“Los secuestradores del lago Chiemsee” o los criminales del Imserso
Mario Gas dirige un lujoso elenco de actores veteranos en una comedia “agridulce” basada en el secuestro real de un asesor financiero por parte de un grupo de jubilados
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En el año 2010, un tribunal de Traunstein, en Baviera, condenaba a cuatro jubilados aparentemente inofensivos, con edades comprendidas entre los 60 y los 80 años, a penas de prisión que iban desde los 18 meses hasta los seis años de cárcel. El sorprendente delito del que habían sido acusados era el de haber secuestrado a su asesor financiero para que les devolviera los 2,4 millones de euros que habían perdido en inversiones después de seguir sus consejos. Sin dejar de ser trágica (la víctima aseguró haber pasado terror debido a los golpes recibidos y a las condiciones en las que estuvo retenido), la noticia de estos pudientes alemanes metidos a criminales tenía un punto de comedia berlanguiana que Alberto Iglesias detectó nada más leer. El actor, cada más afianzado en su faceta de dramaturgo, decidió escribir una obra que hablase, a partir de este suceso tan particular y alejado de nuestra geografía, sobre la crisis del mercado en primer lugar y, en segundo, sobre la crisis del hombre y sus valores. “Podemos mirar lejos para ver lo que tenemos al lado sin que nos perturbe demasiado; un poco a la manera de los clásicos”, asegura Iglesias.
El resultado de su impulso dramatúrgico es una función, ideada en clave de comedia ácida, que se llama Los secuestradores del lago Chiemsee y que ha permitido reunir sobre las tablas, junto al propio autor del texto, a un plantel nutrido de veteranos actores que no todos los días tiene uno oportunidad de ver. Nada menos que Gloria Muñoz, Manuel Galiana, Vicky Peña, Helio Pedregal y Juan Calot acompañan a Iglesias en un espectáculo a cuyo frente se sitúa otro de los más experimentados profesionales de nuestra escena: Mario Gas. “Es una comedia agridulce, mitad negra y mitad chejoviana –explica el director–, sobre unos probos ciudadanos alemanes de posición media-alta que han sido estafados por un amigo americano que les había prometido unas casas en Florida para su jubilación, y que nunca llegaron a ver. Ellos lo denuncian, pero la justicia no les da la razón; así que deciden tomarse la justicia por su mano y aplicar el ‘ojo por ojo’”.
El hecho de que, en este caso, no sean los más oprimidos por el sistema los que se vean abocados al crimen, sino las clases más favorecidas, da pie a reflexionar en la obra, según Gas, sobre algunas cuestiones importantes: “Por un lado, vemos que las personas aparentemente normales y biempensantes son igualmente capaces de llevar a cabo acciones tremendas; es esa idea de la banalidad del mal que planteaba la filósofa Hannah Arendt. Por otro lado, asistimos también a un núcleo privado donde el paso del tiempo erosiona las relaciones de las personas”.
Gas, que conoce como pocos a Iglesias, porque lo ha dirigido en varias ocasiones como actor, porque es un privilegiado lector de todo lo que escribe y porque, en definitiva, son “muy buenos amigos”, considera que la obra presenta un doble acierto en su meollo dramático: “Hay una profundización en la psicología particular y grupal de los personajes y, al mismo tiempo, hay también una indagación en el medio social y neoliberal en que se desenvuelve ese grupo y en el que nos desenvolvemos todos; un medio en el que la supervivencia, la traición y la pérdida de valores están a la orden del día. Es una obra en la que Alberto [Iglesias] vuelve a demostrar poseer grandes cualidades como dramaturgo en la agilidad de los diálogos, en la penetración de las situaciones dramáticas y en la definición de los personajes. Además, hay mucho sentido del humor, y también mucha ternura al observar a estos personajes”.
Los secuestradores del lago Chiemsee permitirá al director, por otra parte, reunirse y trabajar con un grupo de grandes y consagrados actores para los que no suele haber demasiados papeles buenos en el teatro, el cine o la televisión. “Es verdad que, sobre todo en el lenguaje televisivo, hay una mirada hacia la parte más joven de la población –reconoce Gas–; pero yo creo que el gran teatro no entiende de edades, sino de personajes. Y yo lo que tengo aquí son muy buenos personajes para una obra muy coral, y un reparto de gente extraordinaria para interpretarlos. Son actores a los que admiro y con los que da gusto trabajar por la sabiduría, la exactitud, la adecuación y la entrega que siguen teniendo”.
Ni siquiera el hecho de que esos “grandes” actores hayan podido consolidar su carrera a partir de escuelas o estilos diferentes supone un obstáculo para el director a la hora de encarar su trabajo: “Es posible que algunos hayan seguido trayectorias muy distintas, aunque otros no tanto; pero, en realidad, en el momento en que nos ponemos a trabajar, lo que hacemos todos es precisamente aprovechar esa experiencia particular que arrastramos cada uno para crear un tejido homogéneo y establecer un lenguaje común que nos permita llegar al público. Cuando cuentas con unos mimbres tan buenos como estos que yo tengo, la aventura es apasionante. Además, todos tenemos una cierta amistad, y todos nos respetamos y admiramos; eso ayuda más aún. Estoy muy contento”.
Solo hay una cosa que impide que esa alegría del director pueda transformarse en felicidad plena, y es el reciente fallecimiento del actor Ricardo Moya, que en un principio iba a formar parte de elenco y que tuvo que ser sustituido por Juan Calot. “Ha sido un golpe muy duro para la compañía porque casi todos habían trabajado con él en algún momento –reconoce Gas-. Para algunos como yo, que hemos sido amigos del alma, el palo sigue siendo tremendo; es difícil de llevar. Era un actor excelente que fue cogiendo mucho peso específico con la edad. Además, era una persona muy, muy inteligente y muy sensible; un filósofo del teatro y de la vida; y, para mí, un compañero del alma y de vida espectacular. Todos los que lo hemos querido notamos su ausencia cada minuto. Agradezco por eso a Juan Calot, otro actor espléndido y una persona muy cercana, que se haya sumado al proyecto en esta situación con tanta entrega y generosidad”.
- Dónde: Teatros del Canal, Madrid. Cuándo: hasta el 6 de marzo. Cuánto: desde 9 euros.