100 años sin Lenin, el hombre que deseaba el bien, pero creó el mal
En el centenario de su muerte el líder bolchevique ha quedado como el elemento "más cruel" del "terror rojo"
Según Nadezhda Krúpskaya, su esposa, Lenin «sentía el nacimiento de esta Revolución en cada fibra de su cuerpo», recoge el libro que acaba de editar El Viejo Topo, Mi vida con Lenin. En él, Krúpskaya hace un recorrido íntimo en la vida de un líder que, de joven, escribe, disfrutó de joven de gran popularidad como jurista a partir de defender a los obreros; una trayectoria que recorre toda una vida en común apasionante, buena parte de ella, en el exilio en diferentes países de Europa: Finlandia, Inglaterra, Suiza, Francia, Cracovia...
Junto a Lenin fue testigo de lo que se cocía cuando se celebraran los diferentes congresos de revolucionarios y Vladímir Ilích iba agrandando su «fe profunda en el instinto de clase del proletariado, en sus fuerzas creativas, en su misión histórica. Esta fe no la adquirió en un día, sino que era el resultado de años de estudio y reflexión de la teoría de Marx de la lucha de clases, del estudio de las condiciones reales de la vida en Rusia, cuando al combatir las concepciones de los viejos revolucionarios había aprendido a oponer al heroísmo de los militantes individuales el poder y el heroísmo de la lucha de clases», apuntaba la autora y reconocida figura del Partido Comunista de la URSS.
Pero los buenos propósitos (al menos en su cabeza) del expresidente del Consejo de Comisarios del Pueblo de la Unión Soviética no tardaron en irse por el desagüe, como se puede comprobar en Lenin, una biografía, (Ático de los Libros), del periodista británico de origen húngaro Sebestyen, quien en su investigación para el libro trabajó con cuanto se ha escrito a lo largo de un siglo sobre el personaje y la revolución, con las memorias y recuerdos de quienes le conocieron y con su correspondencia, componiendo un relato tan apasionante como el de una novela, con varias virtudes añadidas. Así logró construir una biografía política en la que busca los aspectos humanos menos conocidos, afronta la dura verdad de la revolución bolchevique y esquiva la tentación de sobredimensionar los aspectos negativos, que no son pocos.
En palabras del autor, Lenin, a lo largo de su vida como revolucionario, «se volcó en el estudio de la naturaleza del poder, cómo se consigue y utiliza, cómo cambia a quienes lo poseen y a quienes no. Quería el poder para sí mismo, como suelen querer los egoístas. Pero estaba convencido de que iba a usarlo para mejorar la vida de la mayoría. Así justificó las mentiras, el engaño y el terror que siguió». En resumen, y como afirmaba Angélica Balabánova, la «tragedia de Lenin era que, citando a Goethe, deseaba el bien, pero creó el mal».
Para Viacheslav Molotov, como confesó al final de sus días, los hombres que hicieron la Revolución eran «duros, adustos y severos. Pero, sin ninguna duda, Lenin era el más cruel». Y precisamente el nieto (Viacheslav Níkonov) del comisario de Exteriores soviético concedió una entrevista a Efe en 2020 para hablar del pasado soviético en el 150 aniversario del nacimiento del líder bolchevique: «Lenin no sabía de dónde venía el pan. Lo dijo su propia mujer, Krúpskaya. No le interesaba. Pero nada más llegar al poder se dio cuenta de que ese era su mayor problema (...) No pensaba en categorías de vida humana o moral. Para él esas cosas eran absolutamente secundarias en comparación con la "revolución mundial"», apuntaba.
Lenin desafió la moral y los códigos que habían regido hasta entonces la historia de la humanidad y dividió al mundo en dos bandos: comunistas y anticomunistas. Para el nieto de Molotov, se «ideó un modelo alternativo de desarrollo social y lo intentó llevar a la práctica. Era un marxismo idealizado». Sin embargo, la utopía se dio de bruces con una oscura realidad: el pueblo se moría de hambre y, después de sacar al país de la contienda mundial, metió a Rusia en una guerra civil. «Lenin era un radical, pero también era pragmático. Cuando se trató de sobrevivir, renunció al modelo utópico y puso en marcha la NEP (Nueva Política Económica). Su filosofía era una abstracción y no daba respuesta a las necesidades terrenales».
Un fracaso que líder británico Winston Churchill condensó en una frase: «Lenin desdeñó a Dios, al zar, al país, la moral, los tratados estatales, la ley, los alquileres y los préstamos (...) y al final, se desdeñó incluso a sí mismo».