TEFAF une a Miguel Ángel y Velázquez
La Feria de Maastricht expondrá juntas el óleo de Jerónima de la Fuente del artista sevillano, un retrato que sostiene en sus manos un crucifijo original de Buonarotti


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En 1620, con 21 años, Velázquez emprendió el retrato de una monja de extrema devoción y vida asendereada que había recalado en Sevilla en su camino hacia el puerto de Cádiz para saltar a tierras americanas. Jerónima de la Fuente era una religiosa de expresión dura y gesto parco, lo que articulaba bien con el barroco, y que inició uno de esos periplos que solo imagina Homero. A través del Atlántico, llegaría al Virreinato de Nueva España, de ahí pasaría al Océano Pacífico a Manila, una de las grandes plazas españolas en Extremo Oriente y una ciudad con las aguas infestadas de piratas y gentes de mal vivir y de pocas o escasas ambiciones éticas o morales. Un personaje de esta alcurnia vital resultaba toda una tentación para cualquier retratista y más para el sevillano, uno de los pocos que sabían añadir a los rasgos las pinceladas de la personalidad, esa abstracción que él sabía bien aprehender con las duras mezclas de la paleta. Una de las dos versiones que existen de esta pintura se conserva en el Museo del Prado y el otro permanece en manos privadas. Lo que nadie esperaba encontrar en este lienzo es el guiño que Velázquez incluyó en el crucifijo que sostiene esta madre superiora y que ahora, en los preámbulos de la apertura de la edición de 2025 de TEFAF Maastrricht, ha salido a la luz.

Stuart Lochhead Sculpture ha anunciado la exhibición de esta pieza de Velázquez, pero no solo con el propósito de sacarlo a la venta, sino también para carearlo con un crucifijo en bronce del propio Miguel Ángel, que, curiosamente, también ha permanecido durante este tiempo en manos privadas. La pregunta es, ¿por qué Velázquez dibujaría este crucifijo? ¿Por admiración al escultor? Y, sobre todo, ¿dónde encontró su modelo? Es cierto que Velázquez estuvo en Italia, pero eso sería más tarde. Al parecer existe otra probabilidad más plausible. Miguel Ángel ideó esta obra por intercesión de una mujer, Vittoria Colonna, una de las poetisas más influyentes y reconocidas del Renacimiento italiano. Una mujer que, aparte de las rimas, también sentía una devoción cristiana innegable. Por su mediación, el pintor de la Capilla Sixtina aceptó este encargo. Una pieza que fue redescubierta de manera reciente en 2023. Consiste en un bronce. En él aparece Cristo crucificado. La imagen responde a la más común, extendida y popularizada: colgado con cuatro clavos, uno por cada mano y cada pierna. Una manera de representarlo que se difundió enseguida por España y por sus posesiones de Ultramar.
Cuando los expertos estudiaron esta anatomía entrevieron enseguida las concomitancias que compartía con el estilo del florentino y las extremas similitudes que existían entre las estatuas de su autoría y esta misma. La cuestión es cómo Velázquez reparó en ella. Y dónde. Al parecer, un molde de este Cristo llegó a Sevilla en 1597 y, a partir de ahí, se divulgó y se sacaron copias. Por lo visto, Velázquez estaba relacionado con él porque en el taller de Francisco Pacheco, su maestro, había uno. Cuando se encontró en la disyuntiva de representar a Jerónima de la Fuente, no le costó nada acudir a esta figura. TEFAF ahora brinda la oportunidad de contemplar, por primera vez, estas dos obras juntas. De hecho, se ha expresado el deseo de que la persona o la institución que las adquiera, lo haga de manera conjunta, para que disfrutar de este vínculo que existe entre el gran artista del Cinquecento italiano y el gran genio del barroco español. Un diálogo que muy pocas veces se establece en la historia y que va más allá de lo imaginado por cualquier amante del arte.