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Crítica de "La consagración de la autenticidad": cuando "lo auténtico" puede ser una obsesión peligrosa ★★★★

El pensador Gilles Lipovetsky reflexiona sobre esta corriente y lo que realmente dice de nuestras sociedades actuales
El filósofo francés Gilles Lipovetsky, en el Círculo de Bellas Artes. Cortesía del Institut Français de España / Jorge Zorrilla PascualJORGE ZORRILLA PASCUAL
La Razón
  • Diego Gándara

    Diego Gándara

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No todo lo que brilla es oro ni todo el oro que brilla es auténtico, aunque hoy, en estos tiempos que corren, lo que es un auténtico tiene un valor agregado, incluso un valor superlativo. Deseamos, antes que nada, que todo sea auténtico: lo que comemos, lo que vemos, los lugares que visitamos, lo que consumimos, lo que soñamos, también lo que vivimos. No sea cosa que lo que se nos ofrezca sea una mera copia y no algo propio, exclusivo, único, hecho a la medida de cada cual. El filósofo francés Gilles Lipovetsky (Millau, 1944), que ya le ha tomado el pulso a la modernidad de nuestro tiempo con libros como «El imperio de lo efímero» o «La era del vacío», en «La consagración de autenticidad» traza ahora un mordaz análisis sobre esta obsesión por todo aquello que es auténtico y, en cierto modo, nada más que es uno de los nuevos fetiches del presente.
No es extraño, en ese sentido, que Lipovetsky observe que esta manía, que atraviesa como un torbellino casi todos los órdenes de la vida y pretende originalidad en casi todo lo que se consume, es, al fin y al cabo, una señal. La piedra de toque de que nos hallamos ante una nueva fase de la modernidad que ha exaltado la consagración social de una ética: la de la «autenticidad individual». Así, el autor rastrea el origen de esta obsesión en el siglo XVIII, cuando Rousseau estableció que la sinceridad era un valor moral supremo. Sin embargo, Lipovetsky se pregunta si esta pasión por lo auténtico no reviste, en el fondo, cierto peligro. Sobre todo en un momento como el actual, en el que se asiste al crecimiento de movimientos marcados «más por el espíritu victimario que por el culto de la invención de uno mismo». Es que los comunitarismos, concluye Lipovetsky, paradójicamente funcionan en esta época más bien como una fuerzas que obstaculizan, aunque no lo parezca, ese derecho a la autenticidad, dado que, señala el filósofo francés, son las propias «comunidades de pertenencia las que se imponen a las llamadas a la autoafirmación subjetiva».
Lo mejor:
Que hace hincapié en los movimientos sociales a favor de las diferencias
Lo peor:
Hay poco que se le pueda cuestionar a este lúcido, sagaz y claro libro