La taquilla del tío Tom (Cruise)
Uno de los últimos grandes héroes de la industria americana vuelve a poner su cuerpo al límite con "Misión Imposible. Sentencia mortal", la última entrega de la exitosa saga de espías
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Por mucho que los títulos de la saga que lleva años protagonizando se empeñen metafóricamente en contravenir la realidad de sus límites, podemos asegurar que para Tom Cruise no existe, a día de hoy, nada imposible. Con independencia del porcentaje arbitrario de filias y fobias que sigue siendo capaz de despertar el actor, lo cierto es que su etiqueta de último gran héroe de la industria americana nunca estuvo tan bien cosida.
Mucho ha llovido para la estrella hollywoodiense desde su aparición iniciática en "Risky Business": aquel excitante baile en calzoncillos, camisa y calcetines altos en el salón de su casa al son del temazo "Old time rock and roll" de Bob Seger y aquellas escenas tórridas con Rebecca de Mornay (con la que tuvo un breve affaire) propiciaron ya no solo que subiera gradualmente la temperatura de toda una generación ochentera americana tensionada por la amenaza del SIDA pero cómodamente apoltronada en el peldaño social de la clase media, sino que también sentaron las bases de su lanzadera profesional.
Y así, fijando el punto de referencia del comienzo del éxito en la cinta de Paul Brickman, uno analiza someramente la trayectoria del de Siracusa y asume que la toma de riesgos y la capacidad para adaptarse a los nuevos lenguajes cinematográficos han estado siempre presentes en la hoja de ruta de alguien que alcanza los 61 con un aspecto y una energía absolutamente envidiables y que ya dejó claro durante la presentación de "Top Gun: Maverick" en la pasada edición de Cannes su integridad como actor pero también como productor, asegurando que "si lo que hago tiene sentido es para ver una sala tan llena como en la que estamos. El cine es una experiencia compartida, de comunidad. Entiendo todos los aspectos del negocio, pero yo hago películas para la gran pantalla. Hay que mirar a largo plazo, no solo quedarse en el primer fin de semana". Su última apuesta, "Misión Imposible. Sentencia mortal", constituye el mejor ejemplo para ilustrar el concepto de "películas para la gran pantalla" y reafirma el sentido más positivo y sano del cine de entretenimiento.
Ésta séptima entrega de la taquillera saga de acción y espionaje (dividida a su vez en dos partes) y dirigida nuevamente por Christopher McQuarrie –sin desmerecer el potentísimo arranque de 1996 con esa primera toma de contacto dirigida por Brian De Palma–, es la culminación de todo lo que Cruise ha aprendido a lo largo de sus cuatro décadas en la industria, el producto de toda una vida en pos de la excelencia, en la disciplina exigida en cualquier momento determinado. Para muestra del sacrificio, un ejemplo: en septiembre de 2020, el primer día de rodaje de esta nueva y esperadísima entrega de la franquicia (que aterriza hoy en las salas) y en la que volvemos a deleitarnos con la pericia icónica del agente Ethan Hunt, condicionado por la tarea, esta vez, de rastrear una nueva y potente arma de inteligencia artificial para evitar que caiga en manos de villanos, Cruise –que también produce la película– saltó al vacío desde una montaña montado en moto. Concretamente, dio el salto con una Honda CRF 250 hecha a medida, desde una rampa construida ad hoc en la ladera de la montaña Helsetkopen de Noruega, una vertiginosa pared rocosa situada a unos 1.200 metros sobre el nivel del mar.
A continuación, se precipitó por el abismo, recorriendo más de 1000 metros en el vacío, antes de abrir el paracaídas a apenas 150 metros del suelo. Cuando aterrizó, el director y el pequeño equipo que comparten protagonismo con el actor en la cinta, y que se habían reunido para ver la emblemática secuencia cinematográfica desde la seguridad del campamento de rodaje, dieron un suspiro colectivo de alivio. Minutos después, sin apenas haber recuperado el aliento, Cruise volvió a prepararse y lo repitió todo otras siete veces, sólo para asegurarse de que la filmación era perfecta. "Cada vez que saltaba por la rampa, me estaba exponiendo al peligro. Me estaba jugando la vida. Y queríamos reducirlo al mínimo", aseguraba el actor en entrevista antes de dejar constancia de su nivel extremo de implicación en las escenas de acción que sostienen el grueso narrativo y técnico de la trama: "Tenemos un dicho sobre las películas de ‘‘Misión: Imposible’’: No lo hagas con cuidado. Hazlo como hay que hacerlo".
Pese a que en anteriores entregas, la estrella ya había incurrido en la realización de proezas extremas como columpiarse por el exterior del edificio más alto del mundo (el Burj Khalifa, de Dubai), colgarse de uno de los lados de un Airbus A400M en pleno vuelo y tirarse de un Boeing C-17 Globemaster III desde una altura de más de 7500 metros, convirtiéndose en la primera persona que realizaba un salto HALO (es decir, desde elevada altitud con apertura de paracaídas a baja altitud) en una película, la escena de acción mencionada fue, se mire por donde se mire, la más peligrosa de toda la carrera de Cruise.
Sazonada con las dosis esperables de adrenalina y vértigo características de este tipo de apuestas audiovisuales y acompañada de un guión enjundioso, "Misión Imposible. Sentencia mortal", se postula como uno de los grandes éxitos estivales e históricos de la taquilla para no romper con la fórmula que ha conseguido catapultarla a la categoría de una de las sagas más exitosas en términos de recaudación financiera del mundo, tal y como señala The Hollywood Reporter, cifrando la recaudación futura en 90 millones de dólares durante los cinco primeros días de exhibición. De llevarse a cabo las previsiones, se convertiría en la película de la saga de acción y espionaje con mayor recaudación en tres días realizada hasta la fecha y constataría la afirmación señalada al comienzo de este texto: nada es imposible para Tom Cruise. Ni siquiera, el éxito.