«Born in the USA»: el disco que convirtió a Springsteen en un icono
A pocos días para que el «boss» visite España con cinco fechas, celebramos los 40 años de la edición de un álbum que definió toda una década y llevó a su autor al estrellato planetario que hoy ostenta
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Nadie era más grande en el rock and roll que Bruce Springsteen hace 40 años. Al menos en términos comerciales. «Born in the USA» se había convertido en la razón. A escasos días para la llegada del de Nueva Jersey a nuestro país, donde va a ofrecer tres conciertos en Madrid (12, 14 y 17 de junio) y dos en Barcelona (20 y 22 de junio), volvemos la vista atrás en el 40 aniversario de aquel emblemático álbum, para recordar qué hizo tan relevante aquel trabajo que definió toda una década y que convirtió a su autor en la máxima figura del rock and roll.
Springsteen siempre fue inteligentísimo al medir cada paso de su carrera. Si «Born to run» (1975) le había consagrado como un renovador de la canción americana y con «Darkness of the edge of town» (1978) había definido su sello de autenticidad, «The River» (1980) consolidaría su sonido definitivo de banda. Lo que nadie esperaba era el movimiento de «Nebraska» (1982). Con aquel disco, básicamente folk crudo y acústico, sacrificaría las ventas a cambio de ganar todo el favor de la crítica. Él controlaba su carrera, incluido cada cambio de sonido que se le antojaba. Lo que nadie podía hacer era predecir la transformación completa, como el lobo maldito a medianoche, que experimentaría con «Born in the USA». El álbum fue lanzado el 4 de junio de 1984, pero esta historia comienza antes.
El chico de Asbury Park había renunciado a promocionar «Nebraska» y no hizo gira. Cuando aparecía, normalmente era para sentarse con amigos en bares de Jersey Shore. Nadie sabía lo que estaba grabando, si es que lo hacía. Eran otros tiempos. Tampoco su público sabía que aquel flacucho se había mazado haciendo pesas. Y mucho menos conocían que había un plan maestro que iba mucho más allá de grabar una decena de canciones.
La escena musical había cambiado. No eras una estrella si no dominabas las reglas que te proponía la MTV. Ya no era todo únicamente cuestión de música. Necesitabas una imagen atractiva que promocionar en los videoclips. Pero todavía más importante era cómo presentabas esas canciones. La producción, los trucos de estudio, las cajas de batería amplificadas y los sintetizadores ya dominaban los discos de la época. El ingeniero de sonido era casi tan importante como el propio músico. ¿Cómo combinar todo aquello sin perder autenticidad y control? ¿Cómo aprovechar todo eso a tu favor y convertirlo en una ventaja? Springsteen tenía la clave.
Por más brillante que pudiera parecer el producto terminado, su grabación fue todo lo contrario. Se registraron al menos 86 canciones en cuatro sesiones que abarcaron 13 meses. La primera tuvo lugar de enero a mayo de 1982, cuando Springsteen se dio cuenta de que le era imposible capturar con banda la emoción de las demos que había grabado para el álbum que finalmente se convertiría en «Nebraska». Eso no significa que las sesiones fueran completamente infructuosas. Toda la primera cara del siguiente álbum –«Born in the U.S.A.», «Cover Me», «Darlington County», «Working on the Highway», «Downbound Train» y «I’m on Fire»–, además de «I’m Goin’ Down» y «Glory Days», fueron grabadas en esos cuatro meses, aunque sonaban a otra cosa.
La grabación se detendría con la edición de «Nebraska» y en 1983 pasaría tres meses grabando otra tanda de canciones solo con él y una caja de ritmos. Consideró hacer una especie de secuela de aquel disco, pero hubiera sido un suicidio. De aquellas sesiones no sacaría demasiado y en mayo volvería a reunir a la E-Street Band en Nueva York para otro mes de sesiones. Estas fueron un poco más productivas, con «My Hometown» en el corte final mientras ya iba definiendo el sonido que quería para las mezclas finales. Un puñado más de sesiones a finales de 1983 traerían «Bobby Jean» y «No Surrender», dos piezas angulares del futuro álbum. En febrero de 1984 ya tenía suficiente para un disco completo y entonces apareció el manager Jon Landau para cumplir con su tradicional deber y aconsejarle esta vez que escribiera algo que garantizara su difusión en la radio. Y lo que trajo Springsteen fue «Dancin’ in the dark», la llave hacia el éxito masivo. Necesitaba era decidir qué sonido quería para el álbum y esta canción le enseñó el camino.
«Tenía una idea, y era una idea en la que había estado trabajando durante varios discos. Yo era un producto extraño entre Elvis y Woody Guthrie, y perseguí el Cadillac rosa por mi cuenta. Me fascinaban las personas que se habían convertido en la voz de su momento. Elvis, Woody Guthrie, Curtis Mayfield, Bob Dylan, por supuesto. No sé si sentí que tenía capacidad para ello o simplemente deseaba avanzar en esa dirección, pero era algo que me interesaba. Probablemente porque todo estaba atrapado en mi identidad. No puedes descubrir quién eres si no entiendes de dónde vienes, cuáles fueron las fuerzas que actuaron en tu vida cuando eras niño, adolescente y joven. ¿Qué papel tienes que desempeñar? ¿Cómo te empoderas?», declararía para justificar lo que vendría después. Y, efectivamente, con el sonido de «Born in the USA» se convertiría en la voz de una generación. La de los adolescentes de los 80.
Como hacían casi todos los demás grupos de rock en ese momento, incorporó sintetizadores para ayudar a modernizar el sonido de la E-Street Band, que apenas encontró espacio para los tradicionales sonidos de piano y Hammond. La labor de mezclas quedó para el brillante Bob Clearmountain, quien con su trabajo en el álbum pasaría a convertirse en el gran gurú de los estudios de grabación de la época. Esa batería, toda la reverberación del disco, serían imitados mil y una veces durante los años venideros.
Y luego estaban las canciones, lo más importante. De diferente temática, todas encajaban de alguna manera. Está la defensa de la conciencia social del tema que daba nombre al álbum, la frívola liviandad de “Dancin’ in the dark”, la adolescencia irredenta de “No surrender”, la alineación de “My hometown”, el sueño americano de “Glory days”, las ilusiones perdidas de «Downbound Train», la épica nostalgia de «Bobby Jean»…
Sabiendo que tenía un éxito de taquilla entre manos, Landau trabajó con Columbia en un agresivo plan de marketing. Quería (y obtuvo) un tratamiento similar al que había llevado al «Thriller» de Michael Jackson a alcanzar unas ventas sin precedentes. Eso significó una campaña de dos años con un nuevo sencillo cada tres meses, comenzando con «Dancin’ in the Dark», más una emblemática portada firmada por Annie Leibovitz. Y el resto ya es historia.
Si diez años antes Springsteen tocaba en clubes del circuito de Jersey, con «Born in the USA» pasaría a llenar estadios de todo el mundo. Serían dos años de una gira que le llevaría de una punta a otra del planeta, cautivando a audiencias masivas con un honesto sentido del rock and roll matizado por una serie de trucos que iría aprendiendo y practicando para meterse en el bolsillo a todo un estadio.
Todavía hoy permanece abierto el debate sobre si aquel sonido ha logrado superar la funesta prueba del tiempo. Realmente, hay muy pocos discos de aquella época firmados por leyendas que realmente lo hayan logrado. Basta con revisar obras de artistas como Bob Dylan, Neil Young, Lou Reed, John Fogerty, The Who, Paul McCartney y muchos más. Sin embargo, Springsteen mejoró todo aquello porque sonaba más original y porque detrás tenía un buen número que canciones que por sí solas sí superarían sin dificultades el paso del tiempo. Todo aquello –sonido y canciones– de «Born in the USA» fue lo que definitivamente transformó a Springsteen en lo que es hoy: un icono.
[[H2:► Ronald Reagan nunca entendió nada]]
Ronald Reagan eligió la canción «Born in the USA» como bandera musical de su campaña electoral. No entendió nada de aquella composición que hablaba de un perdedor que había aceptado su sentencia de 10 años de cárcel. El coro, nacido en USA, era un grito de ira contra un país que le había dado la espalda a él y a quienes se habían sacrificado por su bandera. Este era Springsteen durante un concierto de su gira: «El presidente mencionó mi nombre el otro día y me pregunté cuál debía haber sido su álbum favorito. No creo que fuera el álbum de ‘‘Nebraska’’. No creo que lo haya estado escuchando». Luego interpretaría «Johnny 99», que trata sobre un mecánico que es despedido, se emborracha y se embarca en una salvaje ola de crímenes.