"Un corazón tan negro": la venganza contra las redes de Galbraith/Rowling
La autora de «Harry Potter» firma bajo seudónimo esta obra policíaca a la que le sobran páginas y que carece de trama
No se necesitan nada menos que 1.196 páginas para tramar un argumento policíaco tan magro. Le sobra tocino. Mucho tocino. El proceso de infatuación de la novelista Robert Galbraith, seudónimo de J. K. Rowling, ha ido engordando desde que inició la interesante serie del detective privado Cormoran Strike con «El canto del cuco». Al igual que en esta primera aventura centraba la trama en el mundo de las celebrities londineses y su novios broncas, en la segunda se vengaba de la locura de los transcapacitados con la acrotomofilia, esos desquiciados que sueñan con amputarse una pierna para ser paralíticos, parodia del delirio quirúrgico de los transexuales.
En esta última obra fragua su venganza contra las redes, los «fandoms», repletos de friquis vengativos que practican el «discurso del odio» hacia los famosos, como la sufrida por la propia Rowling con la campaña de transfobia del lobby LGTBI de trans hasta arrebatarle sus propios personajes de «Harry Potter».
En «Un corazón tan negro» parodia el «capacitismo»: el estereotipo que sufren las personas con discapacidades. La meritoria lucha de Rowling contra las parafilias y otras barbaridades que fomentan la corrección política no hacen de esta una buena novela. Como a las últimas, le sobran bastantes páginas, y carece de una trama sólida y de un final a la altura de sus ambiciones.
El problema de Galbraith/Potter es confiar en los dos factores que la han hecho famosa y multimillonaria: que todo lo que escribe es bueno y carecer de un filtro literario, propio o de su editor. Su fama la hace intocable. Concretamente, en «Un corazón tan negro» comete el error de transcribir docenas de páginas de chats de internet en letra menuda que hacen ilegible la novela. ¡Pero quién se atrevería a cortarle una sola página! Sin embargo, en los pocos capítulos que acierta, la autora brilla con luz propia y la obra fluye caudalosa.
Lo mejor:
Los capítulos en los que narra con solvencia las pesquisas del detective
Lo peor:
Las interminables transcripciones de chats que lastran la novela