La tierra de Alvargonzález
Fue en zona soriana donde Antonio Machado vivió algunos de sus episodios literarios más recordados en un lugar donde las leyendas han estado históricamente enraizadas
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La historia mítica de España también es la geografía de la España negra, jalonada de crímenes famosos y de asesinos de familiares y amigos. La sangre derramada en la tierra de Castilla, roja por ello y amarilla de trigo –o acaso del oro pálido de la ambición–, ha engendrado leyendas de numerosos criminales de dimensiones míticas que pueblan pueblos, llanuras bosques y valles. Hay tierras malditas o yermos creados por el pecado original de haber derramado la sangre de la familia, de padres, cónyuges o hijos, en un motivo de la narrativa patrimonial tan antiguo como el ser humano. La tragedia griega, que toca todos los temas tabús de la humanidad, desde el incesto al parricidio o la antropofagia, sabe mucho de esas historias que constituyen el núcleo esencial del horror legendario y que, pese a su atrocidad, contienen lecciones mitológicas inolvidables. En nuestra geografía mítica, los campos de Castilla están surcados del reguero de esa sangre de crímenes famosos que se pueden recordar casi en cada pueblo y que son romanceados por andariegos recitadores desde León a Soria. Cuentan historias con matices casi sobrenaturales de parajes baldíos por asesinatos, violaciones o mutilaciones que todavía hoy resuenan en cada aldea.
A comienzos del siglo XX el gran poeta Antonio Machado recibió cuentos de campesinos en Soria que hablaban de unas tierras antaño fértiles pero que fueron condenadas con la maldición de la esterilidad por un crimen familiar que nada tiene que envidiar a la más cruenta de las tragedias griegas. De ahí nació el cuento romanceado de «La tierra de Alvargonzález», con inolvidables estrofas con las que Machado rendía tributo a la forma clásica del romance octosílabo, que recoge este tipo de leyendas en los pliegos de cordel y en los romances de ciego. La historia es la del crimen brutal de dos hermanos que asesinan a su padre para quedarse con sus tierras. Estas quedan malditas e incapaces de generar vida –el viejo motivo de la tierra baldía– hasta que se restablezca la carencia o la falta que, siguiendo la morfología del cuento de Propp, acabe por cerrar el ciclo. Puro folclore, el de los tres hermanos –los dos malvados y el pequeño bueno– de las tierras de Castilla que se mezcla con las noticias de la crónica negra legendaria: «Mucha sangre de Caín / tiene la gente labriega / y en el hogar campesino / armó la envidia pelea. / Casáronse los mayores; / tuvo Alvargonzález nueras, / que le trajeron cizaña / antes que nietos le dieran./ La codicia de los campos / ve tras la muerte, la herencia,/ no goza de lo que tiene / por ansia de lo que espera». El esquema de la tragedia griega, que es tragedia familiar universal, habla a menudo, en las bodas o en la convivencia, de la problemática adaptación de la familia de sangre y la familia política.
Versos y geografía
Un sueño casi bíblico predice el parricidio y la maldición. Sueña Alvargonzález que «levanta / en brazos al más pequeño /y en sus rodillas lo sienta: / –Tus manos hacen el fuego… / Aunque el último naciste / tu eres en mi amor primero. / Los dos mayores se alejan / por los rincones del sueño. / Entre los dos fugitivos / reluce un hacha de hierro». El pequeño se ausenta y acabará volviendo rico como indiano después del crimen, que se concreta de la peor manera, entre lo onírico y lo real –«Soñando está con sus hijos, / que sus hijos lo apuñalan; / y cuando despierta mira / que es cierto lo que soñaba»– , con el ocultamiento del cuerpo que maldice la tierra para siempre, mientras el pequeño está haciendo las Américas.
Estos versos están indisolublemente ligados a una geografía mítica muy particular, la de Soria, que es fundamental para el cuento. El impresionante relato tiene su epicentro en la Laguna Negra, en los Picos de Urbión, y en esa tierra soriana en la que vivió el poeta andaluz algunos de sus episodios literarios más recordados. «Soy hombre –decía– extraordinariamente sensible al lugar en el que vivo. La geografía, las tradiciones, las costumbres de las poblaciones por donde paso, me impresionan profundamente y dejan huella en mi espíritu […]. Soria es lugar rico en tradiciones poéticas. Allí nace el Duero, que tanto papel juega en nuestra historia. Allí, entre San Esteban de Gormaz y Medinaceli, se produjo el monumento literario del «Poema de Mio Cid»: […] Subí al Urbión, al nacimiento del Duero. Hice excursiones a Salas, escenario de la trágica leyenda de los Infantes. Y de allí nació el poema de Alvargonzález». Al final, los malvados son castigados en una mezcla de mundo real y sobrenatural. Pero la leyenda ha quedado ligada para siempre al lugar, « y camino del hayedo / se vio un reguero de sangre» que se va expandiendo por la geografía mítica de estas historias quintaesenciales.