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Verónica Forqué: una depresión a voces

El inesperado final de la actriz, con claros indicios de suicidio, ha conmocionado a la opinión pública y vuelve a llamar la atención sobre las enfermedades mentales
Sergio R MorenoGTRES
La Razón

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El fatal desenlace convirtió en macabra premonición lo que la propia Verónica Forqué nunca ocultó: sus depresiones. La primera la sufrió en el año 2014 tras su separación de su marido, Manuel Iborra, después de más de tres décadas de relación y una hija en común: «Tuve una depresión muy grande, porque estuve muy enamorada de él, pero con el tiempo dejé de quererle, y, cuando me di cuenta, se me vino el mundo encima». Así relataba la protagonista, abiertamente, el origen de un proceso emocional difícil de sobrellevar y que fue el comienzo de una enfermedad mental que condujo a la actriz a su final prematuro. Verónica Forqué fue hallada muerta ayer con claros indicios de suicidio en su domicilio de Madrid, a los 66 años dejando conmocionada a la opinión pública y a sus amigos. Había dejado algunas señales de su frágil estado para quien pudiera leerlas, pero nadie supo.
Cuando parecía que la intérprete salía de la oscuridad y volvía a recuperar el control de su vida, otro varapalo le hizo regresar a los abismos: la muerte de su hermano Álvaro. Para superar ese segundo golpe, buscó en la marihuana y otras drogas el consuelo y el analgésico para sus problemas. A través de diversas sustancias se evadía de una realidad que para ella era gris e insoportable, y, según revelaba, conseguía conectar con los seres queridos que ya no están en este mundo. A raíz de ambos sucesos, Forqué retomó el psicoanálisis como forma de terapia: «Cuando me separé de Manolo estuve desaparecida del psicoanálisis, pero después volví a él porque me ayudaba bastante», explicó la actriz.
Ausencias y soledad
«El matrimonio es muy duro, está mal inventado y falla», confesaba Forqué. Durante los malos tiempos, su día a día se sumó en un enorme hastío y profundo desinterés por todo lo que le rodeaba. Su hija, uno de sus principales apoyos, se trasladó una temporada a vivir a Tailandia con su pareja. La suma de ausencias atormentaba a la actriz de la sonrisa contagiosa, que siempre reservaba su desdicha para su círculo más íntimo. Hasta que, por propia supervivencia, decidió hacerlo público.
En los últimos tiempos, Verónica Forqué apenas salía de su domicilio de Madrid, el mismo en el que ha sido encontrada sin vida en el escenario de lo que parece un ahorcamiento, según fuentes policiales. Llevaba una vida solitaria y su perro era su compañía fiel, su amigo y confidente en los momentos más duros. Paseaban por las inmediaciones del barrio en el que residía como principal evasión. Los vecinos aseguran que ella siempre tenía un buen gesto y que su actitud era afable y feliz. Así era, buena actriz hasta para disimular su verdad más amarga. Con la mejor intención decidió participar en el concurso televisivo «MasterChef Celebrity», donde se convirtió en una de las protagonistas por su errático comportamiento, fruto de la tensión del concurso. Llegó a un punto en el que no pudo soportar la presión. Abandonó el programa, según sus propias palabras, porque «no podía más» y «necesitaba descansar de la vida».
Visibilizar la enfermedad
El dramático final de Verónica Forqué ha vuelto a poner sobre la mesa la importancia de la salud mental y sus estigmas. Cada vez más personas reconocidas hablan abiertamente de una realidad que afecta a millones de personas que piensan que no es algo que le suceda a todo el mundo. La vida y el testimonio de Forqué ayudarán a visibilizar esta realidad que merece una reflexión colectiva. Por otro lado, el inmenso legado que deja Verónica Forqué tanto en el ámbito personal como en el mundo de la interpretación es todo lo contrario a la depresión. Deja sonrisas, carcajadas y luz. Porque, pese a todas las penumbras, se ha marchado una mujer risueña que siempre hacía reír a todo el que tuviera la suerte de estar a su lado. Y a todos los que tuvimos la suerte de verla actuar.