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El contenedor del alma de Jaume Plensa

La Fundación Telefónica dedica la primera retrospectiva al escultor en Madrid tras más de dos décadas

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Para situarse ante la creación de Jaume Plensa conviene llevar un estado de ánimo determinado, igual que a la hora de ver ciertas películas o escuchar determinados compositores. Pero el escultor catalán es hábil y sabe ayudar al espectador de su trabajo a encontrar la pausa, examinar sus sentimientos, ver dentro de sí. Asistir a una de sus exposiciones transforma, al menos temporalmente -aunque puede que para siempre, porque la única verdad es el cambio- a quienes se sitúan delante de sus obras. Plensa regresa a Madrid, por fin, tras más de dos décadas ausente, por medio de una retrospectiva (“Materia interior”) gracias a la Fundación Telefónica, que cumple sus propósitos: reflexionar sobre la condición humana.
Lo primero que aparece ante el visitante de esta retrospectiva, que abarca más de tres décadas de producción artística, es una invitación. “Rui Rui’s Words” pertenece a la icónica serie de rostros femeninos en paz, con los ojos cerrados, que, como decíamos antes, fijan el tono de una muestra basada en cómo la belleza exterior y la interior conectan. El rostro de la niña con el dedo índice sellando los labios invita a al silencio y la introspección, como la guía de instrucciones del recorrido que espera. “El arte no sirve para nada, pero tampoco pide nada a cambio”, dice el artista, como en un aforismo, recorriendo las salas de su exposición. “Los gestores culturales llevan años intentando definirlo, defenderlo, darle una función. Pero el arte es un espejo y lo único que debe conseguir es que uno se sienta convencido de quién es, reconfortado, que se abrace”, afirma el catalán con bonhomía.
A partir de ese momento, todo es una invitación a pensar y sentir, a cerrar los ojos y ver de otra manera. “La Neige Rouge” es una pieza de 1991 en la que los neones se asemejan al color del hierro recién salido del horno, de un rojo intenso. “El hierro caliente no es hierro, es luz”, dice Plensa, que propone al visitante entrar en la gran instalación “que se parece a una tostadora” y sentir la luz roja que en realidad es fría pero parece caliente y escuchar la electricidad de los neones. El artista muestra 72 kilos de hierro, el peso de Plensa cuando realizó “Self Portrait (72 kg)” y enseña sus propios análisis de sangre en aquel momento, incluso el peso de sus órganos principales. “Creo que es fundamental conocer el contenedor donde trata de encajar el alma”, dice el artista. O invita a encerrarse en una de las cinco cabinas de “Love sounds” para escuchar el sonido de su propia circulación sanguínea. “Es, creo, lo más hermoso que os puedo dar”, bromeaba. Todos los contrastes sirven a Plensa para hablar de la existencia: la luz y la sombra, lo pesado y lo líquido, lo tangible y lo incorpóreo se suceden como ángulos de un misterio a través de la percepción. “Freud’s Children” presenta un homenaje a los patios árabes, a la Alhambra, donde el agua es el cambio permanente y las manos del hombre tratan de contenerla pero esta se desliza siempre como el tiempo que se escapa. La inspiración oriental, muy patente en su trabajo, se hace evidente en “Who Are You?”, donde ocho figuras se tapan los órganos de los sentidos. Al artista le preguntaron por qué, si su arte es una invitación, en sus esculturas los museos ponían el cartel de “no tocar”. “Porque el texto está incompleto. Debía poner: ''No tocar. Acariciar’’. Debemos educar más en acariciar”.