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Elvis Presley: de rey del rock a soldado raso

El 24 de marzo de 1958, en pleno apogeo de su fama internacional, el joven se vio obligado a alistarse en las Fuerzas Armadas estadounidenses durante dos años
En los 60, Elvis Presley se alistó en el Ejército y comenzaría su cuesta abajo
ApAP

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El mundo ya conocía “Jailhouse rock” o “Hound dog”, y por tanto ya era testigo y seguidor de la máxima leyenda del rock and roll de la historia: Elvis Presley. A finales de los años 50, el de Misisipi vivía en la cresta de la ola de su carrera musical, su fama y reconocimiento vivían el mayor apogeo, y su figura como la mayor estrella del rock del mundo comenzaba a consolidarse. No obstante, en 1958 todo se paralizó. De golpe y porrazo, Presley pasó de ser el rey del rock a alistarse en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. El país no estaba en guerra, pero el artista respondía a la edad y perfil que obligaban a estar en el Ejército durante dos años en aquella época.
Se alistó un 24 de marzo de 1958, día que sus propios seguidores apodaron como “el lunes negro”, pues el giro de la vida de Presley aunado con la incertidumbre del futuro parecía conllevar el ocaso del rock and roll. Tenía 23 años y una prometedora carrera por delante, por ello su mánager, el Coronel Parker, hizo todo lo posible para evitar sus dos años respondiendo a responsabilidades de su país, o para conservar todo lo posible de lo que había conseguido profesionalmente hasta entonces. Llegó a escribirle una carta al Pentágono, pues entrar en el ejército significaba perder contratos musicales y de películas. No obstante, al no obtener resultado, decidió sacarle partido a la realidad que se le presentaba a Presley: Parker convenció al músico de que alistándose podría exprimir a un público más mayor, a través de una imagen de héroe nacional.
Al de “Can’t help falling in love” le ofrecieron unirse a los Servicios Especiales que en los años 40 creó el Departamento de Guerra estadounidense. No obstante, decidió ser un soldado raso, para así ganarse la simpatía de sus detractores, quienes le tachaban de provocador y rebelde. Una vez completó el entrenamiento básico en Fort Hood (Texas), fue enviado a Friedberg, en Alemania, con la Tercera División Blindada.
No tenía, por tanto, preferencia alguna en el ejército, y comenzó una aventura caracterizada por la preocupación: en las cartas que mandaba a su familia, mostraba sus dudas ante la posibilidad de perder fama, así como en ocasiones, cuando sus superiores le dejaban utilizar un teléfono, el joven Presley lloraba desconsoladamente, mostrando su angustia ante el entrenamiento militar.

De perder a su madre a las anfetaminas

Durante estos dos años que estuvo en el Ejército, del que salió en marzo de 1960, el artista vivió dos momentos que marcarían su estado de ánimo y su vida. El primero, el fallecimiento de su madre el 14 de agosto de 1958, por mal estado de sus riñones e hígado. La fuerte relación que mantenía con ella hizo que Presley se hundiera anímicamente. Y esto, unido con el cansancio tanto físico como mental que le producían las Fuerzas Armadas, le llevó a la peor decisión de su vida: comenzó a tomar anfetaminas. Fue un sargento quien le ofreció esta droga estimulante, y ante la energía que le dio durante los años de servicio, se convirtió en una adicción que le atormentó durante el resto de su vida, pues dependía de esta medicación para mantener el ritmo de su actividad musical.
Pero no todo fue negativo: Presley conoció al amor de su vida. Él tenía 24 años y ella 14: con el tiempo, Priscilla Ann Wagner se convirtió en su esposa, y estuvieron juntos en la época que el músico estuvo viviendo en Alemania. Mientras tanto, en Estados Unidos Parker velaba por los intereses profesionales del joven: no cesó de cerrar contratos para cuando el artista volviese del ejército, así como generó merchandising aprovechando su fama para ligarla a la figura del soldado.
Así, en 1960, el soldado que fue enlistado con el número de serie 53310761 culminó su estancia en la Armada, y a su vuelta fue recibido por gran número de seguidores, que continuaban fieles a su música. Una estrategia, por tanto, que le sirvió para fortalecer su imagen, desprenderse de la del joven rebelde y afianzarse en la del adulto sensato, y comenzaría una nueva y exitosa etapa de su carrera musical: estaban por llegar “Can’t help falling in love”, “Always on my mind”, “Viva las Vegas”, “Suspicious minds” o “Burning love”.