En hora, y con el ritmo ceremonioso de una Misa de Gallo o la inauguración de unas rebajas, las puertas de la segunda planta del Centro Botín de Santander se abren a la Prensa. Hay expectación, hay dudas, pero sobre todo hay ganas de saber qué nos convoca exactamente. En el espacio, níveo y diáfano gracias a la niebla que cubre espectacular la bahía, tan solo un biombo que ejerce de expositor: «La adoración de los pastores», pintada por El Greco para Toledo en el S. XVII, recibe imponente al visitante, aunque tan solo se antoja aperitivo para con lo que está por venir.
De pronto, tres sujetos se colocan silentes en el suelo, en una posición fetal que da con sus frentes en el piso. Entre quejidos y notas sostenidas, los cuerpos se retuercen como para darnos la sensación de estar viendo algo digno de «Suspiria» (1977), de Darío Argento. La distancia, claro está, pasa por la cotidianeidad de las vestimentas, como queriendo dar una sensación de muestra homogénea de la sociedad. Y así, sin que se detenga el cante, una madre y su bebé llegan a protagonizar la escena. Hay algo, en el complejo todo, que invita a la paz, al descubrimiento de la propia identidad y, sí, a un diálogo efectivo con la obra de El Greco, como haciéndonos partícipes de un nuevo Nacimiento. Esta vez laico. Esta vez contemporáneo. Luego llega un segundo bebé con una segunda madre y, al final, la escena se cierra con un tercer niño, de edad ligeramente más avanzada, que llega por su propio pie, como dando a entender que hasta la inocencia más elocuente tiene un final planeado.
El arte sin objetos
Tino Sehgal trabaja con situaciones, no con objetos. Sus estudios en danza y economía política le han proporcionado un conjunto de herramientas a partir de las cuales actuar en el interior del museo, e interrogar así ya no sólo sus propios límites institucionales, sino los de todo el sistema-arte. Sus obras suelen seguir una estructura muy característica y fácilmente diferenciable. En This is Propaganda (2002), un vigilante de seguridad de la Tate Modern volvía su cara hacia una de las paredes de la sala y cantaba: «This is propaganda, you know, you know. This is propaganda, you know», para, a continuación de este estribillo, añadir el nombre del artista, la fecha de la obra y cuándo fue adquirida.
La totalidad de las piezas de Sehgal se ejecutan bajo un estricto reglamento que implica la prohibición de cualquier tipo de registro fotográfico o audiovisual, la ausencia de inauguración y de notas de prensa, y un tipo de transacción entre artista y cliente a través de un acuerdo verbal –nada escrito–, refrendado por una tercera persona –el director de la institución en cuestión o un notario–. Los intérpretes permanecen anónimos y su reclutamiento puede llegar a durar un año –cada uno de ellos debe someterse a una reunión de dos a cuatro horas.
Declara Tino Sehgal que toda su obra se basa en la pregunta: «¿Qué puedes hacer en lugar de producir objetos?». En esta interrogante, el «en lugar de» adquiere la máxima relevancia, ya que introduce la necesidad del museo. La ausencia de objetos sólo se advierte en toda su dimensión cuando sucede en un lugar que tradicionalmente expone objetos . Es cierto que las acciones de Sehgal toman prestados algunos aspectos de la lógica del objeto material: su tiempo de exhibición coincide con el horario de apertura del museo, y todas ellas se conciben como ediciones limitadas. Pero, aun así, es indudable que toda su obra descansa en la negativa a asumir un modelo de transformación de los recursos naturales. Sehgal no pretende cuestionar tanto la economía de mercado cuanto la voracidad transformadora del sistema capitalista. De ahí el protagonismo que la danza adquiere en sus piezas. Desde su punto de vista, la danza provee un interesante modelo de producción por el que el proceso creativo no se transforma en objeto alguno, sino en arte. Y, como experiencia artística sin concreción material alguna, desaparece y no deja rastro. La danza permite, al mismo tiempo, producir y de-producir, procurando una circulación de bienes que no implica transformación de material alguna.
Pedro Alberto Cruz Sánchez
La «performance», algo más de media hora de arte vivo al que Sehgal prefiere llamar «interacción», no sorprende a quien ya conozca su trabajo, poco amigo de la reproducción -el artista no permite tomar fotografías de la misma ni siquiera a los medios-, pero sí a quien espere darse de bruces con la exposición canónica. «Siempre hemos querido sorprender, ampliar los horizontes del Centro Botín», explicaba Bárbara Rodríguez, directora de exposiciones, antes de que tomara la palabra el propio Sehgal: «Llevo años buscando revertir los tópicos, los clichés repetidos del arte. Por eso hice una intervención antes con los besos, y por eso he vuelto al tópico por antonomasia del arte religioso. No estaba muy familiarizado con la obra de El Greco, pero este cuadro despertó en mí algo distinto», señaló el artista. Y así, la «interacción» de Sehgal involucrará hasta a doce familias cuidadosamente escogidas por él, con sus doce bebés, y que se desplazarán hasta Santander para hacer vida en la ciudad y formar parte de la presentación hasta el próximo 11 de febrero. Queda por ver, eso sí, si los mecanismos contemporáneos lograrán apelar o no a la emotividad del visitante.