Realidad o mito: ¿Cervantes y Shakespeare murieron el mismo día?
Ni el autor del Quijote ni el de Romeo y Julieta murieron realmente el 23 de abril, pero la muerte de ambas quedó registrada ese día. Este es el motivo:
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Este domingo, como cada 23 de abril, se celebra el Día Internacional del Libro, con el que rendimos homenaje a los grandes libros y autores de la literatura universal… y en el que tratamos de alentar a todos, en particular a los más jóvenes, a descubrir el placer de la lectura. Y la fecha que la Conferencia General de la Unesco del año 1995 escogió para celebrar esta efeméride no podía ser otra que el 23 de abril, porque es el día en el que también conmemoramos el fallecimiento de dos de los grandes escritores de la historia, William Shakespeare y Miguel de Cervantes. Lo curioso de esta efeméride es que, a pesar de que la muerte de ambos escritores quedó registrada el 23 de abril del año 1616, ninguno de los autores murió realmente ese día…. y no se debe a ningún error. Si quieres saber cuál es la curiosa explicación, este artículo te interesa:
Lo que sucedió realmente es que el autor del Quijote murió el día 22 de abril del año 1616; pero su fallecimiento quedó registrado el 23, porque es cuando fue enterrado. El autor de Romeo y Julieta -por su parte- sí que falleció el 23 de abril de 1616; pero según el calendario juliano, que es el que se utilizaba en aquel momento en Inglaterra.
Si la fecha de su muerte hubiese quedado registrada según el calendario gregoriano (que es es el que se utilizó para apuntar el fallecimiento de Cervantes), entonces su óbito habría tenido lugar el 3 de mayo... y no el 23 de abril. Es decir, que -en realidad- Shakespeare murió 11 días más tarde que Cervantes.
En el año 1582, el Papa Gregorio XIII decretó la sustitución definitiva del calendario juliano, por una nueva forma de contabilizar el paso del tiempo que corrigiese algunas inexactitudes astronómicas que venía arrastrando el calendario impuesto por Julio César en el año 46 a.C. A este nuevo calendario se le conoció como calendario cristiano o como calendario occidental, aunque su nombre más común es el de “calendario gregoriano” (en referencia al Papa que lo sancionó).
Los astrónomos de la Universidad de Salamanca realizaron dos estudios (uno en 1515 y otro en 1578), en los que se postulaba que el calendario juliano malinterpretaba levemente la duración del movimiento de traslación de la Tierra. Ese error había derivado en que al calendario juliano contabilizase un año en 365,25 días, cuando -en realidad- duraba 365,2425 días.
Puede parecer un desfase mínimo o -incluso- despreciable. Pero con el paso del tiempo, esta inexactitud había desviado 10 días la celebración del Día de Pascua. Esta efeméride se estableció en el Concilio de Nicea (año 325) para que coincidiese con el domingo siguiente al plenilunio posterior al equinoccio de Primavera del Hemisferio Norte... y aquel año 325 había caído en 21 de marzo. Sin embargo, en el 1582 -momento de la aprobación del calendario gregoriano- el error acumulado había desplazado la Pascua 10 días.
Una vez quedó claro que el orden instaurado por el calendario juliano era impreciso, se decidió que después del jueves, 4 de octubre de 1582, se pasase al viernes, 15 de octubre de 1582. De esta forma, en el paso del juliano al gregoriano desaparecieron 10 días del calendario.
La reforma se adoptó de forma inmediata en los dominios de la Monarquía Hispánica (que en aquel momento incluían también los de la Corona de Portugal). Sin embargo, otros países se resistieron a aceptar la autoridad del Papa y tardaron muchos años en implantarlo. Este es el caso de Inglaterra, que no fue hasta el año 1752 cuando se decidió a adoptar el calendario gregoriano definitivamente.
En resumen, cuando fallecieron Miguel de Cervantes y William Shakespeare, existía una diferencia entre la católica España y la anglicana Inglaterra; lo que llevó a que ambos obituarios se registrasen en el mismo día... a pesar de que habían tenido lugar con varios días de diferencia.