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“Parsifal”, si pero no

La obra magna de Wagner forma parte de una de las óperas en versión de concierto que viene programando desde hace meses la OCNE con bastante éxito
La Orquesta y Coro Nacionales de España
La Orquesta y Coro Nacionales de EspañaArchivo

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Obra: «Parsifal», de Wagner. Intérpretes: Bryan Register, Franz-Josef Selig, Tomasz Konieczny. Orquesta y Coro Nacionales de España. Director: David Afkham. 22-X-2023.
La OCNE viene programando con éxito algunas óperas en versión de concierto de esas que encajan con las características de David Afkham, su titular. Así ha sucedido con “Salomé” o “Tristán e Isolda” y pudo suceder con “Fidelio”. En el caso actual de “Parsifal” es una pena que se haya tocado el tercer acto aislado, ya que esta obra mantiene una continuidad espiritual y también musical con sus leiv motivs, que se pierde tal y como la hemos escuchado. Otras orquestas han elegido ofrecerla bien en tres días consecutivos, bien en tres entregas semanales sucesivas.
Música maravillosa que no sólo ha de estar bien tocada, sino que ha de transportar al oyente hasta sumergirle en un mundo de espiritualidad al que Wagner se refería como “Festival escénico sacro”. Eso es lo que recuerdo haber sentido en Bayreuth con Boulez, Barenboim, Levine o Thielemann o en Munich, siempre en Semana Santa, con Sawallisch junto a un inolvidable Fischer-Dieskau y de lo que no fui capaz de en el presente concierto.
Afkham, que tuvo que situar la orquesta sobre el escenario, optó por reducir en algo la plantilla orquestal a fin de no ahogar a los cantantes y colocar contrabajos a la izquierda, chelos en el centro y violines enfrentados. Ello podría haber repercutido en una mayor transparencia, que se consiguió en momentos, pero no en todos. Funcionó bien en el motivo de la bendición ““Gesegnet sei, du Reiner, durch das Reine” (¡Que esta pureza te bendiga, puro!) de Gurnemanz, mientras que en otros se enturbiaba la amalgama y, en bastantes se echó de menos una mayor presencia de la cuerda, bastante aplastada por metales, maderas y percusión, algo que sucedió en “hechizo de Viernes Santo”, por otra parte bien construido dinámicamente.
Entre los solistas sobresalió la veterana experiencia de Franz-Josef Selig como Gurnemanz, siempre con intención en el fraseo, aunque denote el paso del tiempo. Gustó el Amfortas de Tomasz Konieczny por su expresividad y teatralidad, mientras que Bryan Register, sólo cumplió, quedando a veces coto de aliento y sepultado por la orquesta. El coro cumplió su misión y todo sonó bien, pero un punto falto de la magia que hubiera redondeado el concierto. Todo ello no fue óbice para que un espectador incontenible clamase “¡Bravo!” casi tras la última nota y el público le siguiese con aclamaciones. ¡Qué forma de estropear un final y qué recuerdos de aquellos Bayreuth o Munich en los que el final de la ópera no se aplaudía!