Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por
Patrocinio Repsol

Canadá, la última frontera de la conquista española

El descubrimiento del territorio del Noroeste se produjo por ambos océanos, Pacífico y Atlántico, y supuso una epopeya poco reconocida
La Razón
La Razón

Creada:

Última actualización:

El mundo cambia en occidente de la Edad Media a la Edad Moderna, entre otras cosas porque el mar Mediterráneo pierde importancia y la ganan los océanos. El Atlántico, que comenzó llamándose mar Océana, y el océano Pacífico, que aparecía en los mapas como mares del Sur y debiera haberse llamado lago de los Españoles si en España hubiera existido una buena escuela de márketing o propaganda en los siglos XVI y XVII. Cuando los turcos se hacen con el imperio Bizantino clausuran la milenaria Ruta de la Seda. Algo similar si hoy prohíben Amazon de la noche a la mañana. ¿Qué pasaría en este caso? Que gracias al ingenio de los emprendedores aparecerían nuevas propuestas. Y la iniciativa en la época fue de portugueses y españoles que comenzaron a estudiar rutas alternativas para suplir la clausura de la Ruta de la Seda. Aristóteles ya decía que la tierra era redonda, aunque todavía hoy hay gente que no lo cree. Así que cuando los españoles descubren el Nuevo Mundo, el continente y los mares del Sur, lo inmediato era descubrir el paso para atravesar América y poder llegar a las islas de las Especias. Una competición en la que siempre España llevó la delantera y en la que Inglaterra y Francia lucharon durante siglos por un segundo puesto. España atraviesa el Nuevo Mundo por el sur, con la expedición Magallanes Elcano y los ingleses contratan un explorador para copiar a los españoles e intentarlo por el norte, pero no lo consiguen al no poder traspasar Canadá.
El descubrimiento del país de las hojas de arce se produce en el contexto del Pacífico español. Canadá fue descubierta por Inglaterra en 1497, cuando Giovanni Caboto, un italiano que había pasado por Valencia y Lisboa fracasa en su intento de descubrir el paso del norte, el mítico estrecho de Anián, por el que pretendía llegar de Bristol a China atravesando América. Francia aspiraría igualmente encontrar el paso, y en 1534 envía a Jacques Cartier. El navegante piensa que lo encuentra y de aquel error queda hoy el topónimo de las cataratas de Lachine en el río San Lorenzo. Empero tras tres viajes sin conseguirlo, sus proezas se justifican porque funda la ciudad de Quebec en el cabo Diamante. Quebec nace como un campamento base para ir en busca del mítico reino de Saguanay, que pensaban estaba lleno de riquezas, oro y diamantes. Cartier llenó las bodegas de unos tesoros que resultaron ser cuarzos y piritas. Otro fiasco que queda hoy en el refrán, “más falsos que los diamantes de Canadá”.
España fue líder indiscutible en el océano Pacífico desde su descubrimiento por el extremeño Núñez de Balboa en 1513, hasta el desmantelamiento de la Nao de la China o Galeón de Manila en 1815. Esta ruta comercial, heredera directa e incuestionable de la milenaria ruta de la Seda, contribuyó gracias al valor y al coraje de los navegantes y aventureros españoles a la actual globalización del mundo. El presidente chino Xi Jinping acaba de afirmar en el Foro Empresarial BRICS que la “globalización económica es una tendencia histórica imparable y que aquellos que luchan por bloquearla están obstaculizando el futuro de otros y el suyo propio, intentando dar marcha atrás en la rueda de la historia”. Podemos comparar la labor española en el océano Pacífico a hazañas actuales como la invención del email o la fundación de Universidades en Internet. Pequeños pasos que conducen a la IV Revolución Industrial, y que como señala el dirigente comunista, la globalización “construye una comunidad común para toda la humanidad”.
En el caso concreto de Canadá, los navegantes vascos, tuvieron un papel primordial que debe ser rescatado y recordado. La localidad guipuzcoana de Pasaia parece hoy un parque temático del pasado abertzale y etarra con pintadas y carteles terroristas, marxistas e independentistas. Sin embargo, ese mismo lugar, una increíble bahía natural, fue cuna hace cuatro siglos de los balleneros más intrépidos que dominaron el este de Canadá prácticamente desde su descubrimiento. Si el océano Pacífico debiera llamarse lago de los españoles, el golfo de San Lorenzo debiera ser hoy el golfo de los Vascos.
Selma Huxley dedicó su vida a buscar con gran éxito la herencia vasca en el este de Canadá, certificando la existencia de una industria ballenera entre los siglos XVI y XVII. Sus descubrimientos contribuyeron a que Red Bay, en el golfo de San Lorenzo, fuera declarado por UNESCO en 2013 Patrimonio de la Humanidad. Huxley era bisnieta de Thomas Henry Huxley, apodado el Bulldog de Darwin por la acérrima defensa que hacía de las teorías evolucionistas frente a las tradicionales creacionistas. También era prima segunda Aldous y Julian Huxley. El primero, prolijo autor de obras futuristas y de ciencia ficción, y el segundo fundador y primer director general de UNESCO, miembro de la Sociedad Eugenésica Británica y atribuido erróneamente padre del movimiento Transhumanista. Los millenials y los nativos digitales no tienen miedo a los viajes por tierras lejanas mientras haya cobertura, pues con Google traductor y mapas llegan al fin del mundo y pueden entenderse con lenguas extrañas. Para los idiomas, la generación anterior hacíamos las aventuras con unas guías de conversación en las que encontrabas unas cuantas frases hechas de uso común. Empero ¿cómo se entendían los marineros y comerciantes que descubrían nuevos territorios con los pobladores locales en los siglos XVI y XVII? Con unas jergas simplificadas que acababan mezclando vocablos de uno y otro denominadas pidgin. El término parece que viene de la pronunciación por parte de los chinos de la palabra negocios en inglés. Lo más sorprendente de esta historia es que algunas fuentes de época (Garibay, 1571; Lope Martínez, 1625), sostienen que los indios que habitan la isla de Terranova y el golfo de San Lorenzo hablaron un pidguin vasco. Así, mientras Cartier realizó tres viajes de fracaso puesto que ni encontró el paso el norte, el mítico estrecho de Anián, y tampoco consiguió los diamantes de Canadá, los pescadores vascos traían ballenas configurando los cimientos de una exitosa y potente industria de pesca de altura intercontinental y dejaron como herencia unas cuantas palabras del euskera.
Decíamos al comienzo que el mundo cambió en occidente de la Edad Media a la Edad Moderna entre otras cosas porque el mar Mediterráneo perdió su importancia y la ganaron los océanos. Pues bien, hoy en medio de la IV Revolución Industrial, Europa parece que va camino del mediterráneo de entonces, y que la hegemonía está ganando el océano Pacífico con China, Corea del Sur y Japón. Y ese pacífico debiera haberse llamado, el Lago de los Españoles.
Recuperar la historia española del Pacífico es importante para entender la actual globalización. Agradezco a los empresarios Bettina Vöhringer, Arturo de las Heras y Claudio Chaques Ramón que me hayan acompañado a recorrer las cataratas de Lachine, el cabo del Diamante, el reino de Saguanay y Red Bay. Aun sabiendo que el río San Lorenzo no es el mítico paso de Anián, podremos embarcarnos juntos en una nueva aventura mayor para recuperar la memoria histórica española en el Pacífico.