones españolas cuentan con términos y usos de los verbos propios que generan una gran riqueza lingüística. Salamanca no podía ser una excepción y, aunque tiene varios de estos vocablos propios, hoy hablaremos de uno en concreto que resulta muy gráfico y curioso.
Se trata ni más ni menos que del verbo reflexivo 'aparranarse', que define la acción de una persona que se tumba en posición horizontal y ocupando el mayor espacio posible. Aunque puede conocerse en provincias cercanas, su uso está prácticamente delimitado a Salamanca, donde es de uso común. El origen deriva de la forma en la que crecen algunas plantas.
Se utiliza especialmente con la vid, pero también para otras especies: una parra es una planta de la uva que extiende mucho sus vástagos, es decir, que ocupa el espacio horizontalmente y no en vertical, como podría ser trepando por un tronco o pared. Esta cualidad de la vid acabó por derivar en el verbo 'aparranarse', o sea, extenderse como este tipo de plantas.
'Aparranarse', entonces, hace referencia a una acción que suele dejar una sensación agradable, especialmente después de un duro día de trabajo: dejar caer el peso del cuerpo sobre un espacio horizontal (cama, sofá, etc.) e intentar abarcar con las extremidades la mayor superficie posible, como si a mayor espacio ocupado mayor fuese también la satisfacción o el descanso.