Manuel Cabrera pone equilibrio en el caos
El artista presenta una nueva exposición en la Galería de Arte Montsequi de Madrid
No se han cumplido ni dos meses desde que Manuel Cabrera expusiera en Madrid su «jardín propio», como presentaba su Danza visual, y ya está de vuelta por las salas de la capital con otra nueva muestra, en esta ocasión, en la Galería de Arte Montsequi (calle de Alonso Cano, 42). Si en aquella ocasión presentó una treintena de piezas abstractas que nacían de cada paso del artista, de cada viaje por el mundo, como China, o una simple salida por el barrio, en esta exposición, Armonía del caos (hasta el 30 de marzo), sigue un camino bastante parejo: «La belleza está en todas partes», asegura un creador que interpreta la insinuación del destino «ya sea que se encuentre en la gracia de una hoja que cae, los bordes quemados de una flor, un caleidoscopio de formaciones de nubes, un lago con la parte superior de cristal o millones de conchas aplastadas a lo largo de un tramo de playa».
El trabajo de Cabrera es tanto una manifestación física de sus experiencias encontradas en la naturaleza como la guía espiritual que esta contiene: «Una expresión de lo que no sólo se ve, sino que se siente. Pintar es para mí un proceso intuitivo, cada sesión de estudio se convierte en una forma de meditación. Avanzando a través del proceso y la pintura, las capas se construyen simbolizando el cambio, el tiempo y el crecimiento. Cruzar fronteras, notar patrones y encontrar respuestas a través del proceso es parte de la reflexión dentro del cambio y el crecimiento. Estos esmaltes en capas de color y técnicas mixtas crean un estado de ánimo, una atmósfera».
Como mostraba hace unas semanas en la Galería Gaudí, sus viajes dan forma a su camino como artista hasta llevarle «a una comprensión verdadera y auténtica de mí mismo y de la fuente de mi musa. Aprender a confiar y permanecer abierto a un lugar genuino de inspiración y los cambios que trae cada estancia. Cada viaje, relación y experiencia ha esculpido mi ser y ha proporcionado una gran cantidad de inspiración para mi trabajo». A medida que se crea cada serie, explica, ese «hilo invisible crea una colcha de vida, mi trabajo se convierte en un reflejo de mi propia odisea y en un oráculo a través del cual el observador puede vislumbrar su propio peregrinaje». Así, su «interés» final es dar «armonía al caos», que no sólo sirve para dar nombre al conjunto, sino que «fluye de la mente, dejando el propio significado a la interpretación personal del que la disfruta».
En palabras de Izaskun Monfort, comisaria y crítica de arte, el creador debe guardar una «estrecha relación» con la libertad, «ambos son conceptos activos y, por lo tanto, capaces de movilizarnos, apelar a nuestro criterio y exigir un cambio, una apertura. El arte y la libertad se encuentran siempre en la delicada frontera entre la armonía y el caos». Es la manera de la que Monfort comprende esta nueva aventura de Manuel Cabrera en «un campo tan feraz como feroz, pero entre los que sin duda sabe moverse arrojando a través de su pintura un resultado nítido en lo que respecta a la solución técnica y su capacidad expresiva», cuenta en referencia a las piezas expansivas que mezclan diferentes técnicas y recursos plásticos y donde lo tradicional también se da cita con lo más actual. «El gesto intenso encamina nuestra mirada para adentrarnos en una atmósfera en continuo movimiento de objetos levitantes donde nuestro marco físico y sensorial cambian radicalmente», explica la comisaria.
En el mundo de Cabrera se intuye un caos que, sin embargo, ha nacido de lo más frágil de todo aquello que le rodea. «La belleza está ahí», señala Monfort, «entre la enérgica ferocidad del gesto y la delicada plasticidad de la aguada». En esa cita de dos mundos emergen las capas de color, los tonos contrastados, las formas reiteradas y la arbitrariedad del goteo, «todas acciones fruto del ingenio y todas perfectamente articuladas y en un hermoso equilibrio».
En definitiva, comisaria y artista coinciden en hablar de Armonía del caos como una muestra reflexiva y cautivadora que invita «a una contemplación activa, a suspirar y cargar el alma de energía».
- Dónde: Galería Montsequi, Madrid. Cuándo: hasta el 30 de marzo. Cuánto: entrada libre.