Urtasun apela al exilio español en la FIL para aludir a los lazos de hermandad con México
El ministro de Cultura participa en la inauguración de la 38 edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que tiene a España como país invitado, y recurre a la fraternidad que siempre ha existido entre las dos orillas para superar los recientes escollos entre ambas naciones
Creada:
Última actualización:
La 38 edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, «el día más ansiado del año», como se definió en la presentación, ha arrancado con 850 escritores de 43 países, España como país invitado, el novelista mozambiqueño Mia Couto como autor galardonado con el Premio anual que entrega la FIL y la presencia de dos Nobel: Abdulrazak Gurnah y Morten Peter Meldal, reconocidos, respectivamente, con los galardones de Literatura y Química.
El evento se anunciaba desde temprano con ribetes festivos y la aparición inesperada de un Don Quijote con armadura y bacía de papel de plata que, lanza en ristre y con una perilla de postín, guiaba a una corte de chavalines disfrazados de elfos, reyes, princesas de Walt Disney, frailes de los bosques, como aquel que acompañó a Robin Hood en sus aventuras, y otros personajes populares extraídos de historias y cuentos tradicionales de acentuado arraigo. Una demostración espontánea, pero también una imagen alegórica, del irreductible influjo que ejerce la ficción, sobre todo la ficción literaria, en el modelaje de nuestras conciencias y subconsciencias.
En unos pabellones ocupados por los estantes de editoriales, la cartelería que anuncia el inminente estreno en Netflix de la adaptación de «Cien años de soledad» y cientos de visitantes llenando sus pasillos, arrancó esta edición, hecha para «escuchar a los escritores de quienes brotan las historias», como indicó Ricardo Villanueva Lomelí, rector de la Universidad de Guadalajara, un hombre colmado de gracia y también de elocuentes ditirambos y que calificó a esta cita cultural como «catedral pensamiento», «laberinto de susurros» y el lugar «donde caben todas las lenguas del mundo».
Una intervención que no estuvo exenta de oportunos mensajes y de una preocupación meridiana hacia estos tiempos que atravesamos de convulsiones inesperadas y despertar de viejas rencillas enquistadas: «En lugar de caminar hacia la paz, la humanidad da pasos hacia la confrontación y cada día se involucran nuevos actores que escalan el conflicto. La guerra es el fracaso de la razón y la política. Es la máxima expresión de la estupidez humana. Tenemos una mala idea de poder. El poder no es sometimiento. Es convicción. Y colaboración. ¿Por qué algunos consideran que la única forma de conformar países es con la guerra, sometiendo a otros y atentando contra la vida?».
Un grupi
Una pregunta retórica que quedó suspendida en el aire antes de que él mismo añadiera que «Guadalajara ya huele a España, que es tierra de grandes poetas, novelas inmortales que son patrimonio de la humanidad, de María Moliner, de Cervantes, Unamuno, Lorca, mi admirada La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón y de Irene Vallejo, de quien soy grupi y admirador. El español no es solo un idioma. Es un vehículo de emociones donde todas las voces se amplifican».
Con estas palabras, aplaudidas por un auditorio colmado de asistentes, se daba paso al turno de España. El Gobierno se ha molestado mucho en traer la delegación de autores más amplia que jamás ha tenido la FIL, 230 nombres en total, aunque, en el camino se haya olvidado del teatro y haya dejado a la mayoría de los dramaturgos españoles fuera de este encuentro que en los dos últimos años ha atraído a más de 800.000 visitantes y que ha contado con la presencia de 2.469 sellos en su convocatoria de 2023. Un descuido que se suma a otro pequeño desliz sin importancia como es haberse olvidado también de invitar a los medios de comunicación.
Los libros y la democracia
El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, vino en un momento todavía marcado por cierta tensión diplomática. Una fricción provocada por el veto a Felipe VI en la toma de posesión de Claudia Sheinbaum como presidenta de México. Un asunto que Urtasun, que nos perdone el símil, tuvo que torear y lidiar solo en el ruedo. Quizá por eso prefirió centrar su discurso en la diversidad que representa España y en evocar el exilio español que acogió México durante la Guerra Civil para no agrandar este último desgarrón. Un tema que resultaba socorrido para apelar a la hermandad que unen a las dos orillas y rebajar este discurso de las diferencias que va asentándose en todas partes.
Comenzó invocando el papel de la literatura, lo que representa y lo que significa. Una triangulación perfecta para recurrir a ese optimismo, un poco trasnochado, que sostiene que la lectura es una fuente de insumisiones intelectuales y que es capaz de formar ciudadanos más críticos, más concienciados y más comprometidos con la sociedad. «Los libros tienen que ver con la promesa cumplida de los hábitos rebeldes, irreductibles, con el poder del pensamiento, de la memoria, pero también con el futuro; los libros tienen que ver con lo que no puede ser callado. No hay nada que nos dé una carta de ciudadanía más democrática y horizontal que un libro». Afirmó también, sin que le falte la razón, que «somos seres lectores. Somos necesarios para que ese mensaje eterno que contienen los libros se complete. Nada nos vuelve más imprescindibles que un libro y su exigencia de leerlo».
Esta convocatoria de la FIL arranca con el título «Camino de ida y vuelta». Un eslogan que apela al programa español, que ha contado con la supervisión del escritor y Premio Cervantes Sergio Ramírez, y que insiste en dos principios: «La diversidad de nuestra cultura y lo que el exilio significó para nuestro país y, por supuesto, este nexo que existe entre España y México. Los dos países tenemos pasados comunes y también futuros». Después de anunciar los últimos acuerdos culturales entre ambas naciones, Urtasun apuntó que aquellos hombres que dejaron España durante el trienio 1936-1939 es toda «una lección de fraternidad que los españoles nunca vamos a olvidar. Esos exiliados no llevaban consigo más que una pequeña maleta, la fuerza de su saber y sus libros».
Evocó los nombres de Luis Buñuel, Max Aub, Rosa Chacel, Maruja Mallo, Francisco Ayala, Luisa Carnés, León Felipe y Luis Seoane. «Sus voces son unas voces que se alzan contra el olvido y que ayudan a construir la fraternidad entre nuestros países». Una frase que resume la intención de sus propias palabras y lo que pretendía con su intervención.
La palabra de Mia Couto
La apertura de la Fil arrancaba con la entrega de su reconocimiento al escritor Mia Couto, un autor, como se dijo de él, que repiensa «el cuento, las novela y las relaciones históricas y geopolíticas del continente africano». El autor homenajeado recordó una visita con su padre a un parque, en África, y la contemplación de una falla, de esa falla, que atraviesa el continente africano y cómo padeció una «suspensión temporal del lenguaje» al verla. En ese silencio encontró el valor de las palabras, «su iglesia», o sea, su literatura. Mencionó unos versos de Octavio Paz - «también soy escritura»- para remarcar mejor su perfil de autor y apuntó una reflexión de mucha actualidad: «En nuestros días, la llamada realidad se ha tornado vacía y, al mismo tiempo, insolente y arrogante. Nuestra cotidianeidad se ha vuelto tan brutal y empobrecida que, para hacernos humanos, necesitamos más que nunca ver esas otras caras de la realidad. Porque esa puesta en escena de la realidad que nos llega por medio de una pantalla luminosa no es solamente una imagen. Es un muro. Un muro que no nos deja ver nuestra propia humanidad».
La memoria de un Nobel
Junto a Rosa Montero, que formó una larga cola de lectores que perseguían que les firmara el libro y María Dueñas, que celebra el quince aniversario de «El tiempo entre costuras», la atención de la primera jornada de la FIL recayó en el Premio Nobel de Literatura Abdulrazak Gurnah, que es la primera vez que ha asistido a un país latinoamericano. El escritor, que comenzó hablando de cuando se retiró y comenzó a releer sus propias obras debido a la solicitud de traducciones que tenía sin atender sobre la mesa, aseguró que «existe un placer en la lectura difícil de describir pero que existe y es palpable. Ese placer es primario, no es placer en el sentido de que nos haga felices, sino que es inarticulado, tenemos ideas, opiniones que se expresan de una manera mejor de lo que nosotros hubiéramos podido expresar». El novelista, que ha descrito de manera inmejorable las consecuencias de la colonización, el desarraigo y el desplazamiento cultural, comentó que «la memoria permanece con nosotros toda la vida» y que los recuerdos «son involuntarios, inevitables». «Tenemos experiencias que nos definen como personas o escuchamos historias y las experimentamos. Historias, muchas veces, de otras personas y de otros lugares. Esas historias se convierten en nuestras. También las historias pueden ser sueños y es lo que vamos recolectando en nuestro recorrido existencial», comentó en una conferencia, titulada «Reflections of the journey back» (Reflexiones sobre el camino de regreso). Después de mencionar la nostalgia que supone en ocasiones leer y acordarse de ciertos pasajes, hizo un guiño a la actualidad y comentó lo que está ocurriendo en muchos países del continente africano: «Lo que sucede ahora de forma dramática, y que no había sucedido antes es, que desde territorios antiguamente colonizados por Europa, tenemos personas se van desde sus países buscando la prosperidad. Pero eso no es un crimen y tampoco es un deseo que está alentado por la criminalidad».