La imprenta: cuando tener libros era de ricos
La aparición de los tipos móviles, diseñados por Gutenberg, dio lugar a la democratización de la lectura y, sobre todo, de la posesión de libros


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Me cuesta imaginar un mundo sin libros impresos, sin periódicos, sin novelas de bolsillo, donde sólo aristócratas, y élites nobiliarias civiles y eclesiásticas tuviesen acceso al conocimiento. Debido a la dificultad de producir libros en la Edad Media, poseer una biblioteca era un símbolo de poder: casi nadie podía costearse la acumulación de textos. Al margen de los copistas monásticos, desde el siglo XII se aplicaron técnicas para acelerar las copias de las obras, como la xilografía, una técnica de impresión con plancha de madera sobre papel de origen chino donde era conocida desde el 593 d.C, año en que se ordenó por decreto la recopilación de dibujos y textos inéditos para grabarlos en madera y publicarlos.
Este nuevo medio de reproducción acortó los tiempos de elaboración facilitando desde el siglo XIV la impresión de grabados devocionales de los que son un ejemplo las estampas de preservación que se colocaban en baúles y objetos de viajes, como la imagen de la «Virgen con el niño» de 1418 encontrada en Bélgica por el Barón Reissenborg en el interior de un cofre.
A lo largo del siglo XV, se realizaron diferentes obras piadosas con esta técnica como la «Biblia Pauperum» o Biblia de los pobres cuya fecha de impresión data de entre 1410 y 1420, el «Ars Moriendi», arte del buen morir, el «Ars Memorandi», interpretación de los cuatro evangelios, y el «Speculum Humanae Salvationis». Las técnicas evolucionaban, abriéndose el camino para los tipos móviles. El primer libro impreso reconocido por la Unesco en 2001 fue el conocido como «Jikji», cuyo título completo traducido es «La antología realizada por el monje Baegun de las enseñanzas de los sumos sacerdotes sobre la identificación del espíritu de Buda mediante la práctica de Seon», sacerdote principal en los templos de Anguk y Shingwang en Haeju impreso en 1377 durante la dinastía Goryeo.
En Europa, Johannes Gutemberg, un artesano experto en la fundición del oro y el tallado de gemas, creó una sociedad con Hans Riffe y otros socios en Estrasburgo para tratar de mejorar los sistemas de impresión, diseñando los tipos móviles. Para ello confeccionó moldes en madera de cada una de las letras del alfabeto rellenando posteriormente los moldes con hierro. Realizó varios modelos de las mismas letras y signos para que coincidiesen todos, en total, más de 150 tipos imitando perfectamente la escritura de un manuscrito.
Como plancha de impresión, Gutenberg amoldó una vieja prensa de uvas utilizada para elaborar vino, a la que sujetaba el soporte con los tipos móviles, dejando el hueco para letras mayúsculas y dibujos. Estos serían añadidos posteriormente mediante el viejo sistema xilográfico y terminados de decorar de forma manual. La primera obra impresa con este método fue una edición de la «Vulgata» en latín, que se ha venido conociendo como «Biblia de 42 líneas», siendo uno de los primeros incunables de Europa (1452-1453).
Una artesanía
Se calcula que hubo unas 1.200 imprentas, distribuidas entre 260 ciudades, con un lanzamiento aproximado de 35 .000 obras distintas. Estos primeros libros impresos, entre 1453 y 1501, han recibido el nombre de incunables, término que remite a Hadrianus Junius, un estudioso de los clásicos de origen holandés, en su obra póstuma «Batavia 1588». Los incunables constituyen la infancia del libro impreso, cuando el impresor era dueño y manipulador de la prensa, fundidor de tipos, fabricante del papel, encuadernador, editor, librero, artesano, artista y erudito. Algunos de ellos dejaban una marca de agua o filigrana en el papel que fabricaban, de esa manera sabemos quién la editó, pero hay muchos que carecían de firma y fecha.
El primer libro español impreso que se conserva es el «Sinodal de Aguilafuente», que contiene actas de una reunión episcopal convocada por el obispo Arias Dávila y celebrada en Aguilafuente en Segovia (1472). El Sinodal fue impreso por Juan Parix de Heidelberg y Juan de Pegnitzer de Nuremberg. Ambos eran técnicos alemanes de la imprenta de Gutenberg que llegaron a España para difundir la nueva tecnología de la impresión.
El invento de Johannes Gutenberg se fue perfeccionando, en el siglo XVII, con la prensa de impresión plana y luego la prensa de cilindro, en el XIX, que el siglo XX se dejó atrás con el offset y la edición digital curiosamente, Gutenberg no se hizo rico con su invento. Terminó perdiendo su imprenta en disputas legales, pero su legado es incalculable. Su máquina cambió la humanidad para siempre, demostrando que a veces, las ideas más poderosas no vienen de un rey o un general, sino de un artesano con una obsesión por las letras y la perfección técnica.