Día Mundial de la Fotografía: de Kabul a la morgue, del arte a la creación de conciencia
El 19 de agosto se celebra el día de la fotografía y también se conmemora el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria: la fotografía como testigo del tiempo y de la identidad
Estamos asistiendo a días turbulentos en el mundo. En realidad, llevamos años de turbulencias. Las crisis sanitarias, climáticas, políticas y humanitarias se han sucedido en el siglo XXI con más protagonismo del que podríamos esperar. Y hemos tenido conciencia de todas esas crisis gracias, en buena medida, a la imagen. Hoy, 19 de agosto, se celebra el día mundial de la fotografía, que es también el día Mundial de la Asistencia Humanitaria. Porque lo segundo puede que no se comprenda sin lo primero. Sin embargo, la fotografía es mucho mas: va desde el testimonio de la vida cotidiana (con especial profusión en las redes sociales) a medio para la creación artística. La fotografía como testimonio voluntario o involuntario del tiempo. Y también un medio para curiosear y fantasear con una playa remota.
Las imágenes de la huida de Kabul de estos días han sacudido al mundo. También las de mujeres afganas haciendo frente a los talibanes. Fotógrafos de periódicos y agencias de prensa dan testimonio de lo que sucede en un país del que se han retirado las tropas internacionales. Enviados especiales a conflictos del mundo documentan el dolor y la injusticia. También el fracaso de la Comunidad internacional. De los años de la pandemia quedarán para siempre las fotos de las calles vacías, los plásticos entre las personas, los surcos en el rostro de los sanitarios. Serán imágenes fijas, silenciosas y frías lo que quede de Filomena y también de la llegada de la vacuna contra el Coronavirus.
El fotoperiodismo vive una edad de oro impulsado por el consumo de medios digitales y de redes sociales. También por las facilidades técnicas de equipos de transmisión y edición digital de imágenes. Tampoco ha perdido valor en sí misma la instantánea en un mundo en el que todo el mundo lleva encima una cámara en el teléfono móvil.
Muy al contrario, la imagen estática se consume y se produce más ahora que nunca. Y ha despertado en nosotros el gusto por el autorretrato, como se si tratase de la adquisición de un poder divino. Hasta la palabra selfi ha entrado en el diccionario de la misma forma que los rostros anónimos componen un paisaje aleatorio en el cosmos de nuestras redes sociales. Instagram como el paradigma de los 15 minutos de fama que todos merecemos según la escuela warholiana.
Sin embargo, no siempre ha sido así, claro. La fotografía nació como dos cosas a la vez, como un arte documental que se asomaba a los salones y las calles. Que daba testimonio de los tiempos perdidos y de los países remotos, las tribus de allende los mares y del subsuelo social. Desde Cartier Bresson a Vivian Maier, los fotógrafos retratan y modelan la realidad. Cómo no mencionar a Bill Brandt. Incluso la fotografía se ha adentrado en el final de todo, en la morgue, para poder llevar a la posteridad quienes ya están en ella.