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Bachata: de los prostíbulos del Caribe al Bernabéu

Este sonido dominicano lleva treinta años de ascensión imparable, con Romeo Santos como mayor figura
La bachata estuvo mal vista durante años en República Dominicana
La bachata estuvo mal vista durante años en República DominicanaDreamstime
La Razón

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Durante décadas, la bachata estuvo mal vista en la propia República Dominicana, sobre todo en la dictadura de Rafael Trujillo (1930-1961). No gustaba al gobierno militar porque asociaban este estilo musical con los estratos más bajos de la sociedad, que lo escuchaban mientras hacían las labores del campo o a través de las velloneras (gramolas) instaladas en las pulperías de los barrios populares. También sonaba a deshoras en los burdeles, donde se había ido separando de los patrones del bolero al tirar por letras subidas de tono. Las emisoras de radio no se atrevían a pincharla, aunque poco a poco se fue rompiendo el bloqueo gracias a Onda Musical, La Voz del Trópico y Radio Guarachita.
En el plano etimológico, se da por supuesto que «bachata» es una palabra de origen africano que evoca fiesta, bullicio y reunión numerosa. En la República Dominicana, el vocablo se empieza a utilizar para designar grandes reuniones populares antes que con una connotación musical. Gran parte de la fuerza de este estilo reside en su contraste radical de alegría y frustración, ya que muchas de las letras son de una intensa tristeza, normalmente nostalgia o melancolía por la pérdida de un amor pasado. Eso sintoniza también con la atmósfera sentimental de los burdeles, donde el placer intenso convive con los recuerdos de amores malogrados. De hecho, uno de los primeros nombres que tuvo el género fue el de «música del amargue».
El baile de la bachata está empapado de la misma sensualidad que la música. Se desarrolla en pareja, con mucho contacto, destacando el movimiento de las caderas. Su popularidad global también tiene que ver con el hecho de que es uno de los más sencillos de aprender de la música popular latina. En 2020 la Unesco declara Patrimonio Inmaterial de la Humanidad tanto el género como el baile, no sin reticencias de una parte del jurado, que consideraba que el estilo había sufrido una «sobrecomercialización» (en realidad, se trata del viejo prejuicio de no querer premiar nada que sea demasiado plebeyo). La bachata se baila en todo el mundo: durante años el récord Guinness de juntar bailarines de bachata lo tuvo Polonia con una fiesta de 480 parejas, celebrada en 2019, aunque dos años más tarde el orgullo nacional dominicano lo rompió juntando 600 en la avenida George Washington de Santo Domingo.
La introducción de la bachata en nuestro país llega por un camino inesperado. En los años noventa, recibimos sucesivas oleadas migratorias a España, entre ellas decenas de miles de caribeños. Lo natural hubiera sido que eso contagiase sus músicas a la población general, pero desde el esnobismo anglófilo de los años ochenta siempre se ha mirado con condescendencia la música hispanoamericana. La popularidad de este género llegó por vía turística, la de las hordas de españoles que desembarcaban en «resorts» de República Dominicana y se apuntan a clases de bachata con la pulsera de «todo incluido». No fue, por tanto, un proceso de mestizaje cultural, sino un bendito efecto colateral del turismo de bajo coste.
Aquello potenció la conexión con superventas como Juan Luis Guerra, que abrieron las puertas a este sonido en nuestro país. Su disco «Bachata rosa» (1990), que está a punto de cumplir veinticinco años, contiene himnos como «La bilirrubina» y «Burbujas de amor», además de abrirse con una pieza titulada «Rosalía». Esto último nos ayuda a recordar que la autora de «Motomami» es una gran bachatera, que incluso ha grabado el dueto «El pañuelo» con Romeo Santos, rey del género. Rosalía también popularizó el sonido entre los más modernos, gracias a una tórrida colaboración con The Weeknd, titulada «La fama» y que fue acompañado por una playlist de Spotify titulada «Bachátameeee» (allí revelaba algunos de sus artistas preferidos, entre ellos Joan Soriano, Raulín Rodríguez, Frank Reyes, Mélida Rodríguez, Monchy & Alexandra, Héctor Acosta «El torito» y Prince Royce).
Decimos que el rey indiscutible del género es Romeo Santos (El Bronx, Nueva York, 1981), superventas global que el verano pasado llenó cuatro Wizinks consecutivos en Madrid (unas 80.000 personas). Ahora redobla la apuesta y vuelve con su antiguo grupo, formado junto a sus primos, que culmina su gira española de despedida con dos estadios Santiago Bernabéu (ayer y hoy). El himno que mejor representa la mutación moderna de la bachata es «Obsesión» (2002), de Aventura, que narra la febril y morbosa relación entre una colegiala con un chico mayor que la corteja de manera agobiante. El ritmo adictivo de la pieza hizo que pasara 16 semanas el número uno de las listas de venta italianas y hasta 90 días seguidos en algunos países de Hispanoamérica. Incluso en estos tiempos de corrección política, suele estar entre las canciones más coreadas de los conciertos de Romeo Santos, solo por detrás del clásico «Propuesta indecente». Ya sabemos que la bachata siempre se ha especializado en atender pasiones prohibidas.
Romeo Santos es el rey por aclamación popular, un título que él apura hasta el límite, terminando sus conciertos con la teatral salida de un trono al escenario, donde se sienta de manera solemne. Hablamos de un artista muy culto en lo musical, que alcanzó su mayor éxito con «Propuesta indecente», una vibrante mezcla de bachata y tango. A pesar de su tendencia a la fusión, y de ser neoyorquino de nacimiento, se ha negado en redondo a grabar un álbum en inglés. «Mi filosofía siempre ha sido la de no tener que cantar pop en inglés de cara a trascender, dado que yo he llenado estadios alrededor del mundo cantando bachata. Sin embargo, creo que el fenómeno de “Despacito”, rompió todos los parámetros, dejando claro que no tenemos que cambiar nuestra cultura, nuestra esencia o nuestros géneros caribeños y urbanos. Como ejemplo, también me sirve el artista más grande en este momento del mundo que es Bad Bunny. Si lo analizas, él no tuvo que cantar en inglés para trascender, lo que se traduce en una señal de que nuestra cultura es hermosa», explicó Santos a «GQ» en octubre de 2022. El idioma español tiene mucho que agradecer a estas estrellas de la música popular.
La dinámica de las letras de bachata es más compleja de lo que parece, algo que queda claro en el repertorio de Romeo Santos. Aunque siempre habla desde la posición de un macho alfa, las rimas están totalmente volcadas en satisfacer las necesidades sentimentales y eróticas de las mujeres, que son el público bachatero más entusiasta. Algunas rimas son sexualmente explícitas, pero la testosterona está siempre amortiguada por contrapuntos dulces, divertidos y cariñosos que impiden que el conjunto llegue a sonar incómodo. La bachata también tiene su lado sensible, como demuestra Romeo en «Cancioncitas de amor»: «Desde hoy las emisoras las detesto, por estar siempre sonando cancioncitas de amor/ Melodías que relatan lo perfecto, quizás a esos cantantes no le han roto el corazón», recita con registro agridulce.
El gran logro de Aventura fue modernizar la bachata, no solo incorporando guitarras eléctricas –idea de Lenny Santos–, sino acercándola a la sensibilidad urbana latina. «El Bronx empezó a formar mis influencias musicales sin yo saberlo. Me crie escuchando en una esquina bachata, en la otra escuchaba salsa, merengue, hip-hop... Cosas que empiezan a hacerte inclinar no solo hacia un género, sino hacia un ámbito. Cuando decido hacer bachata tenía diferentes influencias, y es por eso que mis compañeros de Aventura y yo teníamos esa mezcla bien neoyorquina», explica Romeo Santos. La potencia de Aventura empoderó a una generación de adolescentes latinos que hoy dominan el pop global. Un ejemplo: la superventas colombiana Karol G creció enganchada a estas canciones y viajó a Los Ángeles en 2021 para ver en directo una reunión del grupo. Cuando Santos supo de la visita, la invitó a subir al escenario para cantar la parte femenina de «Obsesión».
Romeo conectó enseguida con la música Rosalía, en parte porque es un gran aficionado al flamenco, por eso grabaron juntos la canción «El pañuelo». El artista español con el que Santos ha mostrado mayor complicidad es Julio Iglesias: juntos grabaron un lúbrico dueto titulado «El amigo», que a primera vista puede parecer una exaltación de la fraternidad, pero, cuando se atiende un poco, resulta una carta de amor al propio pene. «Ha sido mi aliado, me acompaña/ confidente en mis hazañas, es mi amigo fiel/ ardiente, hiperactivo, aventurero/ Un compinche en mis deseos/ que influyente es él”. Tampoco se olvidan de las malas noches donde “si ha quedado mal, le he perdonado/ es mucho lo que ha logrado, qué eficiente es él”. Puro descaro bachatero. Aventura finalizan su gira «Cerrando ciclos» hoy en el estadio Santiago Bernabéu.