“Way Down”: la Fortuna de Papel de Jaume Balagueró
El realizador catalán escapa del terror para dirigir a Freddie Highmore en su intento de asalto al Banco de España durante el Mundial de fútbol de 2010
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Hay quien recuerda más bien poco tras el coro de la pasión, pero la letra de la canción rezaba algo así: «Puyol, sacando por el costado para Navas. ¡Vamos Jesusito! Se marcha en velocidad, le persiguen. Iniesta, de tacón para Fàbregas. ¡Torres! Está en el centro Iniesta y para él va ese balón. Le cae a Cesc Fàbregas. Iniesta. Chuta Iniesta». Paco González, trovador del gol junto a José Antonio Camacho en Sudáfrica, acababa de cantar, quizá sin verlo venir, los mejores versos de la historia del fútbol español y un país, después de que el mítico centrocampista lampiño del Barça enganchara el cuero, se quitó de encima cien años de complejos.
La catarsis del tanto que dio a España su primer mundial de fútbol nunca fue ajena a la capitalización del cine, y películas como «La gran familia española» (Daniel Sánchez Arévalo, 2013) o «Fe de etarras» (Borja Cobeaga, 2017) ya hicieron suya la alegría colectiva desde distintas perspectivas. A más de una década del fallo inexplicable de Robben ante Casillas y del mal despeje de Van der Vaart, Jaume Balagueró dirige «Way Down», una película de atracos de las de toda la vida en la que los ladrones intentarán entrar en el Banco de España durante la disputa de la final del mundial en el Soccer City de Johannesburgo. Para ello, el equipo de élite dirigido por Liam Cunningham (Sir Davos, en «Juego de Tronos») se hará con los servicios de Thom, un ingeniero tan brillante como desganado al que da vida Freddie Highmore («The Good Doctor»). Junto a él, Sam Riley, Astrid Bergès-Frisbey y un angloparlante Luis Tosar se tendrán que medir, en ese campo que tiene puerta en Cibeles pero cuyo fondo es desconocido para la mayoría de la población, al equipo de seguridad liderado por José Coronado y Emilio Gutiérrez Caba, que ejerce en esta ocasión de festivo Gobernador del Banco de España.
Lejos del miedo
«He estado a gusto en este género, que es nuevo para mí prácticamente porque la violencia no juega un papel crucial ni en la historia ni en el atraco. Quizá yo no sería el primer director en el que la gente o un productor piense para este tipo de película, pero todo mi cine tiene que ver también con mi ADN como espectador, y ahí las “heist movies” siempre han estado presentes», explica un Balagueró que se aleja de nuevo del terror que le dio fama («REC», «Mientras duermes») y, por primera vez, de esa Barcelona en la que reside y desde la que ha esperado el ansiado estreno de su filme: «La película llevaba un año en un cajón, pero nunca sentimos miedo a no poder estrenarla. ¿Repasé cosas, quise volver a montarla? Por supuesto, pero como ocurre con todas. Yo creo que una película nunca termina, es un proceso creativo infinito y en algún momento el que tiene que terminarla eres tú», añade reflexivo.
En ese limbo temporal que provocó la pandemia, Balagueró ha visto como la temática de su «Way Down» era abordada por dos producciones ciertamente populares: «La fortuna», por tratarse del tesoro de un pecio, y «La casa de papel», que también ocurre en el Banco de España. El director, sincero con LA RAZÓN, responde a la sensación de «La fortuna de papel» que puede transmitir su filme: «Queríamos evitar un retrato pintoresco de España, pero nuestra realidad siempre tiende a lo caricaturesco. En este país, nos guste o no, el fútbol es un poder más y eso queda reflejado en la película. De ahí que el conflicto entre el personaje de Coronado, jefe de seguridad, y el de Gutiérrez Caba, más político, nos pareciera tan interesante para explicar España», añade sin interés por las comparaciones directas.
El niño maravilla
Balagueró, que ante la pregunta por el «leitmotiv» de su película explica que podría resumirse en una «llamada a la aventura y una película sobre la piratería pero hoy», ha encontrado en el brillante Freddie Highmore (Londres, 1992) su extensión exploradora en el filme. El actor, que deslumbró de pequeño en «Charlie y la fábrica de chocolate» o «Descubriendo nunca jamás» y que luego se dedicó a la abogacía, llegando incluso a trabajar en un bufete madrileño, acabó volviendo a la interpretación por pura vocación, y ha encontrado el éxito y el reconocimiento internacional a través de series como «Bates Motel» o «The Good Doctor».
En perfecto español, Highmore lo resume: «Nunca me llegué a marchar de Londres, a pesar de trabajar mucho en Hollywood. Eso fue clave. Entendí que mi proceso vital demandaba seguir en mi país y estudiar en la Universidad, era lo que realmente quería hacer en ese momento. Siempre tuve claro que, si seguía actuando, sería con una separación entre mi vida de niño y la adulta, para no dar cabida al arrepentimiento», confiesa. Y sigue, sobre ese reto a la inteligencia y a la valentía de su personaje sobre el que se cimenta el filme para hallar una manera de perforar la cámara más inexpugnable del banco: «Es un personaje contradictorio, porque le parece mal acabar trabajando como ingeniero para las petroleras, pero no tan mal lo de robar bancos. Como actor, lo que me atraía de esta película es que es una celebración del cine europeo y de nuestra propia idiosincrasia cinéfila. El modelo estadounidense en las películas de atracos funciona muy bien, pero el tono era distinto, menos violento, más mental».
Superada ya su condición de niño maravilla, aunque se declare abonado del Arsenal de Mikel Arteta y para ello haya poco remedio, es de rigor preguntarle a Highmore por las altas capacidades intelectuales de su personaje, y sobre si tiene miedo a encasillarse en el rol de «cerebrito» que también le precede como actor formado y políglota: «Siempre busco proyectos diferentes, primero desde mi propio entretenimiento, pero creo que sería aburrido también para la audiencia verme haciendo siempre el mismo personaje. Mi Shaun de ‘’The Good Doctor’' ya es muy distinto a todo lo que he hecho antes, por su condición dentro del espectro autista, pero sí que es verdad que se puede entender que son dos personajes parecidos. Tanto él, como Thom de «Way Down», son referentes distintos de la masculinidad reinante. No son machos alfa ni superhéroes, por así decirlo. Hacer una película de atracos renunciando a este tipo de personaje me parecía verdaderamente interesante. A mí me encanta James Bond, pero me gusta más todavía ver un papel de este tipo en un personaje que no es James Bond», remata convincente.
Más allá del guion, que como en cualquier «heist movie» no hay que pensar mucho para que la red de la incredulidad siga siendo impenetrable, «Way Down» es la graduación de Jaume Balagueró como el director más capacitado de nuestro cine –con permiso de Collet-Serra– para manejar grandes presupuestos y que ello se traduzca en un disfrutable espectáculo cinematográfico. La coralidad del «show», que en su generoso metraje jamás da un respiro al espectador moderno, ese que probablemente verá la película móvil en mano, no atropella nunca la narrativa ni, y esto es más meritorio, la estética, en una película que elige conscientemente alejarse de lo virtual y lo anticipativo para epatar justo cuando creíamos que nos íbamos a los penalties, Iniesta de nuestras vidas y grito de Tosar mediante.