John Banville/ Benjamin Black: «Forma parte de la naturaleza humana: todos nos odiamos»
Con «Las hermanas Jacobs» retoma su serie negra y anuncia que ya está escribiendo su autobiografía
Madrid Creada:
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«De pequeño leía a Agatha Christie y me encantaba porque podía hacer crucigramas al mismo tiempo. En sus libros no había ninguna realidad ni profundidad. Además, nadie hacía ni caso al muerto. El cuerpo, el cadáver, no era lo relevante, pero el asesinato es una cosa muy fea. Los asesinos, sobre todo la primera vez que matan, saben que es complejo. Yo lo único que he matado fue una rata que se nos coló en casa... y no se quería morir. Se dio la vuelta y me miró mientras intentaba acabar con ella. Nunca he olvidado esa mirada. Me golpeó en la conciencia. Esa mirada decía: “Me quieres quitar la vida”. Así que puedo imaginar lo difícil que debe ser quitársela a una persona y no sentir nada. Es muy difícil».
Vuelve Benjamin Black, la versión «en negro» de John Banville, con una nueva entrega del doctor Quirke: «Las hermanas Jacobs» (Alfaguara). Y no es un caso más en la carrera del forense, que todavía arrastra el luto por el asesinato de su mujer, sino la primera aventura policial al lado de Strafford, el otro detective de ficción del novelista. Una fortuita reunión que traerá consigo un pulso de personalidades y maneras de comprender el mundo. La muerte por asfixia de una muchacha en el interior de un coche alentará una investigación conjunta. Las pruebas iniciales apuntan a un suicidio, pero ciertos detalles parecen contradecir esa conclusión. Las pesquisas sacarán a la luz el pasado de Rosa Jacobs, una chica de origen judío que defiende ideas muy adelantadas para su época: el aborto, la píldora anticonceptiva, y ha mantenido varias relaciones sexuales. Algo controvertido en la católica Irlanda. Un conjunto de hechos a los que hay que sumar los extraños lazos que sostiene con una familia alemana vinculada con el nazismo.
¿La historia pesa sobre las personas?
Sin duda. Este mismo conflicto de Israel se remonta a la Segunda Guerra Mundial, incluso a la Primera, cuando Hitler aún era un soldado. La historia es un continuo. Lo que me fascina es cuándo la historia se convierte en Historia con mayúsculas; cuándo el pasado se considera pasado. Lo ves en el cine. Una película de hace cincuenta años es un clásico. Lo notas por los sombreros que llevan y por la altura de los pantalones de Bogart. Ahora que soy mayor, que soy un viejo, recuerdo haber visto cosas que para muchos hoy son la prehistoria, pero que, en cambio, para mí, cuando era joven, fue mi presente. El pasado siempre está aquí. Pero se vuelve una especie de antigüedad.
En este libro son relevantes los prejuicios. Siempre miramos a los demás a través de ellos.
Hay que recordar que Irlanda es un país minúsculo. Me pregunto cómo cabe tanto odio en un lugar tan pequeño. Nosotros siempre hemos sido así. Hay prejuicios por todas partes. Por contarte una historia, entre los condados hay fronteras. Las construyeron los militares en el siglo XIX y las hicieron con piedras gruesas para separarlos. Todos los condados están en guerra con los otros. Una vez estaba en una tienda en Cork, en un colmado. Había un partido entre el Kerry y el equipo de Dublín. Le pregunté al tendero si apoyaría los de al lado, pero me aseguró que a esa gente no había que apoyarlos... prefería apoyar a los de la capital que a sus vecinos. En un país tan pequeño suceden estas cosas.
¿Los prejuicios distorsionan la convivencia?
Forma parte de la naturaleza humana: todos nos odiamos. Se detesta al vecino de al lado. Si tienes una disputa se puede perpetuar durante generaciones. El terruño es como la sangre: se lleva en las venas. Es absurdo, pero somos así, como comadrejas. Si liberas a las comadrejas no se pelean, pero si las encierras en una saca... Es una cosa irlandesa, pero aquí habéis tenido también una guerra civil, y son dos países que se asemejan mucho. En Irlanda hay crímenes inconfesables. Somos una especie de asesinos. Los hombres somos el virus de más éxito que ha sufrido el planeta. Los hombres hemos sido más fuertes que el propio covid, que se ha rendido.
Aquí hay varios prejuicios: católicos y protestantes, judíos y alemanes...
Quirke creció en un orfanato católico, mientras Strafford, en una mansión venida a menos, pero que no deja de ser una mansión. Quirke se considera un nativo irlandés, pero Strafford es el forastero inglés. En Irlanda lo que es inglés no nos gusta. Los ingleses dicen que no odian a los irlandeses y los irlandeses suelen responderles que eso es porque los irlandeses no les han robado su país, en ese caso claro que nos odiaríais... Yo carezco del sentido del nacionalismo. No tengo ninguno. Por mí, podría estar Mongolia. No entiendo ese sentido del patriotismo. El patriotismo qué es. ¿Qué es amar a tu país? ¿Cómo puedo amar Irlanda? Yo no puedo, no lo veo. Hay partes de mi país que no he visto nunca. ¿Cómo puedo decir que las quiero? No es más que un ideal... Aunque esa idea del lugar no la tengo. Cuando era joven viajé a Grecia, Estados Unidos, España. Conocí personas y costumbres... Ahora el clima irlandés me gusta, me parece bello. Las nubes. Necesito mi lluvia. El fenómeno de las tormentas.
En su libro dice que odiar a una persona por ser judío es como odiar a una mujer por ser pelirroja: un absurdo.
Puede odiarse por inseguridad, por envidia. No dudo que uno de los problemas de Hitler, que odiaba a los judíos, es por el éxito que tenían. Cuando hablamos de gente, en lugar de individuos, es cuando empezamos a matar personas. Es lo que hicieron con los judíos. Si en ese momento se hubiera recordado que son individuos, nunca habrían sucedido estas cosas. Esta es precisamente una de las funciones del arte. No puede haber una respuesta nacional a una obra de arte. Es una experiencia personal. La obra de arte te dice: «Olvídate de la nación, del patriotismo. Eres un individuo». Y esa es la única manera de existir en el mundo, como individuo. Ahora, cuando me siento a escribir, solo quiero escribir un libro, no promuevo la paz mundial ni que los niños se hagan más inteligentes, y me da igual lo que pasa con la política.
¿La tristeza es una manera de ser feliz para Quirke?
Sí, nunca es más feliz que cuando es infeliz. Quirke es muy representativo de una faceta de la naturaleza y el carácter irlandés. Me gusta resaltar esa faceta. En cambio, Strafford se deja llevar por la corriente del mundo, todo le da un poco igual, no es feliz ni infeliz. Pero el gran personaje de estas novelas es Phoebe. Mi editor una vez me comentó que estaba claramente enamorado de ella, pero lo que pasa es que Phoebe soy yo. No me preguntes cómo. Ella es la que me representa en estas historias. Aunque todos son un poco yo. No puede ser de otra manera. Todos ellos son versiones de mí.
Otro tema es la superación de la pérdida. El luto.
El proceso de la pérdida es común. Siempre estamos perdiendo algo: la infancia, los amantes, los amigos, el pelo (risas)... Siempre vamos dejando un rastro. Estamos en un estado permanente de duelo. Cuando mi primer hijo tenía tres años, me preguntó si me acordaba de cuando él tenía dos. A esa edad ya pensaba en el pasado, ya sentía el duelo del pasado. Convivir con la pérdida forma parte de la condición humana. Esto es lo que introduce la tristeza en nuestras vidas, pero también la belleza. Cuando te ataca un recuerdo por algo, ese recuerdo puede ser tan vívido, tan fuerte, que te transporta. Es lo que hace el artista: llenar un libro de momentos vividos.
La chica asesinada está a favor del aborto. Es una avanzada en su época. Sufre la intransigencia, que es la misma intransigencia que ha regresado hoy.
El mundo pasa por fases de furia y locura. Por el resentimiento. Durante las elecciones de Trump hablé con unas personas que conocían y vivían en Estados Unidos. No me podía creer que fueran a votar por Trump. Les pregunté cómo podían apoyar a ese monstruo y me respondieron qué había hecho América por ellas. Pues darle una casa grande, varios coches, una vida, ¿qué más quiere que haga América? Lo que pasó es que los americanos se aburrieron. Demasiada comodidad lleva al aburrimiento y las personas son capaces de hacer lo indecible por huir del aburrimiento, hasta declarar la guerra. Estados Unidos ha sido un gran país hasta los años sesenta, quizá un poco más, pero ahora están viviendo su época posimperial. Las personas se aburren, no solo como nación, en este posimperio, y pasarán por una fase muy peligrosa. Durante décadas en este siglo, el mundo está aburrido y mira dónde hemos llegado. Sucede igual que en el siglo anterior. Estamos viviendo una época muy peligrosa. Nací en 1940. La mejor época del mundo fue la que discurre entre 1945 y 2008, aunque pasaran cosas terribles y hubiera guerras, enfermedades... pero esa época ha terminado.
¿No volverá a firmar como John Banville?
Esos libros ya no los voy a escribir. Me llevan seis años. Haga la cuenta. Lo que estoy haciendo es escribir mi autobiografía, aunque con los hechos un poco torcidos. Es como una autobiografía de ficción. Por supuesto, yo voy a decir que es completamente cierta. Es más, diré: eso de Wikipedia no es así, yo te voy a contar bien cómo han sido las cosas...