M. Night Shyamalan: "No me llevo bien con la religión, pero sé que hay algo ahí fuera"
"Llaman a la puerta", en cines el próximo 3 de febrero, marca el regreso al género más puro del director de "El sexto sentido" y "El bosque"
Madrid Creada:
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No duda ni un segundo a la hora de adentrarse en lo esotérico. “Cuando tenía 20 años, mi padre fue a que le leyeran la mano. Aquella mujer le dijo que su nombre sería conocido a lo largo y ancho de los siete mares. Se asustó, porque creía que iba a cometer un crimen terrible. Por alguna razón, era la única forma que concebía de ser famoso”. M. Night Shyamalan (India, 1970) explica así de directo, y flanqueado por periodistas en mesa redonda, su relación con lo trascendental, con aquello que se convierte en divino o en superchería según quién pronuncie qué. Un anuncio, un poco más directo y bastante más crudo en términos teológicos, es el salmo con el que arranca “Llaman a la puerta”, la nueva película que dirige y que estrenará en España el próximo 3 de febrero. “Cuando estrenamos “El sexto sentido” mi padre aceptó aquella especie de profecía, pero solo cuando vio mi nombre, que también es el suyo, por los carteles de toda la ciudad”, completa.
Con su bomber eléctrica y su sonrisa de oreja a oreja, Shyamalan ha ejercido de padrino de Steve Desmond y Michael Sherman, los guionistas que convencieron originalmente a Paul Tremblay, autor de la novela en la que se basa la película, para su adaptación. Orgulloso bicho raro en el organigrama de Hollywood, Shyamalan volvió a confiar en el modelo según el que lleva operando desde que volvió de entre los “muertos” de la industria: “Cuando planteamos “La visita” tuve que pagarla yo mismo, volviendo a hipotecar mi casa. Por suerte, la película funcionó y en “Múltiple” repetimos la jugada”, explica el realizador, que venía justo de levantarse del fracaso comercial y crítico de “After Earth”, protagonizada por Will Smith. “Siento que esta manera de trabajar está mucho más cerca de lo que era el Hollywood original, ese que usaba el gran mecanismo industrial solo para distribuir sus películas, no para levantarlas desde cero”, añade.
Así, en “Llaman a la puerta”, el director de “El protegido” regresa al género más canónico para contarnos la historia de una profecía contemporánea. El matrimonio formado por Andrew y Eric (empáticos, Ben Aldridge y Jonathan Groff) es visitado, en mitad del bosque, por cuatro personajes de lo más variopintos, a los que dan vida “El Animal” Dave Bautista, Rupert Grint, Nikki Amuka-Bird y Abby Quinn. La noticia es complicada de dar: a la mayor brevedad posible, deberán sacrificar a uno de los miembros de la familia, de la que también forma parte la pequeña adoptada Wen (Kristen Cui) o el mundo llegará a su fin. El Apocalipsis. El fin de los días.
“No es tanto que piense más en el fin del mundo como en el miedo. Me encanta el miedo, volver a los clásicos, como “Los pájaros” o “El amanecer de los muertos”, porque se sienten apocalípticas. Aquí lo interesante y el mensaje, creo, es que debemos, de hecho, preocuparnos por lo que sale en las noticias. No como signo del fin del mundo, como en la película, pero sí como algo a tener en cuenta”, explica consternado Shyamalan, que también aborda el fin del misterio, ese halo de tensión que cubre sus películas y que le han convertido en el director más enemistado con el “spoiler”: “¡Por eso hemos cambiado el final de la novela! De joven, me preocupaba mucho que no destriparan mis películas, pero he madurado, he perdido el miedo. Solo puedes proteger el giro hasta cierto punto, y quien de verdad quiera saber todo, lo puede saber desde el principio”, reflexiona entre risas antes de recordar la filtración de “Señales”, quizá una de las primeras películas pirateadas en Internet de forma masiva: “Aquello era el Salvaje Oeste, y quizá fue cuando perdí el miedo. Porque la película seguía interesando”.
Más allá de su fondo trascendental y de sus disfrutables volantazos tonales, “Llaman a la puerta” es, quizá, la película de Shyamalan que menos miedo tiene a derrapar. Es atrevida, casi golosa, cuando la cartelera más insípida arrecia. Y gran parte de esa responsabilidad recae en un Bautista, de nuevo, tremendo. En más de un sentido: “Uno de los grandes desafíos de esta película era poner a un gigante a hacer monólogos. ¿Qué gigante tiene la capacidad dramática para hacer monólogos? Entonces me acordé de la escena de Dave (Bautista) en “Blade Runner 2049”. Y sabía que podría. Ni siquiera conocía su carrera como luchador de wrestling, pero había algo cautivador en su manera de hablar. Durante el rodaje estaba muy nervioso, sudando incluso, porque no se veía capaz. Pero es un profesional enorme, se armó de valor y expandió, una vez más, su zona de confort. Y es lo mismo que hizo al salir de la lucha libre, se despojó de ese valor asociado a su nombre y buscó otro, se formó, y acudió, buscó personalmente a directores como Denis Villeneuve o a mí para decirnos que haría lo que fuera necesario", confiesa orgulloso Shyamalan.
“Me crie a medio camino entre lo cristiano y lo hindú, por lo que estoy empapado de religión. Me guste o no. Que no me gusta, de hecho, y en mi casa y con mis hijos lo he evitado siempre. Pero sí me parece muy interesante coger conceptos de lo religioso y trasladarlos a la vida real, hacerlos parte del relato. Siempre hay algo divino en lo terrenal”, reflexiona siempre directo el realizador, que por supuesto lo lleva al terreno de las anécdotas: “De pequeño, tuve que ser uno de los últimos niños en dejar de creer en Papá Noel. Todo el mundo me intentaba decir que era demasiado inocente, pero sé que hay algo. No le puedo poner nombre, no lo sé, pero hay algo ahí fuera”.
Antes de despedirse, y de citarse con un público español que nunca le ha fallado, Shyamalan también tiene tiempo de hablar sobre el negacionismo y la religión de los escépticos, quizá vehículo para la tensión de la suspensión de la incredulidad en “Llaman a la puerta”: “Muchas veces se me considera lo contrario a un negacionista, alguien que se cree la versión oficial a pies juntillas. Pero no tiene sentido. Cuando haces una película así tienes que considerar todas las posturas, incluso las que tú no compartes. Y eso es lo ambiguo y lo divertido, porque creo que podrías etiquetar fácilmente a cualquiera de los personajes como negacionista de la pandemia o como alguien que cree que la Tierra es plana. Incluso a los que se supone que son los cabales en la historia. Da hasta miedo”, se despide el director. El mismo que sigue respetando a Spielberg o Cameron como maestros al citarles, pero el que va camino de convertirse en uno de esos nombres inseparables a nivel histórico de la experiencia cinematográfica.