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La piel fina de Ai Weiwei

El MUSAC acoge una de las muestras más ambiciosas en la trayectoria del artista y admirador de Goya
El artista Ai Weiwei,  ayer junto a su obra  «La comedia humana»
El artista Ai Weiwei, ayer junto a su obra «La comedia humana»MUSAC

León Creada:

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Para defender el mundo en el que vivimos no hace falta destruirlo. Se debe actuar con libertad y compromiso, no con desdén ni ira. El artista conceptual y reflexivo Ai Weiwei (Pekín, 1957) trata de cuidar y preservar su entorno a través de su multidisciplinar e incisivo trabajo. El creador tiene la piel muy fina. Sin rabia, siente cada crisis humanitaria, cada dificultad de su época, y materializa su responsabilidad de escudarla a través de una obra con la que «defiendo la libertad de expresión y los derechos humanos sin sentir decepción», afirma. Inquietudes que se materializan en una de las exposiciones más ambiciosas de su carrera: el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC) acoge, hasta el 18 de mayo, «Ai Weiwei. Don Quixote».
En los amplios espacios que ofrece el espacio, con más de 1.700 metros cuadrados, se extienden a lo largo, ancho y alto 42 monumentales obras de Ai Weiwei –quien ha acudido a la presentación– creadas con herramientas que van desde el bambú hasta la madera, la cerámica o el lenguaje fílmico. Unos trabajos producidos durante los últimos 20 años y que muestran por primera vez en profundidad una serie de cuadros ejecutados con ladrillos de juguete. Una técnica que el artista concibió en 2007, llegando a realizar hasta 60 piezas, de las cuales 19 se exponen en el MUSAC, y que funcionan como hilo conductor de la muestra. Expresa con ellas las grandes inquietudes humanistas que atraviesan su obra: desde la libertad de expresión y las crisis migratorias hasta lo que él define como el declive del humanitarismo.
Comisariada por el director del MUSAC, Álvaro Rodríguez Fominaya, la muestra ha sido diseñada junto al artista en exclusiva, y uno de los grandes hitos ha sido, destacan, la exhibición, por primera vez en un espacio museístico, de la impresionante «La comedia humana» (2017-2021). Con más de ocho metros de alto, seis de ancho y 2.700 kg de peso, es una suerte de lámpara de araña, creada con unos 2.000 cristales de Murano negro, y en la que Ai Weiwei reflexiona sobre el incierto futuro de la humanidad, estableciendo un sobrecogedor equilibrio entre la vida y la muerte.
Con ladrillos de juguete Ai Weiwei versiona obras de maestros como Goya
Con ladrillos de juguete Ai Weiwei versiona obras de maestros como GoyaMUSAC
En cuanto a las piezas estilo Lego se ofrecen algunas inéditas, como «El tres de mayo» (2023), en la que versiona la obra de Goya «El tres de mayo de 1808 en Madrid». Explica el artista que «la sociedad siempre ha estado sujeta a cambios políticos drásticos y, con cada giro, hay quienes mueren o se sacrifican. Esta pintura lo captura de manera tan vívida y directa que parece que estuviese animada, expresando la profunda empatía que Goya, un artista al que admiro enormemente, tenía por el sufrimiento humano». Con estos ladrillos también versiona otras obras: por ejemplo, la de Goya está enfrentada con «Napoleon on a Zebra» (2023), que versiona la pintura de Jacques-Louis David «Napoleón cruzando los Alpes», cambiando el caballo por una cebra y, a modo reivindicativo, exponiéndola boca abajo. Asimismo, tinta de rosa «La última cena» de Da Vinci y cubre la «Mona Lisa» de nata, en referencia al ataque que sufrió la obra en 2022 por parte de activistas climáticos. En septiembre, una escultura de Ai Wei Wei expuesta en Bolonia (Italia) fue destruida: esta vez no por un activista, sino por un vándalo. Pero el creador pudo saber qué se siente al ver una creación propia atacada. Respecto a los motivos climáticos, explica que «moralmente es una actitud entendible, porque son personas que ven cómo los medios son indiferentes a las problemáticas. Pero no podemos exigir protección mediante la destrucción. Para mí, este tipo de acciones no tienen sentido».
El nombre de la exposición, «Don Quixote», no es casual. La obra de Cervantes tiene mucho que ver con la forma de pensar de Ai Weiwei ya desde su infancia. Su padre, el poeta Ai Qing, «vivió sus peores momentos en el exilio», recuerda el artista. Vivió en París, y cuando volvió a China fue encarcelado y, más tarde, exiliado veinte años a los desiertos de Xinjiang. Allí tenía una edición de 1954 de «Don Quijote de la Mancha», que rápidamente despertó la imaginación de Ai Weiwei. «Esta obra sobre alguien que actúa de forma ridícula al no estar anclado a la realidad me fascina», apunta. La exposición muestra cómo se siente identificado con el ingenio del hidalgo y lo hace de forma inmersiva. Cada sala cuenta con una «piel» igual de fina que la de su creador, creada con papel pintado de suelo a techo y con la que, desde la libertad de expresión, envuelve sus denuncias contra el egoísmo humanitario.