La Policía de Putin tortura al opositor Alexei Navalni con música patriótica
Le hacen escuchar en su cárcel del Ártico, a todo volumen y a las cinco de la mañana, el himno nacional ruso y la canción "I'm Russian", del artista nacionalista Shaman
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Hay pocas cosas más crueles en la vida que transgredir el gusto y, como escribió Javier Marías, el oído no tiene párpado. Por el oído se llega directamente al fondo del cerebro, por la trompa de eustaquio se desciende en tobogán hacia el alma. Eso lo saben bien los que, a lo largo de los tiempos, han padecido a un vecino, pero lo saben mejor quienes practican interrogatorios y las torturas más despiadadas. Este método, el de aplicar a todo volumen melodías perversas a los enemigos, lo ha aplicado la CIA, los nazis, la dictadura de Pinochet y, por lo visto, no ha pasado de moda: los carceleros rusos de Alexei Navalni le ofrecen cada día a las cinco de la mañana una ración en bucle del himno nacional ruso seguido de la canción patriótica del cantante pop Shaman «I’m Russian».
Navalni ha sufrido envenenamiento, asalto físico y también la ausencia de cuidados médicos adecuados durante su cautiverio y ahora padece esta nueva forma de maltrato en su prisión, ubicada a 60 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico. Así lo ha denunciado el opositor, de 47 años, a través de un mensaje de X (antes Twitter) escrito por sus colaboradores y en el que, con ironía, revelaba los métodos con los que es tratado mientras cumple su pena de 19 años. El músico elegido para este cometido, Shaman, es el artista de cabecera de Putin y suele aparecer en el escenario vestido de cuero negro y llevando un brazalete con la bandera nacional con una estética que pone los pelos de punta. El cantante, de 32, simuló la detonación de una bomba nuclear en uno de sus conciertos retransmitido por la televisión nacional el pasado mes de noviembre.
La lista de canciones que a lo largo de la historia se han utilizado como tortura incluyen la sintonía de «Barrio Sésamo» y «Enter the Sandman» de Metallica, pero a veces proponen simpáticas ironías cuando se trata de privar de sueño a sus destinatarios. Al dictador Manuel Noriega las tropas estadounidenses lograron hacerle salir de su escondite en la Embajada del Vaticano en 1989 colocando un camión de grandes altavoces junto a la fachada en la que se reproducía a un volumen atronador, una lista de éxitos entre los que se encontraba «Panamá», de Eddie Van Halen. A Suleiman Abdullah, la CIA le sometió durante un mes a la escucha constante de «My Love», deWestlife. Al cabo de ese tiempo, con la conciencia hecha virutas, fue liberado al considerar que «ya no era un peligro para Estados Unidos».