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Carmen Sevilla y el marido que pudo tener

El director y dramaturgo Juan Carlos Rubio recrea en las tablas la relación artística y de amistad de la popular actriz sevillana tristemente fallecida con el tenor Luis Mariano
La actriz Carmen Raigón se encarga de dar vida a Carmen Sevilla, mientras que Christian Escuredo hace lo propio con Luis Mariano
La actriz Carmen Raigón se encarga de dar vida a Carmen Sevilla, mientras que Christian Escuredo hace lo propio con Luis MarianoJavier Naval
La Razón

Madrid Creada:

Última actualización:

Hace unos años, a Juan Carlos Rubio le dio por idear, en forma de obra teatral, un encuentro ficticio en los tiempos previos al estallido de la Guerra Civil entre dos grandes artistas que, en verdad, no llegaron nunca a conocerse, a pesar de tener ambos una relación muy estrecha con el poeta y letrista Rafael de León. Esos artistas eran Concha Piquer y Federico García Lorca; la obra, que supuso el debut como actriz de la cantante Diana Navarro, convenció y cautivó a espectadores de toda condición allá donde se representó. Se titulaba «En tierra de nadie» y se estrenó en noviembre de 2021.
Durante la preparación de aquel proyecto, Rubio ya pensó que sería buena idea repetir esa estructura dramatúrgica y conformar así, con otros personajes y otros momentos históricos, una suerte de trilogía sobre nuestro pasado reciente a través de las vidas de personalidades relevantes en el mundo de la cultura. Pues bien, con el mismo el éxito de su antecesora en las plazas donde ya se ha podido ver, y habiendo conquistado hace unos meses el Premio Talía a la «Mejor autoría de teatro de texto», llega ahora a Madrid la segunda entrega de esa trilogía. Se titula «El novio de España» y sus protagonistas son nada menos que Carmen Sevilla, a quien da vida Carmen Raigón, y Luis Mariano, interpretado por Christian Escuredo.
La historia está ambientada en 1952, durante el rodaje de «Violetas imperiales», una exitosa película en la que trabajaron Carmen Sevilla y Luis Mariano y que sirvió para terminar de consolidar la creciente popularidad de este último. Habían coincidido ya en «El sueño de Andalucía» (1951) y más tarde volverían a hacerlo en «La bella de Cádiz» (1953), fraguándose así entre ellos una sólida amistad. En esos años de posguerra, los padres del tenor, que eran republicanos, continuaban exiliados en Francia. Con la intención de conseguir pasaportes para ellos y facilitar su regreso, Luis Mariano –cuya homosexualidad era intuida en su entorno, aunque él no la hiciera pública– le pidió matrimonio a Carmen Sevilla varias veces. Ella, sin embargo, rechazó siempre la propuesta. «He ambientado la obra en esos momentos porque creo que son muy importantes política y socialmente –explica Juan Carlos Rubio–. Es cuando los exiliados se dan cuenta de que a Franco no le van a echar; que va a seguir ahí. Era un momento de desencanto para ellos. Y es en ese año de 1952 cuando Luis Mariano trata de conseguir los pasaportes para sus padres. Así que es un personaje que lo tenía todo: la parte política, porque sus padres estaban exiliados, y la parte humana, porque era un hombre que no pudo vivir su vida como creo que debería haberla vivido».
A partir de todo ese contexto real, el director y dramaturgo se permite «fabular, fantasear y elucubrar sobre cómo pudieron ser algunos momentos» vividos por esta popular pareja artística. «Carmen Sevilla en esa época era jovencísima y ya era una gran estrella internacional. Fue la primera en España en conseguirlo, antes que Sara Montiel. Fue una artista increíble: actriz, bailarina, cantante… Y una mujer con mucha luz y mucha capacidad conciliadora. Una mujer con una amabilidad que creo que hoy nos falta a todos para encarar la disparidad política con un poco menos de agresividad». Y no le iba a la zaga Luis Mariano: «Era un tenor extraordinario que además abrió mucho mercado español en el exterior. En Francia fue un auténtico ídolo, y también en Latinoamérica, aunque hoy esté injustamente olvidado».
Por eso, la obra quiere ser también un homenaje a los dos, «el homenaje que merecen –apunta Rubio– y que creo que no han tenido». Una de las dificultades para llevar a buen puerto el proyecto era dar con unos intérpretes que tuvieran los muchos talentos y cualidades que poseían los personajes reales en cuya piel habían de meterse. «Creo que tenemos el reparto ideal –asegura el director–. A Christian (Escuredo), que hace de Luis Mariano, ya lo conocía; es buenísimo. Para Carmen buscamos entre más de 200 chicas, porque necesitábamos una intérprete muy joven. Vimos a muchas que eran maravillosas; la verdad es que a día de hoy… hay un nivelazo interpretativo; pero cuando apareció Carmen Raigón… dijimos: ‘‘¡Dios mío!, tiene esa energía tan especial que tenía Carmen’’. Creo que los cuatro son perfectos».
En efecto hay dos personajes más –y estos sí son totalmente ficticios– que intervienen en la trama. Uno es un secretario de Luis Mariano –que sí tuvo secretarios en la vida real– y está interpretado por Dídac Flores. En la obra mantiene, además, una relación sentimental secreta con el protagonista. El otro, al que da vida Carmen Morales, es la marquesa de Cangas, una mujer bisexual que está enamorada de Carmen Sevilla. En el equipo artístico, Rubio ha vuelto a contar con Julio Awad como compositor y director musical, una figura fundamental en una propuesta de este tipo. «Más que ‘‘teatro musical’’, yo diría que es una obra de ‘‘teatro con canciones’’ –aclara el director–, porque todos los temas musicales suenan desde la realidad de la historia que se está contando». Esto quiere decir que los personajes cantan porque en la propia ficción son cantantes que están ensayando o interpretando esas canciones, pero no piensan o dialogan cantando, como ocurre en los musicales. Otra pieza importante ha sido el bailarín y coreógrafo Rubén Olmo, actual director del Ballet Nacional: «Siempre he tenido la suerte de trabajar con gente buenísima –reconoce el dramaturgo–. Curiosamente, la abuela de Rubén Olmo era prima de Carmen Sevilla. Ha sido fantástica su aportación, asesorándonos en el estilo, la época…».
Pero en realidad el éxito de Juan Carlos Rubio en este tipo de funciones va más allá de la recreación de una época y de la devoción que el público pueda sentir o no por esos personajes concretos tan populares. Son obras que interesan a gente muy distinta por los conflictos que presentan y los temas que tocan en un nivel más profundo. «Yo hago teatro ahora para gente de ahora; no lo sabría hacer de otro modo –corrobora–. Aquí hablamos de una persona que no tuvo libertad para vivir y expresar su sexualidad, y hoy estamos viendo que esa libertad, si nos descuidamos, puede otra vez desaparecer. Vemos cómo aquello nos habla del ahora. Echas la vista atrás… y descubres el presente».