Buscar Iniciar sesión

Tarde de verdades a un paso de la tragedia y el triunfo

Adrián de Torres malogra una gran faena con la espada, esfuerzo de Román y espantosas cogidas de Ángel Sánchez
Descripción de la imagenFERNANDO VILLAREFE

Creada:

Última actualización:

Adolfo Martín, nada menos, llegaba en la segunda de Otoño. Las cabezas a cavilar y los corazones a bombear. La vida en un ruedo. Un mundo de incertidumbres que sobreviven en alrededor de dos horas. O tres. Quién sabe. Adrián de Torres venía a confirmar la alternativa y lo hacía avalado por las buenas sensaciones. “Sevillanito” no se lo puso fácil. Al toro le faltó fuelle, por suerte, porque las ideas eran de orientado. Sabes de esas veces que a mitad del muletazo el toro recorta el viaje y el torero se queda atrapado sin salida justo detrás de los pitones sin saber muy bien cómo salir ileso de ahí... Pues eso ocurrió en varias ocasiones. Adrián no tenía grandes ocasiones de lucimiento, pero hizo las cosas, todo, de principio a fin, con una verdad apabullante, igual no de la que trasciende o ni tan siquiera es valorada, pero eso acaba teniendo su recompensa en algún momento del camino. Lo tragó y el toro acabó pasando más de lo que quiso. La espada se le fue a abajo, la suerte la hizo perfecta.
Se le atravesó en el cuarto después de bordarlo. Qué pena. El toro tenía una nobleza y un temple exquisito, porque tomaba la muleta por abajo. Adrián necesito un compás de espera para acoplarse, pero los pases después fueron deliciosos. Lentos, encajados y a la cadera. Crujía Madrid en esa ecuación perfecta que mereció mejor final. Buen torero con mala espada.
Ya se quedó corto el segundo en la capa de Román en los primeros lances. Después hizo un esfuerzo tiránico. Fue toro encastado, que acudía con todo, que radiografiaba en cada arrancada, una bestia que se orientaba en cada viaje. Uno de esos toros que si hacía presa no perdonaba. La emoción era una realidad. La verdad de Román otra. Serio, sincero, sin resquebrajarse en ningún momento.
El quinto andaba flojo de remos y eso condicionó toda la faena. A pesar de que el toro tuvo su miga ya no llegó al tendido el esfuerzo de Román, que estuvo desatinado con la espada.
Adrián de Torres lo bordó en el quite por gaoneras en el toro de Ángel Sánchez y este replicó con mucho gusto. Bien por los dos. Era su toro. Espectacular Curro Javier con los palos. Llegó al último tercio con poco fondo el animal y escasa opciones para Sánchez.
Sufrimos mucho con el sexto, que fue un cabrón. No perdonó a Ángel Sánchez desde uno de los primeros muletazos y lo cogió con toda la furia. Bestia. Se repuso como pudo y siguió haciendo un esfuerzo sobrehumano porque lo que tenía delante era simplemente para salir corriendo. Al entrar a matar, el encontronazo fue fatal y entonces el torero quedó inerte sobre el ruedo y lo llevaron con urgencia a la enfermería. Dura la tarde, como es la profesión. La locura de la tauromaquia. Había mucha verdad en todo lo que ocurría y emoción y entrega. Habíamos estado a un paso del triunfo y a otro de la tragedia. Sin movernos del sitio. Y así era, no nos queríamos ir sin saber las noticias de la enfermería.

La ficha

Las ventas. Segunda de la Feria de Otoño. Toros de Adolfo Martín, bien presentados. El 1º, orientado; el 2º, encastado; el 3º, deslucido; el 4º, con temple y entrega; el 5º, flojo y orientado; el 6º, peligrosísimo. Más de media entrada.
Adrián de Torres, confirmaba, de blanco y oro, estocada baja (palmas); siete pinchazos, dos avisos, cinco descabellos (palmas).
Román, de blanco y plata, pinchazo, contraria y perpendicular, descabello (saludos); estocada que hace guardia, dos descabellos, (silencio).
Ángel Sánchez, de espuma de mar y azabache, pinchazo, estocada (silencio); estocada trasera y cogido. Adrián de Torres descabella en su lugar (silencio).

Parte médico de Ángel Sánchez:

«Cornada en el tercio superior cara posterior del muslo. Pronóstico reservado».