Pablo Alborán: “La suerte se madruga”
Publica hoy “La cuarta hoja”, un disco que le acerca al sonido pop y que mantiene sus señas de cantautor
Lo dice como una declaración de intenciones y también como una advertencia, quizá contra la insistente pregunta: «Le cantaré al amor cuantas veces haga falta». Pablo Alborán, quizá el rey del romanticismo en España, publica hoy «La cuarta hoja» (Warner), un nuevo disco llamado a ser superventas con todas las señas de identidad de su estilo pero incluso en una nueva dimensión, la de la canción pop más allá del estilo de cantautor que le ha hecho uno de los artistas más exitosos de España. «Me da igual cómo me encasillen y lo que digan que soy. Yo amo la música, toda la música y en todas ellas encuentro algo que me interesa. Hacerla para mí es un lujo, así que bienvenidas sean las etiquetas que la gente me quiera poner», dice el malagueño precisamente en el momento en que más se está liberando de los calificativos. En su nuevo trabajo, de 11 cortes, hay un hit para la radio, una ranchera y, por supuesto, amor. Lo presenta en una maratoniana gira que empieza en mayo del próximo año en Fuengirola (Málaga).
El título del disco hace referencia a eso que distingue a los tréboles corrientes de los que traen fortuna: los que tienen cuatro hojas. Y, sin embargo, Alborán no cree en la suerte: «No creo en ella como tal. Pienso que la suerte se madruga, se trabaja y se pelea. Creo en el valor de intentar las cosas y no dejar de intentarlo una y otra vez. Para eso necesitas de un entorno, a veces no puedes hacerlo solo». Tiene amuletos, claro. «Tengo una Virgen de Guadalupe, un trébol, precisamente, que me regaló una fan y alguna otra cosa», cuenta Alborán, que no es creyente, pero sí espiritual. «Hay algo bonito en ese ensimismamiento. Me gusta lo que conlleva escucharte, detenerte. Y últimamente me he empezado a plantear cosas, porque antes era muy de vivir el aquí y el ahora y no creer en el más allá, pero ahora empiezo a pensar diferente».
En su nuevo álbum, una canción suena confesional. «A batir las alas» comienza diciendo «harto de dar explicaciones». «Bueno, eso lo digo porque creo que a los artistas a veces se nos exige tener explicación para todo o se os pide opinión de cualquier cosa y no tenemos ni por qué tener la respuesta adecuada ni la correcta. Yo soy contradictorio, aceptadlo todos: un día puedo decir una cosa y mañana en la siguiente entrevista te voy a contestar otra (risas). Y voy a seguir siendo así», señala el malagueño. A continuación, dice: «Harto de cantar a contrarreloj». «Es que vivimos un momento de consumo musical y de consumo de arte que me ha hecho pensar mucho hasta que he conseguido aceptarlo. En estos últimos años el consumo musical es voraz y veloz no solo en la música. El cine también. A veces te pasas una hora buscando película en vez de pasar una hora viéndola. Hay una oferta brutal de contenido». Como creador, Alborán tuvo que aceptar que sus canciones cada vez serían más efímeras: «No te queda más remedio que aceptar que el tiempo está cambiando y que no va a volver atrás. Solo tienes dos opciones: amargarte o seguir siendo fiel a ti mismo, pero usando las cosas buenas que tiene este momento», señala.
Esa canción habla de sus sensaciones como creador. «No voy a dejar que nadie me arruine esa emoción. Porque crear algo es abrirte un camino», asegura. Como canta en esa misma canción, «no quiere gustar a todo el mundo». «Imposible, no lo pretendo, nunca se me ha ocurrido. Yo naturalmente soy una persona educada para ser cordial para ser correcto, pero tampoco a mí me gusta todo el mundo ni me gusta toda la música. Ni siquiera me gusta toda la comida. Así que es lo normal». Sin embargo, en un tiempo en que los gustos se cuantifican en tiempo real, al minuto, Alborán trata de abstraerse a la presión de la cifra y del número: «En algún momento lo he sentido, no te voy a engañar. Nos ha pasado a todos. Una vez que sacas un disco, estás en el mercado, no vamos a ser hipócritas. Pero eso viene después, cuando tienes que armar una gira y llevas un equipo que depende de ti. En cambio, a la hora de crear soy libre y lo hago solo para mí. Los números no son mi objetivo, ni definen mi estado de ánimo, ni mi actitud».
Con cada disco y con cada canción, el músico se va conociendo mejor a sí mismo. Escribir es parte del proceso de comprender y, en esa canción, «A batir las alas», canta desafiante: «Si tú no sabes quién eres, no me culpes de tu rabia». Alborán va descubriendo quién es: «Sí, yo creo que sí, aunque no por completo. Sin embargo, siento que todos los días estoy un poquito más cerca de saber quién soy. Vas rascando un poquito más cada día que pasa».