Las tres décadas largas que
Diego Torres (Buenos Aires, 1971) lleva en el tajo se traducen en un reguero de películas y series de televisión que le han dado una inmensa popularidad en su país y en una decena de discos de estudio que le han reportado fama internacional y altos reconocimientos de la industria: tres Grammy latinos y tres MTV Latinoamérica, entre otros muchos.
El hombre que convirtió la canción «Color esperanza», de su paisano Coti, en un himno intergeneracional e imperecedero, se dio a conocer al público español hace ya 30 años, cuando grabó una hermosa versión del clásico «Penélope» para el disco de homenaje «Serrat... eres único»: «Creo que fue una versión y una canción importante –asiente–. Gustó mucho tanto en España como en América. Yo venía de un disco que había sido muy exitoso, “Tratar de estar mejor” [su segundo álbum de estudio], y con él ya había hecho viajes a varios países. Y justo en el medio está “Penélope”, que fue una sorpresa por la respuesta de la gente. Tengo hermanos más grandes y los discos de Serrat han estado de alguna manera presentes en mi casa. Y fue una sorpresa linda cantar con él “Penélope” en un concierto al que me invitó».
Se suele hablar del éxito de un músico a partir de las ventas de sus discos y a Torres se le estimaron, hace ya una década, más de 20 millones. Pero otro dato crucial, y quizá más revelador, es el de la gente que acude a los conciertos. En 2004, con el disco «MTV Unplugged» –cuádruple platino en Argentina y platino en Chile, México, Colombia, Perú, Uruguay y Paraguay–, desbordó 17 veces el Luna Park, recinto legendario de Buenos Aires, lo cual habla del amor del que goza en su tierra: «Creo que esas 17 noches en el Luna Park son mi récord en ese lugar, sí. La verdad es que ha sido muy hermosa la respuesta de la gente en los diversos trabajos que he hecho y, como decís vos, esa magia de encontrarnos en vivo, de pasarla bien juntos en cada concierto, de brindarnos emociones diversas y buena energía. Estoy muy agradecido de tener muchos lugares donde hay gente que me espera».
"El éxito no es lo importante en esta vida llena de ansiedades, en la caída es donde uno aprende"Diego Torres
Su música se mueve entre el pop latino y la balada romántica, pero entiende que hoy día reinen entre los jóvenes otros géneros como el reguetón y el trap: «Siempre aparecen en la historia de los tiempos nuevos géneros, nuevas músicas. Pasaba también cuando apareció el rock and roll, una música muy novedosa en ese momento. Está bueno que haya nuevas músicas, diferentes artistas y géneros, es parte de los cambios de los nuevos tiempos. Y después está la libertad de la gente que elige qué música escuchar. Creo –prosigue– que hoy los chicos son muy abiertos, que escuchan música muy diversa, de antes, de diferentes géneros, y que hay muchos menos prejuicios. Yo, dentro del pop, como bien decías, siempre traté de fusionar, no soy un tipo prejuicioso en ese sentido. He hecho diferentes ritmos, me he juntado con diferentes artistas, del reggae, del funk... He grabado con Rubén Blades, con Juan Luis Guerra... Mi concepto de música ha sido ese porque ha sido la enseñanza que recibí de mi madre, que también fue artista y grabó con Mercedes Sosa y Charly García, con artistas muy diversos. La vida me puso en ese camino de abordar diferentes géneros, de tener cierta fusión en lo que hago».
Torres acaba de arrancar una gira que lo llevará por Colombia, México, Argentina, Uruguay y Perú y que lo traerá a España –Málaga, Barcelona y Madrid– en abril de 2025, y la cual lleva el nombre de su reciente disco «Mejor que ayer», un título que resalta la capacidad de resistencia del ser humano en los momentos difíciles y reivindica el presente sin desdeñar lo vivido: «Está bueno salir a pasear por nuestros recuerdos y acordarnos de dónde venimos –afirma–, pero no quedarse detenido ahí. Tampoco en el futuro, porque no sabemos qué va a pasar. El título es una carta de intención de alguien que a lo mejor no lo ha pasado bien. El éxito no es lo importante en esta vida llena de ansiedades, en la caída es donde uno aprende. Igual que en el amor gozamos pero también sufrimos. Por eso creo que esa canción [“Mejor que ayer”] ha calado tan fuerte en diferentes generaciones y en tantos países. Ese mensaje contradictorio de vos tenés que ser el mejor y todo tiene que ser rápido... No. Yo me caigo y me levanto y a veces atento contra mi propia felicidad, como digo en una parte de la canción. Cuando estamos en contra de nosotros mismos, somos nuestro peor enemigo».
"Veo mucha hipocresía, mucha mentira, en la política"Diego Torres
El músico y actor, que ama España (desde niño ha vivido temporadas en Madrid), ¿qué piensa de los brotes de hispanofobia que están teniendo lugar en algunos países de América y en el afán revisionista de ciertos dirigentes? Ahí está
la reciente negativa de Claudia Sheinbaum a invitar al rey Felipe VI a su toma de posesión como presidenta de México, amparándose en que el jefe del Estado español se negó a responder una carta enviada en 2019 por el anterior presidente mexicano, López Obrador, en la que le instaba a pedir disculpas por los «agravios causados» a los pueblos indígenas durante la conquista de América. ¿Es un error tratar así a España? «
Creo que la política hay que tomarla con pinzas –advierte– y, sobre todo, en este mundo de hoy, con mensajes diversos para un lado y para el otro. Recién lo hablaba con un colega. A mí me parece que la historia ya es historia y que, hoy, lo que prevalece entre la unión de España y Latinoamérica, y en mi caso de mi país, Argentina, son los afectos. Tanta gente que ha ido para América y tanta gente que de América ha venido para España. La cultura, la música, el cine en común. Tantas cosas que nos unen, historias de amigos. Me parece que eso es lo importante», remata. Y no oculta su decepción con la política en general: «Veo mucha hipocresía, mucha mentira, en la política –asevera–. Dicen una cosa [los políticos] y al otro día hacen otra, entonces lo tomo desde ese lugar. Convivimos en una situación política donde todo tiene que ser para un lado o para el otro, el mundo está dividido en grietas, y eso lo ve uno en diferentes partes del planeta. Qué loco, te dices, que este político no tiene nada que ver con este otro, pero, sin embargo, es muy parecido lo que dice y lo que propone. Por eso creo –insiste– que la política hay que tomarla con pinzas».
LA VIDA EN VERDE
Por Javier Menéndez Flores
En Barrio Norte, allí donde la Avenida Santa Fe discurre como un río alegre, un lampiño Diego Torres memorizaba el mensaje que un tal Gordon Sumner le había mandado en una botella. Qué poco le costaba despegar los pies del suelo y emborracharse de felicidad cuando sonaba la sirena de la única policía a la que deseaba abrazar con el impulso de la admiración total. Y sin dejar de preguntarse cómo sería el rostro de esa Roxanne que, bajo la luz tan roja, pertenecía a todos los hombres y a ninguno, la imaginaba enteramente suya.
Aquellos eran los días, mediados los ochenta, en los que podías beberte una soda con Stereo y volar de la mano de Virus y Sumo a lugares que sólo parecían existir en el territorio sin márgenes ni semáforos de las canciones, esas embusteras con alas. Y el hogar era una fiesta noche sí y noche también, y cada vez que ibas de la cama al living te cruzabas con actores, poetas, músicos, pintores. Equilibristas de las emociones de los que aprendiste lo suficiente como para saltar sin paracaídas del confortable nido (ay, Lolita, niña de fuego, la mejor del colegio, sangre de mi sangre. Apretá muy fuerte mi mano que ya me ocupo yo del resto).
La Marca fue apenas un parpadeo, un empezar a inflar el globo del arte, pero la vida te deparaba la conquista de torres más altas. Y así es como aquel miembro de la banda del Golden Rocket se puso serio y empezó a construir una escalera cuyos peldaños bautizó con distintos nombres de una misma mujer, aquella que marchó para no regresar jamás: «Alguien la vio partir», «Te pido que vuelvas», «Sé que ya no volverás», «Vuelve a mí», «No me olvides», «Después de ti», «Mi corazón se fue», «Sin ti conmigo». Somos lo que cantamos, por supuesto que sí, y Diego es un hombre que no deja de esperar a la mujer amada mientras hace otras mil cosas, y casi siempre bien.
Tú, que los has conocido de todos los tamaños, puedes jurar que la vida no es un plató, por mucho que lo parezca, pues en los momentos decisivos sólo te concede una única toma. Y supiste ver en Mastroianni, Belmondo y Michael Caine al hombre que se refugia tras el icono, y quizá por eso le imprimes a todo lo que firmas, por diverso que sea, la flema del samurái.
Sostienes que hoy eres mejor que ayer y que si resbalas, te levantas y continúas avanzando. Pero cada vez que escuchabas «Yo no quiero volverme tan loco» o «Let it be» o «Wish you were here» el corazón te empezaba a dar vueltas de campana y esa gasolina al rojo vivo es la que te ha traído hasta aquí. Y como eres bien nacido nunca olvidarás los caminos de Juan Luis ni el domingo de Rubén ni el corazón de Carlos ni la escalera sin final de Joaquín («si bajaras tú, / si subiera yo, / si subieras tú, / si bajara yo»). El viaje ha sido inmensamente más grato en compañía de algunos hombres con fisonomía de colosos.
Diez más siete veces en el Luna Park no es un dato, es una orgía. Buenos Aires, tan excesiva, tan cholula, tan apasionada como la pluma de Discepolín, te saludó como a un gladiador o a un torero, y eso que ibas desenchufado. Algo así no lo puede igualar ni el suelo sagrado del Madison Square Garden, que también besaste, y es un eco que viaja siempre contigo.
El verde que nunca nombras, pero que todos vemos cuando cantas tu himno celebérrimo, está en las partituras y en los guiones y en el sol de los viernes por la mañana y en la melodía como brisa de mar del sábado noche y en el rostro purísimo de Nina, a la que aún miras como si lo hicieras por primera vez.