'Historia de una escalera' regresa a los escenarios para reivindicar la universalidad de lo sencillo
Con un elenco de 17 actores, Helena Pimenta sube a las tablas la obra que convirtió a Buero Vallejo en uno de los dramaturgos fundamentales del pasado siglo
Madrid Creada:
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Vuelve a los escenarios madrileños «Historia de una escalera», que no se montaba en un teatro público desde que Juan Carlos Pérez de la Fuente, siempre tenaz en la defensa de la dramaturgia española del siglo XX, la dirigiese allá por 2003, cuando estaba al frente del Centro Dramático Nacional.
Helena Pimenta es la encargada de poner en pie este texto de Buero Vallejo, uno de los más conocidos y representativos de su producción, en un espectáculo que se adivina grandioso en lo que atañe a su producción, si tenemos en cuenta que detrás de ella está el Teatro Español –es la primera vez que la directora estrena en este coliseo– y que cuenta con un multitudinario elenco para encarnar los 18 personajes –no se ha eliminado ninguno– que hay en el texto original. Solo David Bueno incorpora más de uno –exactamente el del Cobrador de la Luz y el del Señor bien vestido– dentro de un plantel en el que hay nombres tan destacados como los de Gloria Muñoz, Marta Poveda, David Luque, José Luis Alcobendas, Mariano Llorente, Agus Ruiz o Carmen del Valle. A ellos se suma un equipo artístico con profesionales muy reconocidos, como pueden ser, entre otros, la vestuarista Gabriela Salaverri o el iluminador José Manuel Guerra. Incluso el propio director del Español, Eduardo Vasco, ha participado, aunque no figure en los créditos, realizando el diseño del espacio sonoro.
En cuanto a la función como tal, la escalera a la que alude el título se erige en la gran protagonista de una obra con la que Buero obtuvo el Premio Lope de Vega en 1949 e irrumpió en el panorama teatral (las piezas que había escrito anteriormente no se habían llevado aún a las tablas) cosechando un rotundo éxito de crítica y público tras su estreno ese mismo año. Precursor, en cierto modo, de la multiplicidad de historias cruzadas formando un todo argumental sólido y homogéneo –fórmula que se ha repetido después en teatro y, muy especialmente, en cine, donde ha dado magníficos resultados–, el autor alcarreño hizo confluir en torno a la mencionada escalera de una vecindad a un grupo de personas sencillas con sus particulares realidades, esperanzas y vivencias en un periodo que abarca 30 años y que se divide en tres momentos diferentes: 1919, 1929 y 1949. «A través de sus acciones cotidianas de paso –explica Pimenta– van a dejarnos conocer sus sueños, sus frustraciones, sus tristezas en una época y en un medio en que todo falta».
Los protagonistas de esta «obra de extraordinaria teatralidad» son, para la directora, «personajes aparentemente sencillos, pero de una gran hondura y complejidad». Y en ese mismo sentido se pronuncia la actriz Marta Poveda, que vuelve a ponerse a las órdenes de Pimenta para interpretar, en esta ocasión, el personaje de Carmina: «Creo que puedo hablar en nombre de todo el equipo si digo que es un texto que nos ha tocado y atravesado mucho más de lo que imaginábamos. Ha brotado en nosotros una empatía tremenda con los personajes en cuanto a la conciencia de clase y a la conciencia de género. Pero no es algo que nazca de una mirada nuestra hacia el pasado, sino que, como ocurre con todas las grandes obras, esta también trasciende el pasado y nos habla directamente del presente. Y nos damos cuenta, para bien o para mal, de que nada ha cambiado tanto».
David Luque, que da vida a Fernando, abunda en ese «descubrimiento» que han ido haciendo todos en el equipo a medida que han profundizado más en el texto: «Después de las primeras lecturas, te das cuenta de que la obra tiene una estructura como una maquinaria perfecta de un reloj, donde cada palabra, cada frase contienen mucho más de lo que en apariencia cabía atribuirles».
Pérdida de la inocencia
Como en la mayoría de obras de su autor, el tema fundamental de «Historia de una escalera» en su nivel más profundo es, dicho de una manera sencilla y genérica, el de la pérdida de la inocencia o, expresado de forma más filosófica, el del fracaso del ser humano para materializar sus sueños individuales y alcanzar la felicidad dentro de una sociedad áspera y desatenta, cuando no directamente hostil, o incluso cruel. Un asunto que Buero aborda, según la directora del montaje, «reflejando un estado de cosas que no afectaba solo a la clase media baja como la que habita la vivienda, sino a una gran parte de la población que, tras una devastadora Guerra Civil, padecía en todos los órdenes una penosa situación. Las secuelas de dicha contienda pesan en el drama humano que expresa la obra siendo un elemento fundamental para comprenderla en todo su sentido».
Para Luque, llama la atención en la pieza «la humanidad de Buero, la compasión que siente por sus personajes», algo que la directora, a su vez, ha trasladado a la propuesta: «Siguiendo su estela, hemos querido presentar, igual que él, la parte oscura de la vida; pero también la esperanza que él plantea por medio del conocimiento de las torpezas humanas y de la acción individual».
- Dónde: Teatro Español, Madrid. Cuándo: hasta el 30 de marzo. Cuánto: de 6 a 22 euros.