¿Quién dijo que la guitarra había muerto? La tercera ola del «indie» español lo desmiente
Un libro registra el recientísimo auge de una escena de grupos nacidos de la precariedad, con sensibilidad social y que, ante la gran confusión de los tiempos... sí, tocan guitarras


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Algunos de los primeros grupos indies de la España de los 90 defendían postulados estéticos radicales, casi suicidas. Otros apenas pasaban de un balbuceo a lo «wachu wachu» de imitación anglosajona y había unos terceros que se sumergían en su universo personal, pero casi ninguno se enfangaba en cuestiones sociales o cotidianas. La, podemos decir, segunda oleada del «indie» (Love of Lesbian, Vetusta Morla, Lori Meyers), surgió frente al gélido panorama de la crisis económica de 2008 y, a pesar de eso, ignoraron la temática social en favor de una lírica metafórica y algo grandilocuente antes de ser abducidos por las multinacionales. Tras ellos, el precipicio se abrió: el trap y el reguetón anticipaban la crisis final, la que se llevaría por delante la caduca guitarra, la que borraría de un plumazo la relevancia de las canciones con un humano detrás de una batería. Algunos teorizaron que el reguetón era el nuevo punk y mil cosas epatantes más. Sin embargo, ha sucedido algo imprevisto: una nueva generación de grupos refresca la escena española de la música antes conocida como rock, con abundante representación femenina, nulo interés por el virtuosismo, canciones comprometidas con la realidad social y una cohesión entre bandas sin precedentes. De su urgente aparición da cuenta un libro que habla en presente y, aún más: habla de nosotros. «No queríamos hacer un libro solo de música, como si fuese algo ajeno a la sociedad, sino hablar de precariedad, de perspectiva de género, de los alquileres y la vivienda... mediante el discurso de estos grupos», dice Dani Vega, coautor junto a Víctor Terrazas y Enrique Zamorano del estupendo «No sonamos mal. Crónica oral de la nueva escena indie de guitarras» (Muzikalia).
La lista fundacional
En sus respectivos últimos discos, Biznaga, Camellos y Kokoshca (tres de los grupos de esta nueva escena) incluyen una canción sobre el trabajo. Sí, sobre algo tan mundano como trabajar, sobre ir por la mañana a la oficina y preguntarte para qué demonios o a qué se dedica este tipo que veo por los pasillos. ¿Se imaginan a U2 o a Dan Martín haciendo una canción sobre el curro? «Para estos grupos, es un asunto troncal. Es su realidad de personas jóvenes viviendo en España en 2025», dice Vega. «Para ellos, lo personal es político. Son grupos que se alejan del panfleto pero se acercan a la cotidianeidad para hablar de los problemas. Ni son rock radical vasco ni cantautores, pero hablan de cuánto cuesta pagar el alquiler», añade Víctor Terrazas. «Para mí, el tema político funciona como un ‘‘easter egg’’ y eso lo hace más interesante. Hay una enorme desafección entre los jóvenes y la política institucional, lo que no quiere decir que no se haga una lectura política de los problemas. Lo que pasa es que el pensamiento político se teje a medida que tratas de sobrevivir en el sistema», dice Zamorano. «Funciona mejor hablar de lo cotidiano y a pelar a problemas individuales que son también colectivos, porque eso le da mucha mayor potencia al discurso. Estamos insensibilizados y funcionan mejor las pequeñas cosas que las soflamas», apunta Vega.
Puede decirse que todo empezó con Carolina Durante. «Son los primeros de esta escena, desde luego. O más bien los que provocaron la explosión demostrando que se podía tener éxito», apunta Vega, que, junto a sus compañeros partían de esa hipótesis, que podría no cumplirse, pero que se confirmó a medida que hablaban con una banda tras otra. «Han demostrado complicidad. Hacían reverencia a los grupos de antes y apadrinaban a los que iban llegando, y eso se notó», dice Zamorano. Después de sus éxitos con el EP «Necromántico» (2017) y el hit «Cayetano» (2018), la escena se aceleró. Se beneficiaron grupos que estaban antes (Kokshca, Triángulo de Amor Bizarro, Mujeres, Novedades Carminha, Biznaga, Hinds, Cala Vento o La La Love You) y se subieron a la ola una larguísima lista de contemporáneos que han conformado (y la lista sigue abierta) esta nueva oleada del «indie»: Camellos, Cariño, La Plata, La Paloma, Parquesvr, Depresión Sonora, Yawners, Ginebras, Niña Polaca, Karavana, Anabel Lee, Cora Yako, Aiko el Grupo, shego, Alavedra, La élite, La Trinidad, VVV Trippin You, Melenas, Grande Amore... Todos estos grupos han publicado su debut después de 2018. La lista es enorme y acaba de ser ampliada por el último fenómeno, Alcalá Norte.
Precariedad y sin prejuicios
¿Qué rasgos definen a esta nueva hornada de bandas? El primero, la precariedad. La sensibilidad social que tienen no responde a otra cosa que su propia realidad: «Puede parecer que esta escena es importante porque son muchas bandas sonando fuerte, pero si abres el foco te das cuenta de que los más grandes son Carolina Durante, que hacen el WiZink pequeño, pero al día siguiente llega Dani Fernández y lo llena dos veces. El grande. Es decir, que hablamos de un circuito pequeño y circunscrito a Madrid, que es donde se llenan las salas. Lo difícil es hacerlo en Jaén o Murcia...», dice Vega. «Muchos viven del amparo de sus padres... el que te diga que vive de la música o es un hipócrita o está tratando de engañar. La realidad es que bastantes de ellos tienen un sustento familiar que les permite hacer contactos en las noches de Malasaña», ironiza Zamorano. Lo que nos lleva a la segunda realidad: estamos ante una historia «Madridcéntrica». Aunque muchos grupos o miembros proceden de diversas provincias de España, buena parte de ellos interactúa en la capital. «Es muy interesante que, habiendo muchas diferencias de estilos, haya un pegamento muy fuerte, mucha amistad entre los grupos. Eso hace 30 años no se veía», añade Terrazas. La tercera característica común es la ausencia de prejuicios estilísticos. Estos grupos –tanto carolina como La Élite– escuchaban a Amaral, La Oreja de Van Gogh o Estopa y lo reconocen sin ambages. Tampoco tienen rechazo a la música urbana y el trap. Rechazan, asimismo, el virtuosismo como intérpretes. La clave es transmitir un sentimiento, contar una realidad que huye del costumbrismo folclórico para acercarse a una autoparodia cuanto más ácida o sincera, mejor. Bueno, quizá sí que hay un prejuicio y está más cerca de lo que parece: «Esta escena ha roto con los prejuicios, es más ecléctica, pero lo único que no acepta la escena es esa escena indie anterior integrada por Love Of Lesbian, Izal, Vetusta Morla, Viva Suecia o Arde Bogotá. Yo sí que percibo entre la gente que si se odia a un grupo es de esta parte. Del indie directamente anterior. Si hay algo que no se tolera son esos grupos», apunta Vega cuando preguntamos por una lista de nombres que, por una razón difusa, no forma parte del libro ni de la «escena indie»: «El caso de Viva Suecia es evidente. Podrían haber estado, pero también ser la última banda de la oleada anterior. Arde Bogotá creo que entra en la oleada de Shinova, Veintiuno, Siloé... que son otros grupos del otro lado, es un circuito distinto...», intenta explicar Vega para deslindar una categoría líquida a estas alturas de siglo, la del «indie». «Tiene un significado flotante, que significa todo o puede que nada. Nosotros tratamos de acercarnos a una definición en el libro, pero, en realidad, hay de todo: desde artistas que quieren fichar por Sony pero no pueden, a otros que verdaderamente quieren ser underground...». Detalles al margen, la primera noticia urgente de la música de guitarras es que hay muchas guitarras. La segunda noticia es que este artículo ya está desfasado, porque una nueva hornada de grupos ya está emergiendo del subsuelo.