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«El viaje a ninguna parte» hace parada y fonda en Madrid

Dirigida y protagonizada por Ramón Barea, la obra inaugurará los actos que el Teatro Fernán Gómez dedica al centenario del cómico y escritor que da nombre a esta sala
E.MORENO ESQUIBELFernán Gómez Centro Cultural de la Villa
La Razón

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No hay nada mejor que aprovechar alguna efeméride relacionada con un autor célebre para intentar convencer a productores y programadores de lo conveniente que puede ser poner en escena tal o cual obra suya. Sin embargo, no ha sido ese el caso de Ramón Barea, que se ha topado con lo del centenario del nacimiento de Fernando Fernán Gómez más bien por el camino, casi como una agradable casualidad. Ni siquiera era consciente de la proximidad del aniversario cuando, hace dos años, le propuso a Calixto Bieito, director del Teatro Arriaga de Bilbao, poner en pie «Las bicicletas son para el verano». Fue el propio Bieito, antes de la pandemia, quien «recondujo la idea original», según explica Barea, hacia una versión teatral de la novela, y posterior película, «El viaje a ninguna parte», porque «a él le parecía interesante en esos momentos hacer un homenaje a nuestro propio oficio y al mundo del teatro».
En efecto, como todo el mundo sabe, aquella película que interpretó y dirigió Fernán Gómez en 1986 a partir de su propia novela, publicada solo un año antes, cuenta la historia, repleta de humor y ternura, de una compañía de cómicos de la legua que intenta sobrevivir en la desapacible posguerra española ante la amenaza que supone, por añadidura, el desarrollo del cine, cuyo incipiente éxito entre las gentes de toda condición anuncia el fin del modesto y romántico oficio del actor ambulante.
«La verdad es que yo al principio tenía algunas reticencias para hacer esta obra. Me parecía que la película tenía aún mucho peso en el imaginario del espectador», reconoce Barea. Ciertamente, los antecedentes cinematográficos resultan a veces un incordio para conseguir que una historia, tan desnuda como se cuenta desde las tablas, vuelva a impactar con la misma fuerza en ese público que aún la recuerda con todo el embalaje de la gran pantalla. Por si fuera poco, el Centro Dramático Nacional –con la capacidad que tiene esta institución pública para acometer grandes producciones– ya había hecho su propia adaptación teatral de este título no hacía demasiado tiempo; concretamente en 2014, en un montaje dirigido por Carol López que protagonizaron, entre otros, Miguel Rellán, Antonio Gil y Amparo Fernández, y que contaba con un equipo artístico de lujo.
No obstante, lejos de amilanarse, o de ponerse una venda ante aquellos materiales ya existentes, lo que Barea hizo fue, precisamente, encararlos, examinarlos detenidamente, para servirse de aquello que encajara en su propia mirada. En este sentido, resulta significativo que esta nueva versión esté firmada por Ignacio del Moral, el mismo dramaturgo que se ocupó de hacer la adaptación en aquella mencionada producción de 2014. No es algo que suela ocurrir en montajes diferentes de una misma obra cuando media tan poco tiempo entre ellos. «Cuando revisé la novela y revisé la adaptación de Ignacio (del Moral), me di cuenta de que aquello tenía vida teatral, y que me podía quitar de encima el fantasma de la película, por más que fuese maravillosa –explica el director–. Es verdad que una novela menos dialogada quizá me hubiera apartado más del trabajo previo, por aquello de que cada director tiene su propia visión sobre cómo esa narración se puede transformar en diálogos; pero aquí el soporte de la novela es el diálogo, y me di cuenta de que Ignacio ya había hecho un trabajo estupendo que consiste, sobre todo, en identificar lo esencial. Lo único que hice es pedirle una especie de canje –añade riendo–: que incluyera un par de escenas de la novela que no estaban, y que a mí me venían bien, y que sacara a cambio, para no excedernos de tiempo, otro par; pero la matriz es la misma, no había que cambiarla».
Además de llevar la batuta del montaje, Barea da vida a don Arturo, el primer actor y director de la compañía, que es el mismo personaje que interpretó Fernán Gómez en su película. Junto a él, Patxo Tellería se mete en la piel de Carlos Galván, hijo de Arturo y personaje central que sirve para vehicular toda la historia. Completan el reparto Mikel Losada, Itziar Lazkano, Irene Bau, Aiora Sedano, Diego Pérez y, por último, Adrián García de los Ojos, que se ha ocupado de la composición musical y toca el piano en escena.
Coproducido por el Teatro Arriaga y el Teatro Fernán Gómez, el montaje aterriza ahora en este último, precisamente cuando la sala ha recuperado la totalidad de su aforo, lo cual no puede sino invitar al optimismo a su director. «Después de haberla testado con el público en el Arriaga, me parce que, efectivamente, la obra tiene esa vida propia de la que hablaba, con independencia de la película. Aunque el público ya conozca las situaciones, creo que se deja atrapar y cautivar de nuevo por ellas. En definitiva, eso es lo que ocurre con los clásicos».
  • Dónde: Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa. Madrid. Cuándo: hasta el 3 de octubre. Cuánto: desde 16 euros.

ANTECEDENTES RADIOFÓNICOS

Poca gente sabe que, antes de ver la luz como novela, «El viaje a ninguna parte» fue escrito como guión radiofónico. Quizá sea esta la razón por la que el trasvase del texto a las tablas no ha resultado forzado cuando se ha intentado, dado que la naturaleza de la radio como soporte de ficciones es mucho más teatral que el cine o la novela. «Uno de los hallazgos de Fernando (Fernán Gómez) es la construcción de diálogos –explica Ramón Barea–. Él sabe dialogar muy bien cuando escribe. Eso es algo muy teatral, claro, y ya estaba en el guion radiofónico original, donde los personajes, como es lógico, hablaban más que en la novela y en la película».