Mario Vaquerizo: "Soy una obrera mediática, no sé por qué importan tanto mis opiniones"
El cantante y líder de Nancys Rubias debuta como protagonista en el cine con «La reina del convento», de Carmen Perona, donde interpreta a la monja Sor Juanita
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Poco acostumbrado a la opulencia con la que muchas veces se promociona el cine en nuestro país, Mario Vaquerizo (Madrid, 1974) pide con educación una cerveza cuando en la capital estamos llegando al mediodía. «Yo te la pago luego», le dice con cariño a una de sus agentes de prensa, con una humildad y cercanía que, la verdad, a veces se echa de menos cuando todavía no se han encendido los focos. No se trata de adularle, sino de encontrar una livianeza en los gestos que lo primero que derrumba es la condescendencia de quien escribe. La entrevista con LA RAZÓN, casi una «performance» más, se desarrollará lata en mano.
El líder de Nancys Rubias, tertuliano allá donde le dejen y personalidad televisiva por definición, aunque a él le guste seguir explicando que es una «working girl» de Vicálvaro, para la que «ir al cine todavía es liturgia», debuta ahora como protagonista en el cine con «La reina del convento». En el filme, dirigido por Carmen Perona, Vaquerizo no solo interpreta a una mujer, lo cual ya sería un reto en sí mismo, sino que además hace de monja, una Sor Juanita que encuentra en el convento la familia elegida que la vida le ha ido negando. «Fue una casualidad. Estaba un día en casa y me llegó un correo. En un primer momento dije que no. Pensaba que era un delirio y un despropósito, porque no soy actor. Luego empecé a tomármelo de otra forma, porque vi que se trataba de un guion sobre monjas que eran diferentes, por así decirlo. Lo que no quería y me daba miedo es que fuera una ofensa o una provocación, no quería ser parte de una crítica amarga a la institución porque soy muy creyente. No pensaba que fuera para mí. Pero no porque sea creyente, sino porque no me gusta provocar por provocar», explica el ahora también actor.
Y sigue, sobre la relación con un elenco que le ha rodeado de actrices experimentadas, como Gemma Cuervo o Isabel Ordaz, pero también de amigas y conocidas, como Bibiana Fernández o la «influencer» Dulceida: «He hecho esta película casi exclusivamente porque están ellas», apunta Vaquerizo, antes de entrar en el tránsito por los géneros: «He sido muy valiente, las cosas como son. No tengo ningún problema con meterme en el papel de mujer, y creo que ahí estaba el reto. Sí es cierto que hemos entrado en una tendencia en la que los negros solo pueden hacer papeles de negros, las travestis de travestis... Me parece absurdo, porque la historia del cine está llena de casos que demuestran que no deberíamos encerrarnos así. Pienso en José Luis López Vázquez en “Mi querida señorita”, o José Sacristán en “Un hombre llamado Flor de Otoño”. Qué grandes interpretaciones nos habríamos perdido. ¿Por qué un actor no va a poder hacer eso? La riqueza de la interpretación es poder transformarse en otra persona, y ese tipo de planteamientos tan cerrados no los entiendo. Y eso que yo no le llego ni a la suela de los zapatos a ninguno de los que te he dicho», completa.
"La autocensura hace que dejes de ser tú mismo. Hay momentos en los que pienso en ello y luego digo, a tomar por culo, no. No creo que ofenda a nadie dando mi opinión".Mario Vaquerizo
Construida como una comedia de enredos, de esas que ya cuesta ver en la cartelera y se han convertido en carne de plataforma, «La reina del convento» sitúa a Vaquerizo (profundamente caracterizado, algo en lo que el actor insistió mucho durante el rodaje, según cuenta) como una monja inadaptada, un contenedor de inocencia sobre el que el resto de personajes va vertiendo sus propios vicios. Y, precisamente sobre los pecados, esos de palabra que hacen que cuando el cantante habla suba el pan, le preguntamos: «La gente tiene mucho tiempo libre, no sabía que fuera tan importante. No entiendo por qué hay un debate nacional si yo llevo una camiseta de la Legión, no entiendo por qué se cuestiona mi relación con Alaska diciendo que todo es mentira después de 25 años, no entiendo el mal rollo. Y eso es lo que me da rabia. No entiendo por qué la gente se sorprende de que yo diga que soy creyente, cuando eso es compatible con tener un grupo como las Nancys Rubias donde copiamos a los New York Dolls, que iban vestidos de puta. Yo soy una obrera mediática, no sé por qué importan tanto mis opiniones. No quiero hacer canción protesta, no pretendo decirle a la gente lo que tiene que hacer, yo hago lo que me apetece y sin ninguna trascendencia», responde Vaquerizo con vehemencia.
Y ello hace que salga a la luz el concepto de responsabilidad, y lo de medir lo que uno dice, por ejemplo, en la televisión: «La autocensura hace que dejes de ser tú mismo. Hay momentos en los que pienso en ello y luego digo, a tomar por culo, no. No creo que ofenda a nadie dando mi opinión. Cuando yo dije lo de la contaminación es porque es normal que haya contaminación. No podemos volver a la máquina de vapor. Entiendo que haya contaminación en las ciudades, pero a título personal no puedo hacer nada. ¿Qué voy a hacer yo? ¿Irme de la Gran Vía a Vicálvaro en bicicleta? No quiero. La producción de coches eléctricos contamina más que los de gasolina, y nos lo están imponiendo (Nota: dato corroborado, por ejemplo, en informes de la compañía Volvo. Aunque es cierto que, en el largo plazo, las cero emisiones de los coches eléctricos compensen su huella). Pero tú dices eso y ya te catalogan, te asignan un partido. Yo no soy de nadie, solo de mí mismo», se despide Vaquerizo, Mario, suyo, intérprete.