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Rafael Berrio inédito: el fin del malditismo

Su productor y amigo Joserra Senperena bucea en los archivos del rockero para publicar hasta 47 canciones inéditas y algunas maquetas  
Rafael Berrio inédito: el fin del malditismo
Rafael Berrio, en una imagen de archivoThomas Canet
Ulises Fuente

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En su canción «La desgana», Rafael Berrio se preguntaba: «Hacer arte, ¿para qué?». «Sin embargo, aunque decía eso, él no podía evitar hacerlo», dice Joserra Senperena, productor y amigo del músico donostiarra, fallecido en 2020 y que dejó tras de sí una impresionante colección de canciones, llenas de escenas de ilustrado arrabal, de rock & roll escrito por una persona del siglo XIX. Rafa Berrio no podía dejar de escribir canciones a pesar de que tardó mucho en que se las publicaran, a pesar de que no obtuviera con ella el reconocimiento que tantos pensaban que merecía, a pesar de que casi nunca quedase satisfecho con ellas. Berrio consagró su vida a la creación y dejó tras su muerte un archivo compuesto por decenas de cintas que su compañero y amigo ha limpiado y pulido para dejar un testimonio último de un genio con la publicación de «No es para menos. Canciones inéditas (1984 – 2018)», un doble disco con 47 canciones inéditas que celebran, y nunca es demasiado tarde para eso, la maestría de un universo único. 
«Vivió en la bohemia hasta el final», dice Senperena de la particular trayectoria de Berrio, que arranca en 1979, en los albores del Donosti Sound, cuando participa con dos temas en un disco promovido por Santi Ugarte para impulsar la escena local. En aquel trabajo aparecieron Puskarra, Mogollón y UHF, la banda de la que Berrio era cantante. Como suele suceder, los pioneros de esta escena cruzaron el umbral del olvido, pero allanaron el camino a una segunda generación de grupos que hicieron algo más de fortuna (tampoco demasiada) como fueron Aventuras de Kirlian, Le Mans, Family y La Buena Vida. En paralelo a UHF, sus miembros formaron Amor a Traición, una banda que fracasó dos veces por diversas razones a la hora de publicar su primer disco, que no llegó hasta 1994, con canciones con el sello indiscutible de su letrista y cantante. Temas como «Jaime Gil de Biedma en la cama» o «Un ángel caído» respaldados por la crítica, pero de escasa suerte comercial. Durante esos años, Berrio aporta una letra a La Oreja de Van Gogh y la primera de unas cuantas a Mikel Erentxun, pero transcurren 15 años sin que publique una sola canción.
Rafael Berrio, en el estudio
Rafael Berrio, en el estudioIsabel_Azkarate

Bobinas y casetes

Warner, el sello que edita el primer disco, pierde interés en el grupo y su segundo trabajo, «Una canción de mala muerte» (producido por Diego Vasallo), publicado en 1997, supone el epílogo de la banda. Después formó Deriva, formación que también lanzó dos discos con escasa trascendencia, así que puede decirse que la carrera musical de Rafael Berrio no empezó realmente hasta 2010, con la publicación de un trabajo extraordinario, «1971», de nuevo, publicado por Warner. «Es curioso que en 40 años de vida musical la mitad de los discos los hiciera en la última década. Hasta ese momento, tenía un trabajo, del que vivía, pero a partir de dese disco lo deja y se dedica en cuerpo y alma a la música y logra vivir de ella», explica Senperena. Sin embargo, en esas tres primeras décadas, Rafael Berrio escribe, compone y graba multitud de canciones que nunca llegan a ver la luz y sobre las que realiza variaciones de todo tipo. Tantas como se encontró el productor en varias bobinas, unas 90 cintas de casete y también notas de voz digitales, cuando se compra una grabadora de mano y un ordenador», explica el músico donostiarra, que analizó y limpió el contenido de las grabaciones durante dos años para dar forma al lanzamiento. Son grabaciones dispersas, de cintas usadas múltiples veces que contienen canciones cortadas, conversaciones, ensayos... «El sonido era bastante malo porque las grabadoras tienen un compresor de entrada que produce un ruido tremendo hasta que entra la voz o los instrumentos. Pero es lo quitamos y también en otros casos pudimos sacar la voz, que estaba enterrada en las guitarras, gracias a la inteligencia artificial, que nos permitió aislar los instrumentos y volver a ecualizarlos», cuenta el productor. Son grabaciones que esconden gemas que, pese a que no estaban pensadas para publicarse como tal, suenan mejor que muchas de las canciones (especialmente las de la primera etapa de su vida) que sí terminaron publicándose. En ellas se puede encontrar al mejor Rafael Berrio, con sus versos con la amargura justa. «La filosofía de barrio, la mirada con desdén y atracción al centro de las vanidades, la observación de la vida de quien busca en cada pequeño detalle la plenitud soñada. Y la alcanza. Con un bagaje literario que profundiza tanto en la bohemia de un siglo atrás como en la cultura rock de más altas aspiraciones en unos años 80 en los que todo es posible», dice del músico el crítico Ricardo Aldarondo en el libro que acompaña el lanzamiento. Y es que Berrio se educó en los boleros y la chanson, pero, aconsejado por su hermano Iñaki, con quien escribió tantas veces, llegó al punk y a Lou Reed. «No leía ni escuchaba nada actual. Solo literatura del siglo XIX», dice Senperena. Padeció, durante toda su vida, una «exigencia maníaca» en la composición. «En las cintas hay quince o veinte versiones distintas de la misma canción. Yo fui testigo de ello, porque en algunas ocasiones volvimos a hacer desde cero temas que ya traía editados al estudio», recuerda. Desde 2010, Berrio publicó el citado «1971», «Diarios», «Paradoja», «Adiós a la bohemia» y «El niño futuro», además de «El EP de los valses». El músico había encontrado, al fin, la fortuna que tantas veces le dio la espalda y que le granjeó una fama de malditismo. «Bueno, él tuvo esa falta de reconocimiento, pero, ¿a cuántos músicos, artistas o escritores les pasa? La apuesta por el arte es así. Lo normal es no conseguirlo». Sin embargo, para muchos, resultaba irritante la escasa trascendencia de una obra tan personal y de tanta calidad. «Sí, eso es verdad. Pero la realidad es así. La mayoría de quienes hacen canciones, abandonan». Que le den al malditismo y celebremos a Rafa Berrio.
Con la parquedad del norteño, Senperena describe al músico. «Hombre, qué te puedo decir... Era una persona contradictora que podía decir una cosa y la contraria, que vivió en la bohemia hasta el final. Era un tipo divertido, pero no era chistoso. Tenía sentido del humor y eso se nota en el tono bufón de las letras que escribía, que nunca podías saber si eran en serio o no...». ¿Por qué no triunfó? «De entrada, sus letras no son de fácil acceso. Y en segundo lugar, sus discos no le hacían justicia a lo que era capaz de hacer, a esa energía. Creo que a él le afectaba más que a los demás grabar en el estudio, con el productor, los músicos, la idea de que lo que grabas quedará para siempre...». Dicen que no le gustaban mucho las giras. «Era contradictorio, yo creo que sí que le gustaban. También decía que le gustaba el vino corriente pero yo le he visto muchas veces tomando del bueno. Eran cosas del personaje». Un escritor de canciones extraordinario, con injusta leyenda de mala suerte, un bohemio hasta el final. Celebremos a Rafa Berrio sin malditismo.

«Simplemente estoy llevando con estilo una depresión»

► En esta colección de inéditos no faltan las joyas: «Cuando te crías / en un barrio obrero / no imaginas que / la gente del centro lleva sombrero». Canciones con rimas que parecen ripios pero que se leen como poemas: «Dame no importa qué / Dame algo, lo que sea / no importa qué / dámelo ahora mismo / Dame Valium 10 o dame una pared / dame un trago duro o dame algún futuro / ahora mismo / Dame no importa qué / no importa qué / dámelo ahora mismo / ahora mismo / Dame algo, lo que sea / lo que sea ahora mismo / Ábreme un balcón o dame una razón / dame un rompeolas o déjame a solas / ahora mismo». Otras veces, una confesión: «Simplemente estoy / llevando con estilo / en los cuarteles de invierno, amigos / una depresión».

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